Para cerrar con la serie de artículos sobre los productos audiovisuales generados en ocasión de las conmemoraciones del Bicentenario de la Independencia en 2010, resta mencionar, en primer lugar, la película Morelos, también del director Antonio Serrano, que pretendía dar continuidad a Hidalgo, La historia jamás contada, así como a un proyecto mayor.
Esta producción, desafortunadamente fallida, fue calificada por la revista Proceso como “otra pifia del sexenio”. Para muestra un botón: de los 75 millones de pesos que costó su realización, la recaudación apenas fue de uno. El asunto habría sido un escándalo monumental si acaso la película hubiese estado presente entre el público. A nuestro parecer son varios los factores que la hundieron, inmerecidamente, en la indiferencia.
En primer lugar, por el alejamiento en el tiempo con respecto a las festividades, pues apareció en los cines en 2012, cuando el tema ya no estaba ni en la agenda pública ni en la mediática. Si bien, en ese año se cumplían los doscientos años del mayor triunfo del Generalísimo del Ejército Insurgente del Sur, el Sitio de Cuautla, no había nada, más que a nivel local que recordase aquella gesta.
En este mismo sentido, los responsables de su emisión no repararon la pésima idea que fue programar su estreno justamente en la misma semana del de la conclusión de la popular saga juvenil de vampiros modernos “Crepúsculo la saga: amanecer”, la cual se proyectó en los complejos cinematográficos en el 80% de sus salas e, incluso, llevó a cancelar los horarios de Morelos para remplazarla por otra función de aquella, como pudimos atestiguar y padecer en su momento en Cinemex.
A todo ello debe sumarse el repudio generalizado que, desgraciadamente, envolvió al Bicentenario: la sombra de la ilegitimidad y la guerra imbécil y genocida de Felipe Calderón nos llevó como sociedad al desánimo en torno a una conmemoración que debía de ser de júbilo nacional; todo ello aderezado con la indescriptible corrupción que rodeó a la más inútil de las obras de ese sexenio, la Estela de Luz, mejor conocida como la Suavicrema o la Estafa de Pus. Así pues, la película cayó totalmente en suelo infértil.
Con respecto a su veracidad histórica, en la citada entrevista realizada por Proceso a la Doctora Guadalupe Jiménez Codinach, reconocida académica y especialista en el proceso independentista, ésta señaló señala varias inconsistencias entre el guion y la historia, como el destino del retrato de Morelos, el cual se encuentra en el Museo Nacional de Historia, la relación con su hijo Juan Nepomuceno Almonte y con Ignacio López Rayón, con quien tuvo diferencias políticas, pero no una animadversión, como se muestra en la pantalla.
Serrano representó al Siervo de la Nación en su etapa de declive y construyó un melodrama ficticio amarrado con personajes reales que se sobrepone a la presentación de su ideario político, pues enfatiza en un romance en tiempos de guerra que explicaría los motivos de la defección al bando de quién sería su captor, en la emboscada en Temalaca el 5 de noviembre de 1815, Matías Carranco, mientras que eventos tan trascendentales como la redacción de los Sentimientos de la Nación, la instauración del Congreso de Chilpancingo y la promulgación de la Constitución de Apatzingán se presentan casi de manera anecdótica.
La película tiene muy buen ritmo, destacables actuaciones, gracias al talento de actores como Dagoberto Gama, como Morelos, Juan Ignacio Aranda como Hermenegildo Galeana, José María Yazpik, como López Rayón, Andrés Montiel como Iturbide y Gustavo Sánchez Parra como Carranco, sólo por mencionar algunos; muy dignos paisajes de locaciones de los estados de Oaxaca, Puebla, Hidalgo y Michoacán y una banda sonora que en la Alejandro Giacomán se supera a sí mismo gracias al sonido épico que exigieron las escenas de batalla, muy bien logradas, por cierto. De esta entrega, sin duda, el mejor tema es “Toma de Oaxaca” por el empleo de los metales, los vibratos de las cuerdas que desembocan en un magnífico crescendo.
Con todo y sus licencias, esta película podría haber sido un acercamiento para el público general a la historia, pero el entorno acabó por hundirla, lo que derivó en que el posible proyecto de hacer una biografía cinematográfica de cada caudillo de la Independencia quedara cancelado definitivamente.
Felipe Báez
28 septiembre, 2021 at 1:10 pm
Interesante ensayo, generalmente no veo cine, sin embargo cuando hay una buena película, acudo a la sala. Si la actuación es sobresaliente vale la pena, si el film desinforma, la olvido.
Christian
29 septiembre, 2021 at 7:36 am
estoy de acuerdo con que el contexto de nuestro país no ayudó demasiado a que este filme tuviese el éxito deseado. hubo demasiados distractores, además de que, hay que decirlo, la juventud cada vez está menos interesada en su identidad histórica y siguen siendo evangelizador con nuevas modas.