AMLO, el “viejon chingón” que inauguró una megafarmacia

Con el Presidente Andrés Manuel López Obrador siempre hay energía y vida en eventos oficiales. A diferencia de los actos de sus antecesores, en donde se leían discursos huecos y nadie expresaba ninguna emoción más que de aburrimiento, con AMLO los eventos se convierten en verdaderos mitines, en los que el pueblo está presente y no son simples espectadores.

Eso sucedió hoy, en la inauguración de la Megafarmacia del Bienestar en Huehuetoca, Estado de México. Sin ningún discurso preparado o telemprompter, el Presidente López Obrador le habló al pueblo (en este caso conformado por habitantes de las comunidades cercanas) y ellos no sólo lo escucharon con atención, le respondieron, le gritaron lo que sienten, lo ovacionaron, le mostraron amor.

El pueblo lo escucha, el pueblo lo quiere

El Presidente AMLO se muestra contento por tener lista una farmacia grande para que se distribuyan las medicinas hasta en los pueblos más apartados de México. Y se dice alegre porque con ella a nadie le faltará una medicina. Y es que son tan importantes como la comida, las medicinas llegarán sin importar si la persona es rica o pobre, lo importante es que las tenga de manera gratuita, que no se cobre ni el envío.

Mientras él habla, el pueblo lo escucha y observa atentamente. El Presidente va subiendo poco a poco el tono de su discurso. Empieza a soltar las primeras metrallas. Cuenta que todos los problemas de México tienen que ver con la corrupción. Un monstruo adentro de todo: en la construcción de obras, en el mantenimiento de los caminos, en la educación, en la salud.

Para prueba, AMLO revela que el presupuesto de salud nunca rendía en el pasado porque de los 200 mil millones de pesos que se ejercían, sólo se beneficiaban unos cuantos, especialmente 10 empresas que le vendían al gobierno 100 mil millones de pesos al año en medicinas que ni siquiera eran verdaderos farmacéuticos, sólo eran los distribuidores, una verdadera mafia, un auténtico monopolio que no permitía que se pudieran comprar medicinas en el extranjero.

Por eso, continúa AMLO, lo primero que hizo fue romper el monopolio para que ahora los medicamentos no sólo se puedan comprar en México, sino también en Japón o en Estados Unidos, o en Cuba, o en la India o en cualquier lugar del mundo, si los medicamentos son mejores y los precios son justos.

Cuando el Presidente AMLO dice esto, una señora le grita: “Por eso lo amo”.

El mandatario, sin inmutarse, sigue concentrado en su discurso, en su relato, en su historia. Todos los presentes, lo escuchan atentos, no despegan su vista de él, no se distraen con nada. Cuenta cómo los medios corporativos lo atacaron con todo, con campañas de manipulación para decir que todo era desabasto. Que los conductores famosos de radio y televisión no paraban de alarmar a la gente diciendo que no había medicinas. Y no sólo eso, había hasta “gente contratada” que se hacía pasar por padres de niños con cáncer para protestar en su contra con todo y cartelones.

“Fíjense qué doloroso para cualquier persona, más para una autoridad, que le estén reclamando en todos lados. Así me traían, y en los medios todos los días. Y aguantamos, y aguantamos, porque sabíamos qué había detrás, y se logró, se logró, hacer la compra consolidada afuera y ya tenemos todos los medicamentos para este año y para el año que viene, no van a faltar” relata el Presidente AMLO mientras el pueblo no le despega la vista, lo escucha atentamente.

Entonces, dice AMLO sorprendido, no entiende cómo ahora que se va a tener una gran farmacia, los opositores se molestan, hacen alboroto y bulla. Los de El Universal arman un escándalo y hasta la señora que no puede mencionar por cuestiones electorales, llamada Xóchitl Gálvez, se toma la foto con un cartel, en contra de la megafarmacia. “¡Háganme el favor!” exclama furioso.

Las palabras del Presidente AMLO tocan fondo en el pueblo presente. La gente estalla, se oyen gritos de apoyo por doquier.

El Presidente AMLO sigue subiendo el tono de su discurso. Como buen orador, no pierde la narrativa. Sin teleprompter, sin ningún papel de por medio, prosigue. Revela, indignado, que los neoliberales del PRIAN llegaron a tener hasta farmacias privadas dentro de las clínicas del ISSSTE y del Seguro Social. Y por eso están enojados con la megafarmacia, asevera, por eso sus campañas mediáticas en contra, porque se les acabó el negocio. México será ahora el único país del mundo con una farmacia de dimensiones gigantescas como ha dicho hasta el cansancio, “de 5 zócalos techados“.

Para ponerle más enjundia, el Presidente AMLO llega casi al cúlmen de su discurso, cuando levantando las manos, cuenta indignado:

“Si fuese el almacén de tabaco más grande del mundo, o el almacén de fentanilo más grande del mundo, o el almacén de drogas más grande del mundo, pues entonces sí las protestas y aquí todos aquí con sus carteles: ‘estamos en contra de que se ponga esa farmacia en Huehuetoca’, pero se trata de las medicinas. ¿Qué les pasa? ¿Hasta dónde llega su insensatez? ¿Por qué se dejan dominar tanto por lo material, por el dinero? Bien decía el cura Hidalgo, el padre de nuestra patria, que el único dios de los oligarcas era el dinero”.

