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Crónicas

¿Qué pasó después del motín en el manicomio de Mérida?

Por: Jaime Avilés (@Desfiladero132)

21 de enero 2016.- En el magno salón de juntas de la Secretaría General de Gobierno, Roberto Antonio Rodríguez Asaf, titular de la oficina, está sentado ante la cabecera de una mesa rodeada por unas 24 sillas. En razón de su importancia jerárquica, la que él ocupa es más grande, casi un trono (son muebles antiguos, forman parte de un ritual).

A su izquierda, en una silla no menos elegante, pero vulgar como las demás, Virginia González Torres, directora general de Salud Mental de la Secretaría de Salud, le habla con franqueza. A la derecha del secretario yo me comporto, literalmente, como un mudo y risueño testigo.

Corpulento, ojiclaro, ingenioso, simpático, vestido con una abundante camisa blanca, el secretario toma notas sobre una tarjeta de cartoncillo, dibuja cifras, signos, ceros, hace cuentas, asegura que no hay problema: desde ya se les puede volver a pagar sus 40 pesos diarios a los pacientes del Hospital Psiquiátrico Yucatán que trabajan en los talleres del Modelo Hidalgo. No lo dice pero es obvio que sabe lo que sucedió hace apenas un rato en ese pequeño, ruinoso y desolador establecimiento.

Sabe que Virginia llegó sin avisarle a nadie, que no pasó por el despacho de la directora, que siguió de largo hasta el patio de los pacientes crónicos, que entró al pabellón de mujeres, que sacó su teléfono y comenzó a grabar la escena: un dormitorio enorme con muy pocas camas, una parvada de ventiladores oxidados y descompuestos como zopilotes muertos colgados del techo, dos lavamanos impecables al fondo, dos regaderas, tres excusados (uno de ellos, sin jalar, atesoraba una sólida pieza de excremento).

Pacientes del Hospital Psiquiátrico de Mérida. Foto: Jaime Avilés

Pacientes del Hospital Psiquiátrico de Mérida. Foto: Jaime Avilés

Sabe —porque todo el tiempo fuimos espiados— que Virginia entrevistó a Diana Balbina, que abrazó y besó a una niña gordita que daba vueltas y vueltas gritando “¡No puede ser! ¡No puede ser!” Sabe también que Diana Balbina le señaló la venda que trababa la rueda de una silla ocupada por un ser de género indeterminado, carente de una pierna, para que no se pudiera desplazar a su antojo.

Sabe que Virginia grabó un sillón provisto de vendas en los descansabrazos, que se usa para amarrar a las que se ponen difíciles; sabe que Virginia echó un vistazo al traspatio donde otras rejas y otras vendas sugieren castigos que yo prefiero no imaginar, y sabe que de ahí se fue al pabellón de hombres, cada vez más indignada…

Sabe que ahí saludó a casi todos los hombres deformes, informes, impedidos, grotescos, de beso y abrazo, que les echó una arenga sobre los derechos de los usuarios, y que éstos la ovacionaron risa y risa, en tanto que uno, el más joven, le decía a cada rato “¡mamá!”, y sabe —porque ahí estaba ya un agente de los servicios ni tan secretos del gobierno yucateco grabando con la cámara de su propio teléfono— que Virginia le entregó 80 pesos a cada uno de los enfermos, que de su propio bolsillo les cubrió el salario del lunes y del martes, y que por último ordenó que les abrieran la tiendita para que pudieran comprar sus golosinas.

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A la mejor el secretario también sabe (o quizá es mejor que no sepa) que, por último, Virginia fue a la oficina de la directora del hospital, María del Carmen Chim Keb, y le reclamó la desaparición de 800 pesos correspondientes a los ahorros de los usuarios (que ahí mismo fueron repuestos), y la amonestó por violar las disposiciones de la Norma Oficial Mexicana de 2016, sobre los derechos de los pacientes, antes de que por último, con la más amable gentileza yucateca, la administradora de la institución, Irene Espadas Guerrero, pusiera un coche a su servicio.

Una paciente del Hospital Psiquiátrico de Mérida compra golosinas en la tiendita. Foto: Jaime Avilés

Una paciente del Hospital Psiquiátrico de Mérida compra golosinas en la tiendita. Foto: Jaime Avilés

—Ahora vámonos de volada a la oficina del gobernador— me dijo Virginia antes de informarle al chofer que debía llevarnos al palacio de Rolando Zapata Bello, donde éste no estaba, pues acababa de rendir (la víspera) el tercer informe anual de su sexenio y se encontraba, según su cuenta de Twitter, “atendiendo periodistas locales y nacionales”.

Así fue como llegamos a la situación que inaugura la segunda parte de esta crónica: el diálogo con el secretario de Gobierno, Rodríguez Asaf, que multiplicó, en números muy redondos, 40 pesos diarios por cinco días a la semana, 200 pesos, por cuatro semanas que tiene el mes, 800 pesos, por “vamos a suponer 100 usuarios”, 80 mil pesos.

