Fueron, a simple vista, más de 90 mil personas marchando de la Plaza de Tlatelolco al Zócalo de la capital del país para conmemorar los 50 años de la masacre de estudiantes.
Aunque cueste trabajo creerlo, hasta el día de hoy no hay cifras claras de la cantidad de estudiantes asesinados ese 2 de octubre de 1968 en la plaza de la Tres Culturas.
La marcha salió pasadas de las 4 de la tarde. La mayoría de quienes cantaban y gritaban y decían “nunca más” eran jóvenes. Y eran de todas las universidades de la Ciudad de México.
Su creatividad era enorme. A lo largo del trayecto enunciaron una y otra vez a los culpables de la masacre: Gustavo Díaz Ordaz, entonces presidente; Luis Echeverría Álvarez, secretario de gobernación y posteriormente responsable del halconazo del Jueves de Corpus en 1971; y Marcelino García Barragán, en aquel entonces Secretario de Defensa.
Es lindo ver tanta juventud con tanta consciencia histórica, con tantas ganas de no olvidar.
Ya cerquita de llegar al Zócalo, una camioneta que cargaba una gran cabeza de Díaz Ordaz se detuvo en las jardineras que están entre la Calle Madero y la plancha de la plaza.
Nadie lo esperaba y sucedió: de manera veloz, seis personas treparon y bajaron a la cabeza que, en realidad, era un Caballo de Troya disfrazado de Díaz Ordaz, pues cuando las seis personas la quitaron, se pudo ver lo que se encontraba oculto: un Antimonumento sobre el 68, mismo que fue instalado en aproximadamente una hora.
La inauguración estuvo a cargo de integrantes del Comité 68, padres y madres de los 43 desaparecidos de la Normal de Ayotzinapa y por estudiantes de distintas normales rurales integradas en la FECSUM, además de adherentes al movimiento de Atenco que luchan con todas sus fuerzas para que no se construya el proyecto de muerte que es el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México.
La marcha concluyó con fuertes rumores esparcidos desde la Secretaría de Gobierno de la Ciudad de México, los cuales aseguraban que, pronto, gente del gobierno quitaría el Antimonumento 68/18.
Algunos aseguraban que lo harían como los ladrones de casas vacías: en plena madrugada. Ante esta amenaza, integrantes de la Brigada Marabunta montaron vigilancia.
Uno de los brigadistas dijo con firmeza: “que no se atrevan”.