¿Se acuerdan que, a principios del sexenio de Enrique Peña Nieto, nos presumían que con la Reforma Energética pagaríamos menos por gasolina, luz eléctrica y gas y seríamos una potencia en generación de todo?
Nos mintieron. La reforma de Peña Nieto (que en realidad era la reforma del PRI-PAN-PRD) sólo benefició a unos cuantos. Y mucho.
Durante años, los gobiernos neoliberales apostaron a desmantelar las industrias estatales de energéticos: Pemex, Comisión Federal de Electricidad (CFE) y Luz y Fuerza del Centro
Con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia, llegó una nueva forma de mirar la cuestión energética en México, y una batalla frontal contra la corrupción.
No es que se haya hoy revertido en su totalidad la reforma energética (que prácticamente hacía de Pemex y de la CFE empresas fantasmas, muertas), pero se ha ganado mucho. Ahora las empresas estatales son prioridad, porque son palancas de desarrollo y porque generan riqueza para todos los mexicanos, y no para unos cuantos (como lo han querido los neoliberales).
Ayer, con la aprobación en el Senado de las modificaciones a la Ley de la Industria Eléctrica, se ha ganado una batalla de muchas que se deben ganar para retornar a los mexicanos la riqueza energética que pertenece sólo a los mexicanos.
