Los mexicanos ya nacimos con la semilla de la sospecha. Crecemos desconfiando de todo y de todos. De hecho, hasta el mismo Octavio Paz en su inmortal Laberinto de la soledad lo explicaría con pelos y señales. Somos desconfiados pues. En el pasado, cuando se anunciaba un mega proyecto con bombos y platillos, por lo regular imaginábamos que habría grandes beneficiados, y que esos grandes beneficiados no seríamos precisamente nosotros.
Resulta extrañísimo entonces que se llame así de la nada a una consulta en el plazo de una semana para determinar si este gigante energético puede ampliar sus operaciones.
Yo me pregunto, ¿Cómo para qué una industria con todas las influencias del mundo tendría que hacer una consulta patito con toda la opacidad si tiene una capacidad monstruosa para decidir en nuestro país?
También me pregunto ¿Cómo por qué un presidente municipal emanado de Morena operaría en la opacidad para lograr el sí a algo que no redituaría ningún beneficio fuera de algunas limosnas?
Veamos algunos antecedentes; El periodista Fausto Ovalle escribiría un extenso reportaje con relación a Sempra que le valió una mención honorífica en la Universidad de Guadalajara, el título: “Sempra energy, una empresa limpia que contamina…”
La primera sorpresa al empezar a leer el reportaje es descubrir a los personajes involucrados en la concesión de grandes extensiones de territorio cuyo uso estaba reservado para otros giros. Y me encuentro con Vicente Fox y Ernesto Zedillo, premiados precisamente por Sempra a Felipe Calderón y Georgina Kessel, hijos de ex gobernadores que eran contratados para asesorías y un largo etcétera.
No solo fue la intención de Sempra de exportar gas a Estados Unidos, sino los jugosos contratos por veinte mil millones de pesos que se le otorgaron gracias al gobierno mexicano. O sea, servicio completo. Se gana allá y se gana acá.
Y de repente sucede que de la nada les nace la imperiosa necesidad de consultarnos a nosotros los ensenadenses para saber si queremos que se expandan si ya los tenemos hasta en la cocina.
Quizá el tema no hubiese sido tan relevante, porque nosotros, tan acostumbrados a los abusos, tarde que temprano, hubiésemos cedido, pero sucede que votamos por una alternativa para que precisamente no sucedieran este tipo de ridiculeces y robos en despoblado.
No es el asunto de la promesa de unos cuantos millones de pesos para lavarse la cara, sino que los mismos políticos de siempre ahora colgados de Morena se quieran hasta candidatear a gobernadores haciendo las cosas al estilo de la peor tradición priista.
Imaginen que mi amigo el activista Moisés Santos Mena me escribió alarmado un mensaje diciéndome lo que sucedía ya desde hace un par de décadas:
¿Por qué me opongo a todo lo que de Sempra venga? Porque los conozco. La primera vez que supimos de su presencia en Baja California fue en el 2001, cuando un conocido, arqueólogo de profesión, nos avisó con alarma que una empresa se había metido al sitio arqueológico de El Vallecito y su maquinaria había destruido resguardos rocosos, metates, arte rupestre y todo lo que estuviera a su paso. Lograron parar los bulldozers un par de días después, pero ya habían hecho el daño. Se trataba de la obra de instalación de una línea de tubería: Gasoducto Bajanorte, una de muchas empresas que forma la trasnacional para repartir tareas y dispersar responsabilidades.
Se convoca a una consulta con una semana de anticipación, en la zona urbana de Ensenada pierde de manera aplastante y de repente llegan del sur del municipio y ganan.
La periodista Olga Alicia Aragón compartiría las cifras.
Sigo sin entender el objetivo de una extraña consulta que solo sirvió para arrojar más sospechas no de los sospechosos de siempre, sino de los que se supone estarían de nuestro lado.
Y creo que a este asunto le faltan mas aristas.
