“Las especies que sobreviven no son las más fuertes ni las más inteligentes, sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”
Charles Darwin
Desde semanas antes de la declaratoria oficial de emergencia sanitaria en México del 31 de marzo del 2020, se nos informó a diario de la evolución de los contagios por COVID-19 a partir de que comenzaron los primeros casos importados y posteriormente cuando ya se consideraban como transmisión comunitaria.
En un ejercicio inédito de transparencia y a través de un lenguaje totalmente accesible para la población, conocimos directamente por el Doctor Hugo López-Gatell, Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud de la Secretaría de Salud, todas las particularidades del nuevo virus que trastocó la vida del mundo entero y las medidas preventivas de higiene que la gente debía seguir para disminuir el riesgo de contagio.
Además, en una significativa muestra del carácter humanista del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, rápidamente se tomaron decisiones para terminar los hospitales abandonados por los rapaces gobiernos del PRI y del PAN y también se les transfirió la tecnología necesaria para que la crisis sanitaria en ciernes no nos ahorcara. ¿Cuándo en nuestras vidas habíamos visto tal determinación de algún gobierno por proteger la salud de los mexicanos?
Del lado institucional, la estrategia para contener al virus ha sido efectiva: hasta la fecha nadie se ha quedado sin cama hospitalaria, a nadie se le ha negado la atención médica, se logró una alianza con los servicios privados de salud para enfrentar coordinadamente el problema, los funcionarios responsables de sortear la crisis han seguido ininterrumpidamente con su labor informativa y, por si fuera poco en este recuento de aciertos gubernamentales, estamos a pocos días de que inicie la vacunación al personal médico que está luchando encarnizadamente y en primera línea contra el SARS-CoV-2.
A la ciudadanía se le pidió poco y sin recurrir al uso de la fuerza; no salir sin necesidad, lavarse frecuentemente las manos con agua y con jabón o usar alcohol gel, taparse nariz y boca al estornudar o toser con el ángulo interno del brazo y evitar aglomeraciones. Simple, viable y los primeros meses la gente respondió a este llamado a quedarse en casa de manera responsable.
Sobre el cubrebocas tampoco se nos engañó; ya que desde un principio se informó que su uso no representaba inmunidad ante el coronavirus, sino que solamente era una acción paralela y que lo más importante era guardar la sana distancia.
Tristemente, y a pesar de que el gobierno volcó sus esfuerzos en evitar que el sistema de salud se viera rebasado por un aumento en el número de contagiados, el distanciamiento social se esfumó de la mente de muchísimas personas apenas se asomaron fechas como el Día de Muertos, la fiesta religiosa de la virgen de Guadalupe y las próximas de la época navideña.
El despiporre irracional prevaleció ante la emergencia sanitaria y todo mundo anda abarrotando los sitios comerciales para comprar regalos y comestibles para la cena de Nochebuena. Otros tantos, los más cínicos, hasta tienen la indecente audacia de hacer reuniones y fiestas para luego presumir en redes sociales su conducta antisocial.
Pero eso sí, cuando se enferman la culpa es de AMLO y de López-Gatell porque no fueron en persona a meterlos a sus casas.
Y es que en la mente estrecha de un numeroso sector que se niega a acatar las medidas para frenar el contagio, ninguna campaña de concientización hace mella pues con el pretexto de que están muy aburridos o hartos, los pobrecillos no tienen reparo alguno en organizar reuniones, en casarse en fiestones, en celebrar XV años con bombo y platillo o en organizar posadas y guateques de fin de año para seguir el relajo y desafiar a la autoridad. Pareciera que para todos esos irresponsables la pandemia es lo de menos frente a un buen vacilón.
Qué lamentable que estemos al borde de que los hospitales colapsen por el actuar insensato de los egoístas que sólo piensan en su necesidad de diversión, cuando ya tenemos la certeza de una pronta vacunación.
Es urgente que fomentemos en la sociedad la responsabilidad colectiva, el sentido común y el humanismo para que en el futuro estemos a la altura de cualquier difícil circunstancia.