—Oye—le dijo por teléfono a la persona encargada de las finanzas del gobierno—, son 80 mil pesos mensuales, por tres meses, 240 mil pesos, oye, es poquito, esa cantidad la podemos cubrir tú y yo, nosotros ganamos mucho. Aquí la doctora Virginia me está diciendo que ya les debemos todos los días de este mes.

En una llamada previa le había dicho:

—Contadora, la doctora Virginia me dice que el hospital psiquiátrico no ejerció dos millones y medio de pesos del presupuesto del año pasado. Me está proponiendo que de ahí se les pague su sueldo.

Tras oír la respuesta, cubrió la bocina y le explicó a Virginia:

—Dice que la meten a la cárcel.

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—¿Por qué?

—Dice que debemos devolver los dos millones y medio al gobierno federal, porque si no la Auditoría Superior de la Federación nos mete a la cárcel. Contadora—dijo al teléfono—, quiero que me genere un esquema para que el gobierno nos haga un préstamo y les podamos pagar a los usuarios del Modelo Hidalgo enero, febrero y marzo. Y en marzo, cuando llegue el recurso federal, cubrimos el préstamo.

Mientras la mujer atendía su ocurrencia, para desecharla en seguida, y volver a llamarlo e informarle que ya tenía la solución, el secretario de Gobierno y la directora general del Centro Integral de Salud Mental, que debe velar por el buen funcionamiento de todos los manicomios públicos de México, pasaron a las confidencias…

—Doña Virginia, ¿usted es hermana del Doctor Simi?

—Y de otros famosos, pero no tengo nada que ver con el Partido Verde, a mí esa  política no me interesa. Yo vengo luchando por los derechos de los pacientes psiquiátricos desde hace 39 años, empecé como sociedad civil, ahora soy funcionaria federal, pero no estoy en las grillas. ¿Por qué no me hablas de tú?

—No puedo, doña Virginia, estoy muy mal educado. A nadie le hablo de tú. Pero, ya que estamos en confianza, ¿le puedo decir una cosa? Bueno, si me perdona, voy a tener que usar una palabrota. A mí ya me habían dicho que usted es una cabrona.

El secretarío general del Gobierno de Yucatán, Roberto Antonio Rodríguez Asaf. Foto: Internet

El secretarío general del Gobierno de Yucatán, Roberto Antonio Rodríguez Asaf. Foto: Internet

Risas y más risas trajeron a cuento que, en octubre de 2015, Virginia tumbó a martillazos dos muros del pabellón de las crónicas, para que se sintiera menos el calor, debido a la descompostura de todos, lo que se llama todos los ventiladores del dormitorio. Claro que la noticia ya había salido en PorEsto!, el diario más sensacionalista de Yucatán.

—Ese hospital ya no sirve—dijo el secretario—, no tiene futuro. ¿Cuánto nos costaría construir uno nuevo, moderno, grande, con todos los servicios?

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—En ese fólder que tienes ahí—dijo Virginia— está toda la información: el presupuesto, los planos, el tamaño del terreno, es una obra que se puede hacer en un año.

—Sí, doña Virginia, pero cuánto cuesta.

—Noventa millones.

—¿Noventa millones? ¿Qué le parece si decimos cien? Nada más quiero aclararle, yo no soy Dios, ¿eh?, usted tiene que conseguir el dinero.

—¿Yooo?

—Como le digo, a mí me gusta resolver las cosas lo más rápido, dentro de mis capacidades, pero ya se lo aclaré, yo no soy Dios. Usted consiga el dinero, yo consigo el terreno, ya estoy pensando en donde vamos a tener el nuevo hospital, no dentro de la ciudad sino en un lugar tranquilo…

—Tiene que estar dentro de la ciudad—lo rebatió Virginia—, el Modelo Hidalgo no es para aislar a los usuarios, es para ayudarlos a regresar a su casa, a su familia, es un proceso psicosocial.

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—Entonces, doña Virginia, déjeme darle otra pensada. ¿Usted puede conseguir el dinero?

—Hay un mecanismo. Yo a la mejor puedo convencer a la secretaria de Salud para que ponga la mitad, pero tú convences a tu gobernador para que ponga la otra. O sea, la mitad y el terreno.

—Pero cómo sería el hospital…

—Son un total de 12 villas. Cada villa es para doce personas, tiene recámaras, baños, cocina, los usuarios preparan sus alimentos, siempre los acompaña una enfermera o una trabajadora social. ¿No has leído Los manicomios del poder, que escribió el compañero Avilés?—dijo Virginia aludiéndome.

El secretario no disimuló su justificada ignorancia al respecto de un libro tan desconocido, ni mostró interés por el nombre de su autor, por lo cual Virginia se acomidió a decirle que investigara quién era Jaime Avilés.

