Por: Jorge Gómez Naredo (@jgnaredo)
8 de marza de 2017. En estos tiempos, la carrera profesional, la vida social y privada y las expectativas de una persona (cualquier persona), pueden ser destruidas en menos de diez minutos. Nada valen los alegatos, las razones, los argumentos y las pruebas, nada importa la verdad: un video vale más que mil defensas.
Vivimos en una época donde las imágenes dictan lo verdadero y donde todos nos creemos jueces impolutos que tenemos el derecho a emitir, en unos cuantos segundos, nuestros veredictos irrefutables. Sí, habitamos una época donde cualquier persona puede ser víctima…, y victimario.
El linchamiento
No es el único caso, pero es uno de los más grotescos.
Un profesor de la preparatoria 10 de la Universidad de Guadalajara es filmado durante una clase. Alguien (¿estudiantes? ¿estudiantes aconsejados por profesores? ¿organizaciones estudiantiles?) decide hacer público un fragmento del video de la clase, exactamente en el momento en que el profesor dice palabrotas, es soez y denigra de una forma brutal a las mujeres.
De repente, el video comienza a ser visitado: diez reproducciones, cien, mil, decenas de miles.
Medios de comunicación hacen suyo el video sin ningún tipo de crítica, sin ningún atisbo de duda, sin contextualización. Lo comparten y dan por hecho que lo visto en ese fragmento es real y evidencia la forma en cómo un profesor de una escuela pública se comporta: “miren a este misógino de mierda que denigra a las mujeres”, “¡péguenle duro!” “¡Acábenlo!”
Las redes sociales (es decir, la gente) observan el video. Brota la indignación. Nadie se pregunta por qué y en qué contexto el profesor dice eso, si es real o si es una dramatización, si hay algo más que ese fragmento.
#LordPrepa10 es vapuleado. El juicio ha concluido. Es culpable y se merece lo peor.
La defensa efectiva ante un linchamiento: un caso atípico
Si cometimos un delito, todos tenemos derecho a un juicio justo. Es la esencia de cualquier sistema de justicia. Pero en este mundo de redes sociales, los juicios no los lleva un juez (que se supone actúa bajo los preceptos de la justicia), sino miles de perfiles de Facebook o de Twitter. Y no hay un espacio de tiempo para presentar pruebas si uno se piensa inocente. No hay defensa. Eres culpable aunque no te enteres de que has sido ya enjuiciado. Y eres acreedor a un castigo aunque, formalmente, no hayas sido condenado.
Al siguiente día de haberse difundido el video donde se le veía hablar en un lenguaje soez y denigrando a las mujeres, el profesor de la preparatoria 10 ofreció una disculpa por sus palabras y argumentó que el fragmento que se difundió no estaba contextualizado: él había “dramatizado” una situación de violencia en contra de las mujeres.
La fortuna le sonrió, pues consiguió otra parte del video de la clase, en la cual se evidencia que actuó unos minutos como un hombre machista para evidenciar la violencia machista.
Muchos se retractaron de lo dicho-publicado en redes sociales horas antes. Algunos medios ofrecieron disculpas por “no analizar” el video que difundieron y no “indagar” más al respecto.
Sin duda la forma en que este profesor de la preparatoria 10 de la Universidad de Guadalajara intentó sensibilizar a sus alumnos sobre la violencia en contra de las mujeres es criticable: ¿es la manera más adecuada? ¿Es la óptima para estudiantes adolescentes? ¿Se debe utilizar un lenguaje soez, para los fines que sean, en un aula? Eso puede discutirse. Es claro que el profesor no recibió una capacitación para tratar un tema tan delicado como es la violencia machista. Pero ello, ¿amerita el linchamiento del cual fue objeto? ¿Es acaso justo que se te juzgue por el fragmento (es decir, sin contextualización) de una clase que está dando?
Ahora bien, ¿qué hubiera pasado si ese profesor no hubiera tenido parte del video donde explica la dinámica de la clase? ¿Sus palabras hubieran valido como defensa?
La dictadura del like o cómo el periodismo se fue a la mierda
Medios de comunicación electrónicos, impresos, radiofónicos y televisivos anunciaron la nota “cliquera”: un profesor de la Universidad de Guadalajara habla con lenguaje soez, es machista, misógino, y denigra a las mujeres frente a sus alumnos.
¿Cuántas visitas lograron con esa nota los portales de noticias? ¿Cuántos likes? ¿Cuántos nuevos “me gusta”? ¿Cuántos seguidores en Twitter?
El periodismo, al menos en una de sus funciones más básica, intenta informar y explicar del por qué y para qué, es decir, contextualizar. Hay muchas formas de hacer periodismo, y muchas tendencias que son válidas. Sin embargo, en el caso de #LordPrepa10, no se indagó. No hubo cuestionamientos sobre el video, sobre la edición e intención del mismo, sobre lo que había antes y lo que había después. Nada: se difundió como verdad absoluta.
¿Por qué esta irresponsabilidad? Simple: porque se buscaban likes, se buscaba presencia, porque si un medio sacaba antes el video, tendría más visitas y sería “mejor medio”. En estos tiempos, la vorágine de una información que “seguramente será viral” es más importante que lo que debería ser la esencia del periodismo: informar de forma completa sobre cosas que pasan en nuestro mundo.
Hay algunos medios que hoy dicen “nos equivocamos”. Quizás las disculpas sean sinceras. Pero eso sí, los likes, los nuevos “me gustan” y la “viralidad”, aunque hoy sepan a culpa, siguen ahí y nadie se los llevará.
¿Es acaso ésta la nueva función de los medios de comunicación? ¿Ganar más likes a costa de todo?
¿Y ahora qué hacemos?
¿Quién es culpable de acabar prácticamente con la carrera profesional de un maestro de la Prepa 10 de la Universidad de Guadalajara? ¿Los alumnos (con o sin influencia de organizaciones estudiantiles o profesores) que grabaron el video, lo editaron con dolo y lo difundieron? ¿Los miles que lo compartieron? ¿Quiénes juzgaron al profesor sin haber tenido la contextualización del video? ¿El profesor que se expuso, por querer dramatizar un acto de violencia machista y sin estar capacitado para ello, al escarnio público? ¿Los medios de comunicación que le otorgaron verdad absoluta a un fragmento de video? ¿Las redes sociales? ¿Quién? ¿Quiénes?
La situación es complicada, porque no se puede caer en un régimen autoritario donde nadie pueda decir nada. Pero, ¿cómo salimos de este atolladero en el que nos metieron las redes sociales? ¿Qué es público y qué es privado? ¿Qué ético compartir en las redes sociales y qué no? ¿Cómo podemos manejar estos medios, utilísimos para generar debate y establecer diques a los poderosos y corruptos, sin convertirnos en tiranos?
Quizás la salida sea el periodismo crítico, el que explica, el que contextualiza, el que indaga en las desdichas de la gente y las hace públicas, el que habla de los corruptos y cínicos y los desenmascara, el que informa con puntualidad, seriedad y con responsabilidad.
Pero ese periodismo cada vez es más complicado de hacer, porque ese periodismo cuesta, cuesta tiempo y cuesta dinero, y es más fácil digerir una nota falsa, breve y mal redactada, que un reportaje bien planteado y estructurado, que tarda en producirse horas, días, semanas, meses..
¿Cómo le hacemos para salir de este pantano en el que estamos atrapados? ¿Cómo le hacemos para practicar un periodismo que vaya más allá de la dictadura del like? ¿Cómo le hacemos para elaborar un periodismo que busque, más que nuevos “me gusta”, una forma de transformar al país (y al mundo) vía la información crítica?