El último gobernador de origen perredista que -por unas semanas más- aún queda en el país es Silvano Aureoles. Y en lugar de concluir bien su administración, ha decidido exhibirse por el país (y también por Estados Unidos) dando patadas de ahogado y cuestionando el triunfo de Morena en la entidad donde supuestamente gobierna.
Van de la mano la descomposición e intrascendencia del perredismo con la figura del hoy gobernador que, muy posiblemente, se encuentre pronto en el banquillo de acusados.
La carrera política de Aureoles abunda en escándalos de todo tipo, amenazas, golpes a ciudadanos, corrupción, deuda de más de cuatro mil millones de pesos que deja a Michoacán sin que se conozca a bien su destino, colusión con grupos de narcotráfico y, más recientemente, financiamiento con recursos públicos al portal de “noticias” Latinus, el cual se dedica a atacar al gobierno del presidente López Obrador.
Previo a las elecciones, todas las encuestas evaluaban a Aureoles como uno de los peores gobernadores del país: apenas un 9.6% de los michoacanos aprobaban su gestión.
Para saber qué representa y qué es Aureoles, basta con mencionar tres puntos: a) es un pésimo gobernante; b) la población michoacana está muy enojada con su gestión; y c) hay posibilidad de que la Unidad de Investigación Financiera (UIF) inicie una investigación en su contra.
Este gobernador “exigió” ser recibido por el presidente Andrés Manuel López Obrador y ante la negativa, lo intentó con el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el ministro Arturo Zaldívar, quien también lo rechazó. Ambos lo canalizaron a una ventanilla de la Fiscalía General de la República (FGR) para que entregue la documentación que dice tener y que explica, según él, la participación del narcotráfico en las elecciones en su estado.
Fue el fiscal Alejandro Gertz Manero quién le recibió y escuchó su lamento y descalabro electoral, y lo despachó por la misma puerta por la que entró.
Aureoles, en cada visita, se hace acompañar de un banquito de plástico en el que se sienta a esperar por horas a ser recibido. Mientras espera, sus fotógrafos se deleiten con esa forma ridícula que encontró para hacer su espectáculo de aflicción.
Ahora el gobernador repite su show, pero en Estados Unidos. Está, pues, haciendo un ridículo muy lamentable, aún para alguien que durante muchos años de su vida se ha exhibido en formas muy graves.
Aureoles es toda una fichita, y en él se resume al último gobernador perredista (que hace no mucho tiempo era una de las apuestas presidenciales de la oposición).