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Opinión

Con AMLO, salario mínimo histórico, inflación estable y peso fuerte

Iniciamos un nuevo año y con ello muchas personas aprovechan para hacer balances sobre la vida, sus proyectos, metas, anhelos por realizar, y también para revisar los saldos del año que se cierra. Ante este panorama, es buena la oportunidad para ver en dónde estamos parados en cuanto a justicia social, repartición de la riqueza y salarios en este 2023.

Este 1 de enero el salario llegó a 6 mil 223 pesos mensuales, (y a 9 mil 372 pesos en la franja norte).  Ante ello, muchos pueden quejarse de que la inflación también ha sido elevada, y que el aumento sólo compensa un poco el encarecimiento de la vida. Pero si hacemos un análisis pormenorizado podemos darnos cuenta de que no es así.

La inflación anual en México fue de un 8.4 por ciento, según datos de la CEPAL, lo cual nos coloca con por debajo de países como Chile (12.8%) , Colombia (12.2%), y Costa Rica (9%), y muy por debajo de naciones con problemas inflacionarios crónicos.  Así, lo que resulta más importante no es la lectura de una gráfica,  sino explicar qué puede comprar la clase trabajadora mexicana que gana un salario mínimo.

 

Un buen tabulador es el precio de la tortilla, base de la dieta de la mayoría de los mexicanos, y sin temor a equivocarnos, de más del 99% de la clase trabajadora.  Tomando como precio base el costo del kilo al que lo compré  ‒22 pesos‒ hoy 02 de enero en el establecimiento más cercano a mi hogar, en Ciudad de México (hay tortillerías que sin duda lo tienen más caro y más barato), podemos calcular en nueve kilos y 400 gramos lo que se puede adquirir con  el salario mínimo de esta ciudad. 

En 2018 el costo de la tortilla rondaba los 16 pesos, y el salario mínimo era de solo 80 pesos diarios.  Por lo que una persona trabajadora podía comprar 5 kilos de tortilla con su salario de un día.   

O sea que en el índice tortilla, hemos casi duplicado el poder de compra.  Y algo similar pasa con el precio del pan, si sacamos de la variante los sobreprecios de compañías trasnacionales que envenenan a nuestras niños y niños con productos chatarra.

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Pero podemos ver el poder adquisitivo en otros alimentos. Según datos de Profeco de 2017,  el aguacate Hass se conseguía en 45 pesos,  el jitomate en 14 pesos, y el kilo de carne diezmillo en 145 pesos. En ese año del peñato, el salario era sólo de 77 pesos por día. Es decir que el salario de un día no alcanzaba para comprar dos kilos de aguacate.  

Hoy el precio de aguacate ronda los 50 pesos por kilo, por lo que una jornada trabajada alcanzaría para comprar cuatro kilos. Pero alguien podría decir que el aguacate se encuentra sorpresivamente barato, no así el jitomate (tomate rojo, para las personas del norte).

En 2017 con un salario mínimo podías comprar 5 kilos y medio. Hoy con el precio a consumidor final de 25 pesos (se encuentra más barato en tianguis y en días de promociones), la persona trabajadora puede comprar 8 kilogramos.

Ahora vayamos al precio de la carne de res, considerada durante mucho tiempo un lujo en los hogares de la clase trabajadora. Con un salario de un día, antes podían comprarse unos 550 gramos de carne; hoy más del doble, aproximadamente un kilo 300 gramos (calculado sobre el precio del diezmillo).  No debemos dejar pasar por alto este dato, porque estamos ante una generación de niñas y niños que podrán consumir el doble de proteína animal con tan solo 4 años de diferencia que sus antecesores. Esto significa mayores tallas, y menos desigualdad de desarrollo frente a sus pares, niñas y niños de familias de mejor ingreso.

No debemos olvidar que este aumento del salario es una realidad que se construyó en medio de la pandemia más devastadora de la cual tiene memoria nuestra generación, y mientras atravesamos una guerra que mantuvo elevados durante meses los precios de los fertilizantes y combustibles.  El aumento al salario mínimo también ayuda a mejores prestaciones, sistemas de jubilación, y el fortalecimiento del mercado interno, por una simple variante: a mayor circulante, mayor posibilidad de que los productos en el mercado encuentren compradores. 

En este punto es donde debemos detenernos, pues algo que poco o nada se ha dicho en los medios masivos de comunicación es que la variante de aumento de salario con apreciación del peso sobre el dólar nos permite comprar a menor precio los productos de importación.

Podemos explicar esto en palabras sencillas:  

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Tomemos en cuenta que aunque nosotros no compremos directamente dólares, cuando adquirimos un producto que se importa al país, éste fija su precio en relación al valor del dólar en nuestro país (esto sin contar con la especulación, tema que abordaremos en otro artículo).

Supongamos que queremos el último modelo un equipo celular que en 2018 costó 500 dólares. Con el dólar a 20 pesos, ese celular debió costar en México 10 mil pesos.  Cuatro años después nos interesa un celular de modelo reciente y nuevamente su costo de salida es de 500 dólares. Pues aunque parezca increíble ese celular costará en México menos que el más novedoso de hace cuatro años:  al día de hoy 9 mil 740 pesos. 

Si una persona hubiera guardado su dinero en el banco estos cuatro años, se habría apreciado ligeramente, algo no visto en siete décadas en este país, y de lo cual muchos no tenemos memoria.  Pero si consideramos el tiempo que necesita un trabajador con salario mínimo para conseguir un celular, o una pantalla o un viaje de 500 dólares, antes tenía que trabajar cuatro meses y una semana, para poder costearlo. Ahora, es su salario de un mes y medio de trabajo.  Por eso cobra sentido decir cuánto se ha apreciado el salario de México en relación con otros países de América Latina, al llegar a 325 dólares, con lo cual superamos a Argentina, Colombia, y Brasil y alcanzamos a Bolivia; sin dejar de lado que somos el país de la región que más aumentó su salario en porcentaje (20%).  

Es cierto que este aumento favorece principalmente a quienes ganan salario mínimo que son 6.4 millones de trabajadoras y trabajadores, y sin duda son los menos favorecidos entre quienes tienen un empleo formal. Recordemos: “Por el bien de todos primero los pobres”.

Pero si eres de los que tienen una cuenta en el banco, quizá no te habías detenido a pensar que tu dinero sigue valiendo lo mismo que hace cuatro años frente a otras monedas como el dólar o el euro.  Y si piensas que el precio del dólar no tiene nada que ver con lo que hace el gobierno, sería bueno que reflexionáramos sobre la cantidad de países que reciben cuantiosas remesas y que ya desearían la estabilidad del peso mexicano frente al dólar.

Nunca más trabajadoras y trabajadores con empleo formal por debajo de la línea de pobreza.  Ese debe ser el compromiso no sólo de quien gobierna, sino un pacto social que nos atañe a toda la ciudadanía.

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Axel García Ancira Astudillo

Cineasta, investigador de la imagen en movimiento, ciudadano de América Latina. Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar. Soy de Pumas.

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