—Lo voy a investigar—dijo el funcionario y volteó a verme, con un guiño cómplice—, al cabo que los secretarios de Gobierno no investigamos a nadie.

—Creo que nos caímos bien—dictaminó Virginia, cuando la negociación concluyó con un acuerdo específico: crear una comisión de enlace entre el psiquiátrico y el gobierno estatal, para corregir las anomalías y los abusos que deben ser resueltos, a efectos de lo cual se agendó una nueva reunión para el miércoles próximo—. ¿Qué signo eres?

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El secretario lo reveló y Virginia celebró la coincidencia pues tres de sus cuatro hijos nacieron bajo la misma configuración astral.

—Yo le quiero decir, doña Virginia, que me comprometo al cien por ciento con este proyecto, lo vamos a sacar adelante, pero incluyendo a nuestro secretario de Salud…

—No sé para qué, pero está bien… Anda diciendo que lo atacan para que no sea el próximo gobernador…

—Un momento, un momento. Si usted va a hablar del secretario de Salud, el secretario de Gobierno no puede oír esto—dijo el brazo derecho de Rolando Zapata, abandonó su silla tronal y se sentó en una silla tan vulgar como la de Virginia, parando atentamente la oreja.

Luego hizo venir a un hombre de toda su confianza y le contó el chisme, para que oficiara de testigo. Yo no podía estar más encantado. Un telefonazo extra coronó el arreglo: los usuarios van a cobrar todo enero, en lo que llegan los dineros de México. En cuanto al nuevo hospital psiquiátrico, el secretario “generará” un proyecto de convenio entre Mercedes Juan López, secretaria de Salud del Poder Ejecutivo Federal, y el gobernador constitucional de Yucatán, Rolando Zapata Bello.

—Oiga, doña Virginia, ya que soy del mismo signo de sus hijos, y como de la misma edad, ¿no quiere ser mi mamá? Si me equivoco me regaña… ¿Qué hijo puede negarse a atender lo que le pide su madre?

Virginia González Torres es una de sus visitas a las instalaciones del Hospital Psiquiátrico “Yucatán”. Foto: Secretaría de Salud de Yucatán

Virginia González Torres es una de sus visitas a las instalaciones del Hospital Psiquiátrico “Yucatán”. Foto: Secretaría de Salud de Yucatán

Salimos a la calle mirando el reloj, trepamos al coche, el chofer nos llevó al aeropuerto internacional de Mérida “Manuel Crecencio Rejón”, periodista liberal, a quien medio país considera padre del derecho de amparo, en tanto la otra mitad atribuye ese mérito al jaliscience Mariano Otero. Le dije a Virginia:

—Resolviste un problema de 80 mil pesos, ahora tienes que conseguir 90 millones y adoptar un hijo.

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Ya en el avión, recordando el amor con que la habían recibido, abrazado, besado en el manicomio, la súbita confesión (“me violó mi papá”) de la niña que daba vueltas gritando “¡no es posible, no es posible!”, la ternura del muchacho flaco que le decía “¡mamá”, el ancianito pelón ex hippie que hacía la V de la victoria posando para los teléfonos celulares, recordando en fin todo eso, Virginia echó el respaldo de su asiento hacia atrás y se sinceró conmigo.

—¡Me encantan los locos! ¡Los adoro!

Rodríguez Asaf, por su parte, depositó ayer los 80 mil pesos mensuales de los usuarios que garantizan los pagos de enero. Parafraseando al muchacho que en el patio del hospital me había preguntado, después de cobrar su sueldo del lunes y del martes, “¿y cómo le vamos a hacer el miércoles?”, me quedé con una duda: resuelto enero, ¿cómo le hará el gobierno de Yucatán para febrero?

El dólar ya está en 19, el barril de petróleo en 18, las reservas dejaron de crecer, la burbuja de la deuda externa tiembla: Moreira declara mañana ante la Audiencia Española, ayer un piquete de priístas colocó una manta frente a la embajada de España: “¿Quién les dijo que son la policía del mundo?”.

Consulta la primera parte: Motín en el Hospital Psiquiátrico de Mérida: la burocracia castiga a los pacientes

Jaime Avilés †
Escrito por

Director fundador de Polemón. Dramaturgo, periodista, narrador y cronista. Fue marinero, actor de carpa, activista político y criador de conejos. Desde 1995 publicó una columna política semanal en el diario La Jornada titulada Desfiladero. Dos de sus crónicas forman parte de la antología A ustedes les consta de Carlos Monsiváis. Su obra ha sido traducida al francés y al italiano.

1 Comentario

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  1. Avatar

    Tomas Zapata

    22 enero, 2016 at 9:32 am

    Que buena Cronica… y creo que así se resuelven las cosas. Con dialogo, con fraternidad y no con actos de prepotencia o violencia. Felicidades a Doña Virginia y a Don Jaime

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