Dicen que en México la libertad de expresión cada vez es más débil. Que “desde el poder” se le ataca. Dicen que con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ya los periodistas no pueden decir lo que dicen a diario, que ya no pueden hablar porque desde “la máxima tribuna” se les lincha, se les estigmatiza: se les denigra.
Dicen que eso afecta a la democracia y que vamos directo a la dictadura comunista y al autoritarismo y a lo peor de lo peor.
Lo dicen y hasta firman desplegados, muy sentidos y llenos de preocupación, donde repiten lo que ya repitieron y que vienen repitiendo desde que inició el gobierno de AMLO: que la libertad está en peligro y que sólo ellos, los firmantes, la pueden salvar.
Pero ¿realmente es así? ¿Estamos a unos pasos de perder nuestra libertad de decir lo que nos venga en gana?
II
Llegué a las cinco y 40 minutos a la calle de Moneda. Me pidieron mi credencial de Polemón: después de verificar que yo era yo y que sí venía de un medio, me dejaron pasar. Hice fila porque ya había reporteros formados. Digamos que me tocó el número 9 o 10. Atrás de mi llegó Julio Hernández, conocido como Astillero. Nos saludamos. Desde hace años lo conozco y sé que vive en Jalisco. Sabía que acudiría a la mañanera de hoy porque lo anunció en sus redes sociales desde hacía casi una semana. Y sabía que iba a reclamar su derecho de replica porque fue mencionado en el “Quien es quién en las mentiras”.
Hablamos de Zapopan, de cómo pasó la enfermedad de la covid-19, de lo que hacía. En fin. Breve.
Nada de por qué venía. Nada de la mañanera. Todo cordial.
Después ingresé al patio y de ahí, al salón Tesorería. He venido algunas veces a la mañanera y siempre me ha parecido un lujo que tienen los periodistas en México: prácticamente en ninguna parte del mundo se puede hablar con el presidente de lunes a viernes, cuestionarlo, plantearle ideas, temas, preguntas, reflexiones. Quien no quiera entender que las mañaneras son únicas, pues allá ellos. Periodísticamente es un ejercicio bellísimo. Y potentísimo.
Me senté en un lugar de la tercera fila. Mientras comenzaba la mañanera, estaba admirando lo bello del lugar. De repente, escucho conversaciones entre reporteros, uno de los cuales labora en un medio de circulación nacional que se ha caracterizado por ser “muy crítico” de AMLO.
Hablaban como en otro idioma. Se quejaban, por ejemplo, de que cuando hay giras, tienen que soportar las inclemencias del clima en ciertas entidades del país: “En Sonora, pinche clima del demonio, todos pegajoso en la camioneta”. Y de “los servicios” en otros lugares del país. Uno, por ejemplo, casi enloqueció porque -afirmó- “me tardaron dos horas en la check-in, porque sólo había un mono. Y cuando llegué a la habitación, no había casi agua”. Una reportera se quejó: “es que el Uber allá está bien jodido”.
Me pongo a pensar en los libros de Ryszard Kapuscinki, cuando el polaco habla de los corresponsales que no quieren salir de su hotel, y que no soportan mezclarse con la gente.
Seguía la conversación los reporteros: “siempre me tocan giras malas. La otra vez fue bien pesada y fea, porque no hubo gran cosa. Sólo que se ponchó una llanta de la camioneta”. Y le respondió otra periodista: “pero ésta estará buena, va a terminar en Puerto Vallarta: va a tocar playita”.
Y uno de los reporteros mencionó: “la otra vez fui la gira y horrible, inauguraron una universidad del bienestar en medio de la nada”. Y entonces me di cuenta de las críticas de los reporteros a las “giras de la Sedatu”: “ahí no hay nota”, y sólo es “inaugurar canchitas y saloncitos”. Y claro, concluyeron los reporteros que esas giras son “aburridísimas”.
Un reportero, aliviado, dijo: “qué bueno que no me tocó ésa”.
Así pues, para varios reporteros, que el gobierno inaugure infraestructura para el pueblo, que se recorra el país visitando a los humildes, que haya justicia para quienes durante años fueron invisibles para el gobierno, es algo “aburridísimo”, y “no hay nota”.
A veces pienso que esa forma de ver a la gente por parte de varios periodistas es la misma forma en que muchos políticos miraron a los pobres: no existen, no son dignos de ser mirados, no deben ser incluidos en los periódicos ni en los medios. No son “nota”.
En las escuelas de periodismo, y en los manuales, siempre se dice que el periodista está ahí por la gente, porque es el vínculo con la sociedad, y se debe a la gente y a las aspiraciones de ésta. La realidad es que, al final, a muchos reporteros les vale la gente porque “no son nota”.
Y la “nota”, “sus notas” -cosas de la vida- suele ser lo que menos le importa a la gente.
Qué cosas…
III
Comienza la mañanera, ese ejercicio que es tan potente y que han despreciado los que se venden o se asumen como periodistas “vacas sagradas”.
