En esta semana Sandra Cuevas pasó, en cuestión de horas, de declararse víctima de una feroz represión política a admitir que cometió los delitos que se le acusaban. Con ello dejó al descubierto, una vez más, sus intenciones y las de la Unión de Alcaldías de la Ciudad de México (UNACDMX).
Los hechos están a la luz pública. Después de haber sido acusada legalmente y citada por las autoridades judiciales por los cargos de agresión física, robo y privación de la libertad a mandos de la policía auxiliar, Cuevas salió a declarar que era objeto de represión política por parte de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum.
La UNACDMX y las fuerzas de oposición al gobierno salieron a dar apoyo moral y político a Cuevas, desplegando notas periodísticas, subiendo videos, realizando conferencias de prensa, etcétera.
Buscaron establecer la idea de que el gobierno de la ciudad es represor y autoritario. Poco les duró la simulación, ya que, al final el día de ayer, Cuevas quedó evidenciada y aceptó todos los delitos que se le imputaban, responsabilizándose y comprometiéndose a reparar el daño económico, social, cívico y jurídico que causó.
Para entender el hecho de que Cuevas haya alegado represión política y que el bloque conservador la acuerpara, hay que volver algunos meses atrás, cuando alcaldes electos, en su mayoría de la Alianza Va Por México, crearon la UNACDMX.
Con esta plataforma se asumieron como una fuerza de oposición, confrontando al gobierno de la Ciudad de México con la consigna de “enfrentar al autoritarismo”. Es decir, desde antes de tomar protesta, ya habían establecido cuál era una de las prioridades de su gestión: el golpeteo y el bloqueo constantes a la Jefa de Gobierno, aunque ello ocasionara afectaciones a la ciudadanía de sus demarcaciones.
Esto que puede hacerle sentido a alguien desde una mirada pragmática y superficial de la política, es en realidad muy grave, pues las personas que son electas para un cargo de gobierno, al asumirlo, deben dejar de representar intereses facciosos o de partido, para pasar a representar al pueblo que gobiernan.
La vida partidaria y la confrontación desde sus partidos deben quedar de lado y no ser el centro de su accionar. Si incurren en esto, convierten al pueblo en rehén de intereses personales y de grupo.
A la oposición y a las y los alcaldes de la UNACDMX, que más que oposición deben ser vistos como autoridades en sus demarcaciones (en donde en cambio si es oposición Morena), no les quita el sueño relativizar y adelgazar la vida democrática de la ciudad impulsando acciones y mensajes que “avientan” la mesa democrática. Aunque bien, esto tiene una explicación: buscan instaurar la idea de que el gobierno de Claudia Sheinbaum es igual a los de la derecha, que este gobierno es corrupto, autoritario, que viola los derechos humanos, que reprime y silencia.
Los gobiernos del PRI-PAN-PRD están pensando en las elecciones del 2024 en la Ciudad de México y en el país. Los horizontes políticos del bloque conservador no están en la justica social o en mejores condiciones de vida para el pueblo, sino en la apuesta por desacreditar a los gobiernos de la Cuarta Transformación frente a la ciudadanía, dejando ver en el camino el clasismo que la misma Sandra Cuevas nos comparte de cuerpo entero en frases como “a mi no me gustan lo pobres”.
Como dice Pedro Miguel, “mas transparente ni el aire del campo”.