Nunca -al menos desde que nací- a un presidente le habían gritado tanto amor. Ayer en el zócalo, durante el Grito de Dolores, la gente compartió, además de euforia, esperanza y alegría, cientos de “es un honor estar con Obrador”.
No miento si digo que en la plaza ya no cabía nadie cuando salió al balcón principal de Palacio Nacional Andrés Manuel López Obrador. Antes de eso, hubo lluvia. Y casi todo el día, frío. Pero eso fue lo de menos.
Hace dos años, y hace 365 días, el zócalo estuvo ausente de mexicanos. Y es que la pandemia. Sí, la maldita pandemia.
Por eso, el Grito de este año fue significativamente especial: no nos habíamos reunido desde hace 3 años. Fue mucho tiempo. Mucha ausencia.
Además, hubo invitados especiales: los expresidentes de Bolivia y de Uruguay, Evo Morales y José Mújica; John y Gabriel Shipton, papá y hermano de Julian Assange, y Aleida Guevara, hija del revolucionario Ernesto “el Che” Guevara.
La gente no sólo llegó de la Ciudad de México. Acudieron de prácticamente todas las entidades del país, y hubo mucha gente que vino de Estados Unidos. Y es que aprovecharon por partida triple: vinieron al Grito, vinieron a ver al presidente AMLO y vinieron a escuchar a Los Tigres del Norte, una banda emblemática que narra la vida de los mexicanos en Estados Unidos.