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Desfiladero

Por qué Ebrard no

A Enrique Peña Nieto le contaron que el verdadero autor de la investigación sobre las casas que le regaló el Grupo Higa fue Marcelo Ebrard. Es más: le dijeron que Ebrard comenzó a recabar información para destruirlo políticamente cuando ambos todavía eran precandidatos a la Presidencia en 2011. Es más: le aseguraron que Marcelo se guardó lo que había averiguado cuando Andrés Manuel López Obrador le ganó la candidatura del PRD, pero siguió recabando datos para usarlos cuando le resultaran de mayor provecho.

Cuando la mayor parte de la línea 12 del Metro fue paralizada a causa de una serie de errores de planeación y construcción, Ebrard quedó, a los ojos del público, expuesto como presunto responsable de un fraude valuado en más de 45 mil millones de pesos, que hoy lo tiene a las puertas de la cárcel.

El escándalo de las casas Higa, que exhibió a Peña Nieto como un corrupto de clase mundial, estalló poco después de la matanza de estudiantes normalistas en Iguala, y poco antes de que el esposo de la Gaviota viajara a China y Australia. Por eso, al volver de aquel paseo, preguntó en un discurso temblando de ira quién le había dado tan duro sopapo. Y quien lo sacó de dudas fue el regente Miguel Ángel Mancera Espinosa.

Fue Ebrard, le dijo el perro guardián del Zócalo, y abundó: Ebrard le pasó la info a Carmen Aristegui y la periodista de CNN y Multivisión, después de confirmarla, pidió y logró el apoyo de Proceso para que el demoledor reportaje apareciera simultáneamente en esa revista y en el portal #Aristeguionline.

Ahora Marcelo Ebrard está en la mira de Peña Nieto y la persecución en su contra ya se ha desatado. En las últimas dos semanas creyó que se pondría a salvo por medio de una diputación federal, pero anteayer, domingo, su proyecto se vino abajo. Carlos Navarrete, empleado de Los Pinos, recibió instrucciones precisas y las obedeció sin chistar: Ebrard no será diputado del PRD, y si no logra que otro partido lo cobije, lo más seguro, como escribió ayer Enrique Galván Ochoa, es que sus problemas con el Metro lo lleven a “una estación cercana a un Cefereso”, o Centro Federal de Rehabilitación Social.

Marcelo Ebrard. Foto: Facebook

Marcelo Ebrard. Foto: Facebook

Delincuente de altos vuelos

Desde el centro de mando de la Secretaría de Seguridad Pública del GDF, la mañana del primero de diciembre de 2012, Marcelo Ebrard dirigió personalmente la represión contra los manifestantes que se oponían a la toma de posesión de Peña Nieto. Ello lo hace responsable de la muerte del profesor Francisco Kuy Kendall, que empezó a perder la vida cuando una bala de goma disparada por la policía le partió el cráneo y lo mantuvo meses en estado vegetativo hasta que dejó de latirle el corazón.

Ebrard impuso a la mayor parte de los miembros del gabinete de Mancera, a quien tuvo atado de manos hasta que surgió el asunto de la línea 12 del Metro y entonces, todavía, trató de culparlo por los “errores” que él mismo cometió por megalómano –al incorporar trenes de ruedas de fierro a una red exclusivamente de trenes neumáticos, para marcar la diferencia–, y por corrupto: los números que han salido a flote hablan de un gasto de 45 mil millones de pesos que, básicamente, no sirvió para nada.

Durante el sexenio de Ebrard, los chilangos vivimos en una ciudad bombardeada, con avenidas rotas durante meses y meses, y calles cerradas a toda hora y en forma intempestiva, sin la menor consideración para automovilistas y peatones. Defensor y garante de los derechos de las minorías ante las cámaras y micrófonos de la sociedad civil progresista –las libertades que hoy gozan las parejas homosexuales modificaron para siempre la vida colectiva del DF–, fue a la vez un represor implacable en las oscuras colonias donde viven los pobres, muchos de los cuales aún están en la cárcel injustamente.

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Su política de mano durísima –aplicada por el káiser Manuel Mondragón y Kalb– destruyó los equilibrios políticos entre las fuerzas tradicionales que dominaban los mercados de la prostitución y el narcomenudeo, y al acabar con ellos –como bien lo explica la ONG Brigada Callejera–, creó vacíos de poder que ahora ocupan los cárteles de los estados aledaños al DF, como La Familia Michoacana, que ya cobra derecho de piso, por ejemplo, en el corredor Roma-Condesa.

Marcelo Ebrard. Foto: Facebook.

Marcelo Ebrard. Foto: Facebook.

A Ebrard no le importó que el partido de Felipe Calderón hubiese ocasionado la muerte de un número indeterminado de personas –¿100 mil, 200 mil, 500 mil?– en la dizque guerra “contra” el narcotráfico, o la desaparición forzada de decenas de miles más, o la tragedia de la guardería ABC, o tantos otros crímenes que permanecen impunes. Sin escrúpulo alguno, Marcelo Ebrard forjó las alianzas del PRD con el PAN que llevaron al poder a priístas asesinos, como Ángel Aguirre en Guerrero y Rafael Moreno Valle en Puebla.

Acosado ahora por el régimen, Ebrard representa la mayor amenaza a la credibilidad del Movimiento Regeneración Nacional. Si el PRI le impidió ser diputado del PRD, tal vez lo hizo no sólo para encarcelarlo cuando mejor le convenga, sino también para obligarlo a refugiarse en Morena, donde su desprestigio sería una rueda de molino atada al cuello de López Obrador. Aunque por otra parte, si cae preso, muchas y muchos y muches y muchxs hípsters que lo adoran, lo convertirían en un héroe y lo sacarían del penal del Altiplano hecho todo un candidato a la Presidencia.

Para la izquierda mexicana –sea lo que sea que esa palabra signifique hoy en día– y para todo el país, lo mejor que podría suceder sería que Ebrard fuera inhabilitado para volver a ocupar un cargo público durante los próximos 40 años. Así se cumpliría en México la recomendación del presidente uruguayo José Mujica: “A los políticos que les gusta mucho el dinero hay que sacarlos de la política”. Claro que esto, por ser bueno para la salud pública, no pasará.

Jaime Avilés †
Escrito por

Director fundador de Polemón. Dramaturgo, periodista, narrador y cronista. Fue marinero, actor de carpa, activista político y criador de conejos. Desde 1995 publicó una columna política semanal en el diario La Jornada titulada Desfiladero. Dos de sus crónicas forman parte de la antología A ustedes les consta de Carlos Monsiváis. Su obra ha sido traducida al francés y al italiano.

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