Estamos tristes. Nos despartamos hoy y Eduardo Galeano se nos habúa muerto. Se nos había ido.
Su muerte la esperábamos. Desde hace tiempo una enfermedad letal lo aquejaba. Las últimas fotografías (donde sale con Evo Morales) mostraban a un Galeano irreconocible, flaco, menudito, con los ojos cansados y el rostro cansado, con todo cansado. No era aquel hombre fuerte que miraba con perspicacia y que cada palabra que pronunciaba era exacta, precisa.
Galeano fue un escritor que atrapó, que enamoró, que hizo a uno ponerse feliz de que existiera y haya escrito lo que escribió. Sin duda su libro más conocido fue Las Venas abiertas de América Latina, una especie de manual de iniciación a la rebeldía, porque saber lo que ha ocurrido en América Latino, y saberlo como lo contó Galeano, tiene como consecuencia única la rebeldía de quien lo lee.
Galeano era un experto en eso de decir mucho con poco, con casi nada de palabras. Su vasta obra de viñetas es imprescindibles en la literatura latinoamericana.
Galeano murió a los 74 años de vida, en Montevideo, Uruguay. Desde el viernes pasado estaba hospitalizado por el cáncer de pulmón que padecía.