La gente, el pueblo presente, los habitantes de Huehuetoca, no dejan de verlo y de seguir al pie de la letra su discurso. Él, prosigue. Cuenta que en su recorrido previo ya vio a las telefonistas recibir llamadas de la gente para constatar que la megafarmacia existe, es real, no es un cuento o un chiste.

Con su fino humor que le caracteriza, se burla de la prensa corporativa. Dice que seguramente quienes hablan por teléfono son periodistas de El Universal preguntando: “’A ver, ¿me pueden decir si tienen aspirina?’”.

La gente se ríe al unísono. No para de escucharlo. El presidente AMLO, sin ningún papelito de apoyo, da cifras: dice que todo el terreno es de 45 hectáreas y de esas, 90 mil metros cuadrados son de bodegas y almacenes techados. Además se da el lujo de presumir. Dice que no hay nada igual en el mundo. “No hay, ¿eh?”, cuenta orgulloso. Y sabedor de quiénes son los que lo escuchan, expresa: “A lo mejor hoy me van a decir que sí, quiero saber dónde, dónde hay. En Huehuetoca, sólo en Huehuetoca”.

La gente, estalla en júbilo, orgullosa de su tierra. Corean: “Presidente, Presidente, Presidente”. El climax del mitin llegó a su punto. Tanto así que un hombre no puede contener su admiración y le grita eufórico: “¡Viejon, eres un chingón!”. Él responde al cumplido: “ustedes”. Y se lleva las palmas de los asistentes.

Sin perder el hilo, el Presidente AMLO sigue dialogando con el pueblo. Les cuenta cómo funcionará el sistema de abastecimiento, cómo ningún paciente volverá a quedarse sin medicinas. Se compromete a que de 24 a 48 horas, cualquier medicamento será entregado a los pacientes cuando se hable por teléfono y se reporte la falta del medicamento. Y la megafarmacia estará en funcionamiento las 24 horas del día, los siete días de la semana, todos los turnos. Y de ser necesario, se usará el Aeropuerto Felipe Ángeles para llevar los medicamentos a donde hagan falta.

El compromiso del Presidente es tan en serio, que le pide a las enfermeras, encargados de farmacia, médicos y directores de los hospitales, estar atentos, pendientes de que se haga realidad el abastecimiento de medicinas, para que en caso de que desaparezca ese medicamento, la gente cuestione, presione a su propio gobierno. Y no sólo eso, anuncia que hará un sistema de supervisión y vigilancia para que nadie se las robe, para que el burocratismo tampoco haga de las suyas y deje caducar las medicinas dejándolas olvidadas.

Y por si algún funcionario cree que podrá hacer de las suyas, ahí, delante del pueblo, el Presidente AMLO anuncia que ya quedó con el general Lohmann (director de Birmex), el doctor Jorge Alcocer (el secretario de Salud), con Zoé Robledo (director del IMSS), Pedro Zenteno (director del ISSSTE) y Alejandro Svarch (director de Cofepris), de volver en marzo para asegurarse de que la megafarmacia esté funcionando.

Aún así, de todos modos, el Presidente AMLO dice en tono burlón que si la megafarmacia no funciona, esta, tanto Carlos Loret de Mola como los de El Universal y Reforma, estarán atentos de él, por lo que todo se sabrá. Entre el público, un hombre le pide atentamente al borde del éxtasis: “Presidente, mándeles su vitacilina”.

El evento que en teoría debió de ser de “protocolo” y que se convirtió en un auténtico mitin, llega a su final. El Presidente AMLO aprovecha el momento para recordar que la pensión de adultos mayores será de seis mil pesos bimestrales el próximo año y los viejitos presentes, se emocionan y lo ovacionan.

AMLO felicita a la gobernadora Delfina Gómez por aceptar que la pensión a las personas con discapacidad sea universal. Se pone aún más feliz porque aumentarán las becas para las y los estudiantes pobres. Y asegura que nadie debe preocuparse porque para el próximo año el presupuesto de nueve billones de pesos ya está autorizado.

Aprovecha también para seguir matando el mito de que los mexicanos somos flojos culturalmente y vuelve a dejar en claro que el pueblo es de los más trabajadores del mundo. La gente lo mira contenta, feliz, orgullosa de ser mexicana y de tener un Presidente como López Obrador.

Cuando el clímax parece acabar, el mandatario suelta un petardo que se roba todos los titulares de la prensa: echa a bolar la imaginación y dice que está casi seguro que él le entregará la banda presidencial a una persona trabajadora, inteligente y honesta. La gente, le responde al unísono: “Claudia, Claudia, Claudia”. AMLO sonríe. Está feliz, contento, tranquilo, como pez en el agua en una intimidad muy profunda con su pueblo.

El Presidente AMLO grita: “¡Que viva Huehuetoca! ¡Que viva el Estado de México! ¡Viva México! ¡Viva México! ¡Viva México!”. Se corta el listón de la Megafarmacia. Se canta el himno nacional.

Cuando la gente comienza a irse, el general Lohman, alentado por AMLO, toma la palabra y anuncia: todos son bienvenidos a dar un recorrido por las instalaciones. La gente, el pueblo, es el invitado especial, el pueblo es protagonista. Y se pone feliz.