Siempre he tenido la impresión de que a lo largo de mi vida las cosas me suceden o demasiado pronto o demasiado tarde. Pienso que voy o un paso atrás o uno delante. Sin embargo, todo, absolutamente todo, sucede siempre en el Hoy. En el eterno Aquí y Ahora.
Desde que tengo memoria, siempre me he encontrado participando en política. Desde que era niño acompañaba a mi mamá a las marchas exigiendo agua, exigiendo drenaje, exigiendo pavimentación, alumbrado público, la instalación de una lechería y una tienda de productos de abasto popular. Me recuerdo a los 6 años volanteando y boteando con colegas y camaradas del “Movimiento Popular” de Tlalpan, mi alcaldía.
Me recuerdo asistiendo a las “escuelas de cuadros” y leyendo el libro de “Espartaco” que en una plática en esa escuela de cuadros me obsequiara Carlos Ímaz, antes de que fuera un actor político nacional y mucho antes de que fuera defenestrado, acusado de corrupción.
También recuerdo las largas marchas en 1988 (yo tenía 14 años) acompañando a Cuauhtémoc Cárdenas, cuando el Frente Democrático Nacional lo postuló como candidato a la presidencia. El fraude con que Carlos Salinas se hizo de “la silla del águila” en aquel entonces y el coraje y la impotencia por los asesinatos de cientos de opositores durante ese sexenio.
Recuerdo a la perfección el alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y las marchas multitudinarias que se convocaron. Recuerdo los discursos del “sup” Marcos. Su figura enigmática y su discurso calaron muy hondo en mí.
Recuerdo cuando en casa, vimos aquel primer debate presidencial donde la figura y el discurso de Diego Fernández de Cevallos hicieron empequeñecer a un Cárdenas de discurso lento y a un Ernesto Zedillo gris en todos los aspectos.
Considero que 1988 y 1994 me marcaron profundamente y que, por eso, en su momento me decidí a estudiar Ciencias Políticas en la UNAM.
Fue hasta la Facultad que aprendí (espero) a leer no las noticias, sino el análisis de las mismas. Poco a poco me fui identificando con los columnistas de los periódicos, sobre todo nacionales. También aprendí a revisar los trascendidos que es en esencia el chisme de lo que ocurre “tras bambalinas” y que no necesariamente dan para una nota periodística.
Entre los autores que descubrí en este camino, me encontré con Vicente Leñero, dramaturgo fundador de la revista Proceso hoy venida a menos.
Leñero escribió una crónica sobre uno de los varios encuentros que tuvo con Carlos Salinas, tanto como candidato como presidente. Ese encuentro en donde Salinas le propone a Leñero “trascender” a Julio Scherer tiene una perla que he venido recordando en estos días: Salinas le reclama a Leñero la línea crítica que Proceso tiene en contra de su gestión, entre otras le comenta que “parecen panistas, todo lo critican” y remata “si un marciano llegara a México y lo primero que leyera fuera Proceso, se llevaría una muy mala impresión de nuestro país”, a lo que Leñero le responde “pero bastaría con que prendiera la televisión para que pensara que todo marcha sobre ruedas”.
Esa anécdota en la pluma de Leñero me ha perseguido desde que la leí. No pienso en marcianos ni extra terrestres, pero sí en el curso irrevocable del tiempo que con los acontecimientos diarios va dando la cimentación de lo que más pronto que tarde será la Historia de nuestro País.
¿Qué va a suceder en un futuro no muy lejano cuando los investigadores lean sobre nuestro cotidiano y se encuentren las fake news del Reforma o El Universal repetidas por millones y hasta la saciedad por medios poco éticos y con un profundo odio hacia quienes apoyamos al gobierno de Andrés Manuel López Obrador?
¿Que por qué escribo? Sencillo: para que en el futuro alguien sepa que los medios hegemónicos controlados por una clase que nada tiene de patriota miente, tergiversa, falsifica y deforma lo que sucede en nuestro país.
Desconozco el alcance que puedan tener mis letras y los medios que con más o menos libertad me publican.
Espero estar haciendo lo correcto y por lo menos en esto, llegar justo cuando tengo que hacerlo. Ni demasiado pronto, ni demasiado tarde.
¿Que por qué escribo? Porque no puedo no hacerlo. Porque espero que mis palabras sirvan de algo.
Amílcar De León T.
16 agosto, 2021 at 4:16 pm
Observando los acontecimientos políticos desde mi palco personal, tengo la impresión que la diferencia de visiones entre gobierno y detractores, no se arreglará con palabras y bajo el postulado “Nada por la fuerza, todo por la razón y el derecho.” La presencia e influencia de grupos internacionales apoyando y atacando a nuestro Presidente, van más allá de su intención de regresar al poder, más allá. Observar que personajes de descendencia extranjera son los más acérrimos enemigos de AMLO, no me dejan duda. Ellos, deseando recuperar el botín perdido y nuestro gobierno defendiendo nuestro hogar. Poner atención a los apellidos de los Krause, Chertoribsky, López Dóriga, Salinas Pliego, Azcárraga, de Mauleón, Murayama, y mil etcéteras, nos dan motivo de sospecha.
Ernesto Villacorts
17 agosto, 2021 at 6:57 am
Alejandro me quedé esperando que nos dijeras qué va a suceder en un futuro…vaya por lo menos lo que tu piensas…pero no; dejaste la pregunta y ya…¡pues cómo!