Andrés Manuel López Obrador llegó a la presidencia de México asegurando que el combate a la corrupción y la austeridad le proporcionaría al país recursos suficientes para realizar acciones que no se hacían, por ejemplo, otorgar apoyos sociales, reactivar la economía, recuperar a Petróleos Mexicanos (Pemex), realizar grandes y necesarias obras de infraestructura, etcétera.
Por eso, sus críticos, desde el primer día de gobierno enfocaron sus discursos en desprestigiar esas dos promesas. Fueron muy obvios, pues plantearon sus estrategias en afirmar que AMLO es igual de corrupto que los demás, y que la austeridad, en lugar de servir, perjudica.
En eso se han basado. Una y otra vez desde distintos espacios han establecido campañas de guerra sucia para convencer a la gente de que AMLO es igual a los demás, y que su gobierno no ha hecho las cosas bien.
Por ello la compra de la refinería de Deer Park significa un duro golpe a esos críticos. Y es que se logró adquirir la totalidad de la refinería sin pedir un peso de deuda. Esto, claro está, evidencia más que la estrategia de combate a la corrupción y austeridad están funcionando, pues no sólo se construye en México una refinería, sino que se adquiere en el extranjero otra. Y esto sin detener ningún programa social ni detener alguna obra, y saliendo de una pandemia.
Así pues, la adquisición de la refinaría en Texas no sólo es una acción importante para Pemex, sino que simbólicamente representa una nueva victoria de AMLO antes sus críticos.
Por eso ayer las reacciones de los críticos fueron todas incoherentes: estaban planteadas no con inteligencia sino con odio.
Podemos decir pues, sin miedo a equivocarnos, que AMLO les dio, una vez más, una lección a los de oposición. Y una arrastrada.