Primero AMLO. Después Rosa Icela Rodríguez Velázquez, secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana. Continúa Ana Elizabeth García Vilchis, quien es la encargada del “Quién es quién en las mentiras”, y por último, María Luisa Albores González.
García Vilchis está nerviosa. O al menos así la miro. Sabe que ahí enfrente tiene a Julio Hernández López que fue expresamente a decir, con completa libertad, que él no miente y que ella sí.
A Julio Hernández, por cierto, cuando ingresó al salón le pidieron que se sentara en la primera fila, pues él había exigido el derecho de réplica.
Lo que vino después, cuando se le dio la palabra al columnista de La Jornada, fue un ejercicio que jamás hubiéramos imaginado en los tiempos del PRIAN: un presidente que escucha atentamente a un periodista que lo va a cuestionar. Al lado del mandatario, funcionarias del más alto nivel, también atentas a los que menciona el periodista. Y antes de la intervención de éste comenzara, se dio una explicación de por qué se dijo lo que se dijo.
Julio habla de forma libre, mencionando lo que quiere mencionar, sin ningún tipo de presión. Nada, absolutamente nada. Una radical libertad de expresión.
Termina la intervención de Julio y después viene la contestación de AMLO, donde se mencionan frases como “ya se garantiza el derecho de réplica y también el derecho a disentir, que es fundamental para la democracia”. “No coincidimos contigo”, “considero que es un despropósito compararnos con los que destruyeron el Cerro de San Pedro en San Luis Potosí para la explotación minera”.
Se entabló un diálogo de ideas, circular. Se habló de periodismo. De los ataques de la prensa. Del tema a tratar y que dio origen al derecho de réplica. Fue una mañanera, un debate, una forma de relación con los medios donde lo importante es la libertad y la apertura.
Julio afirmó que lo que le habían dicho de él era indigno, y que él sí era un buen periodista y no debía ser tratado así. Por su parte, AMLO indicó que no era justo que se le tratara a él y al gobierno que encabeza como si fuera un gobierno de los anteriores.
El debate se dio. Y fue intenso. Y es un ejemplo de lo que son las mañaneras: ese foro abierto donde los reporteros acuden a preguntar, y donde siempre hay respuestas. Y reflexiones. Y polémica.
En ningún país se da esto. Y por eso la mañanera se ha convertido no en “el foro del presidente”, sino en el foro de la gente. Porque ahí es donde acuden millones para informarse de lo que sucede, y hacen suya la mañanera, y es una forma de cumplir el derecho que tienen las personas a estar informadas, y a la pluralidad.
IV
¿Está en riesgo la libertad de expresión en México? ¿AMLO viola ese derecho? ¿Se estigmatiza a los periodistas por tratar de desmontar las noticias falsas?
Por supuesto que hay libertad, y no hay una guerra contra los medios: hay un debate sobre esos medios, sus prácticas, la forma en cómo se hace periodismo, los intereses de los dueños de los grandes cadenas de noticias. Y ese debate se da con completo respeto y sin apostarle a la persecución. Dice AMLO: “Nadie va a ser perseguido, nadie va a ser sancionado, censurado por ejercer el periodismo, sólo nos reservamos el derecho a la réplica, el que estemos informándole al pueblo del comportamiento de los medios de información”.
Así de simple es la apuesta. Y qué bueno que se hable de los medios y que haya debate, porque los medios son parte del poder, son un poder, y también deben ser criticados y desmontadas las mentiras que muchos de ellos echan, unas mentiras que a veces son completamente grotescas e indignas.
Las mañaneras no sólo abren a la discusión el ejercicio del poder político, sino también de los medios, que son un poder.
Salgo de la mañanera. Todos se van yendo. Se me viene a la mente la frase que un reportero mencionó antes de que llegara AMLO al salón Tesorería: “la otra vez fui a la gira y horrible, inauguraron una universidad del bienestar en medio de la nada”. Me quedo pensando en lo que no vio ese reportero por su odio, sus fobias, y también por su poca calidad ética y profesional. Me quedo imaginando lo bueno que hubiera sido una crónica de eso que el reportero omitió de su vista: de eso que los de abajo ven, y los de los medios, ocultan.
Fernando Acosta Riveros
1 agosto, 2021 at 10:43 pm
Buen trabajo estimado periodista Jorge Gómez Naredo. Interesante y bien documentada la denuncia del colega jornalero Julio Hernández, cuya columna Astillero es una de las más leídas y comentadas en todo el territorio nacional. Este ejercicio demuestra la voluntad de los funcionarios de la Cuarta Transformación de escuchar todas las voces. Eso abona a la Democracia Participativa. Además todos podemos equivocarnos. Lo importante es aceptarlo y empezar a corregir lo que no hicimos bien. A mí personalmente me parece un buen ejercicio informativo el de Las Mañaneras. Lógicamente que a muchas y muchos les disguste. De cualquier manera y aunque no tan rápido como lo deseamos si estamos viviendo una Etapa Política de Cambios. Por eso es necesario que participemos. Atento saludo bolivariano, camilista, magonista y martiano. Fernando Acosta Riveros, ex colaborador de La Jornada Jaisco y La Jornada Michoacán.