Andrés Manuel, desde hace mucho tiempo, incluso antes de iniciar las campañas presidenciales de 2018, mencionó que, si ganaba la presidencia, no realizaría una cacería contra adversarios.
Nuestro director fundador, Jaime Avilés, hacía eco de esto en uno de sus imperdibles Desfiladeros de agosto de 2016: “Durante su exposición en el foro de Acapulco, AMLO no sólo ofreció amnistía anticipada a la mafia de Salinas y Fernández de Cevallos con una explicación pragmática”.
Durante 2017 y 2018, AMLO ha repetido muchas veces: no voy a ir contra ellos, no voy por venganza.
Muchos se alarman ante estas palabras: ¿cómo es posible que AMLO no meta a la cárcel a los corruptos de los sexenios pasados? ¿Cómo es posible que Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto sigan libres? ¿Cómo es posible que el mismísimo 1 de diciembre no anden por todo México miles de camionetas enormes de la presidencia listas para apresar a todos los corruptos de este país?
La segunda parte del Desfiladero citado de Jaime mencionaba, en palabras del propio AMLO, por qué no se enfrascaría en una lucha para meter a la cárcel a los de la mafia del poder: “si me dedicara a perseguirlos no me daría tiempo de hacer lo importante: revivir el campo, renegociar la cláusula del TLC que le prohíbe al gobierno de México subsidiar a los campesinos, recortar 50 por ciento los sueldos de la alta burocracia, ahorrar 600 mil millones de pesos anuales mediante a la lucha contra la corrupción, crear cuantas universidades sean necesarias para que ningún joven que quiera estudiar sea rechazado”.
Hay quienes afirman que, si no se castiga a los corruptos, la impunidad continúa y por lo tanto el país no cambiará, no se transformará. Sus argumentos llegan al extremo de indicar que si un sólo corrupto se queda sin castigo, el cambio propuesto por AMLO será un fracaso.
Estos argumentos, claro está, son absurdos.
Andrés Manuel López Obrador le apuesta a la transformación del país, y sabe que ésta no pasa por ver a Carlos Salinas de Gortari en la cárcel, por más que todos odien a este personaje tan nefasto. Evidentemente, una imagen de él tras las rejas sería catártica para cualquiera, pero eso no implica transformación.
El ejemplo más reciente (y claro) es el de Elba Esther Gordillo: estuvo en la cárcel durante casi todo el sexenio y ¿qué cambió? ¿Hubo menos corrupción con Peña Nieto? ¿El SNTE se transformó en un sindicato sin corrupción? ¿Los maestros tuvieron mejores condiciones de vida? Nada. Absolutamente nada.
No es que no sea importante castigar la corrupción, y en eso Andrés Manuel es claro: del 1 de diciembre en adelante, nadie podrá ser corrupto y salir impune. La corrupción será delito grave y no se soslayará nada ni a nadie. Nada ni a nadie.
Meter a los expresidentes a la cárcel, además de que no es sencillo jurídicamente (por esa cosa que se llama estado de derecho), desgastaría mucho al gobierno de Andrés Manuel y lo podría poner en una situación de vulnerabilidad práctica. No solamente es el “vamos por ustedes corruptos imperdonables”, sino son las respuestas, las amenazas, los golpes bajos y los argumentos leguleyos de muchísimos grupos de poder. Eso podría impedir “meterlos a la cárcel”, y claro, afectar los cambios prometidos, retrasarlos, hacerlos más lentos o incluso cancelarlos.
No se trata de pactar, porque eso no es. Se trata de mirar qué es lo importante para el país, para miles de personas que habitan en la pobreza, que carecen de lo básico indispensable, que no pueden acceder a una universidad.
Meter a la cárcel a Salinas, a Fox, a Calderón y demás mafiosos del poder no fácil y hacerlo, en caso del muy hipotético caso que se lograra, no seimplicaría crear riqueza, repartirla, hacer universidades, cambiar al país. Una imagen de Fox tras las rejas no significa progreso para la gente. Es fácil de comprender: se trata de prioridades colectivas, prioridades para el pueblo.
No es que se perdone a los corruptos del pasado, a ellos la historia los tendrá como lo que son. Lo que se pretende es cambiar al país. Sí, mirando atrás, pero no obsesionados por eso. La labor de un presidente no es meter a la cárcel a sus antecesores.
El punto es que muchos aún no comprenden que Andrés Manuel López Obrador no fue electo para encarcelar a los expresidentes (que, ojo, está impedido y no le corresponde a él, porque él solamente encabeza el poder ejecutivo), sino para hacer de este país algo menos sangriento, más justo, más equitativo: una tierra con más oportunidades, sin tanta tristeza.
Ahora bien, Andrés Manuel indicó en la entrevista con Carmen Aristegui que, si la gente lo decide, puede emprender juicios contra personas que hubieran incurrido en corrupción en el pasado. Es una opción, pero no debe ser la prioridad. La prioridad es cambiar al país, es sacarlo de esta tragedia cotidiana, es hacerlo más vivible.
Ahora bien, quienes mencionan que, si AMLO “perdonar” a corruptos del pasado, la corrupción continuará, evidencian que no saben nada.
Andrés Manuel es uno de los únicos personajes que, desde hace muchos años, ha argumentado que la corrupción es el peor mal del país. El peor. Mientras unos decían que tal o cual cosa era lo que más perjudicaba a la nación, AMLO tenía claro que era la corrupción. Tiene claro el problema, y por eso actúa de la forma en cómo está actuando.
Andrés Manuel no es improvisado, pero sus críticos lo tratan como si fuera alguien que no conoce nada.
El país requiere un cambio, y estar seis años intentando meter a la cárcel a “corruptos famosos” es, sin duda, desaprovechar el momento y las condiciones para verdaderamente transformar a México.
Por eso: perdón sí / olvido jamás.
Necesitamos pronto un país mejor. Todos debemos enfocarnos en transformar esta tragedia cotidiana que vivimos en una pasado al cual no debemos volver.