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Derroche y extravagancia hasta la muerte: así descansan los narcos en México

El estilo extravagante y ostentoso que los acompañó en vida, algunos narcotraficantes se lo llevan literalmente hasta la muerte. En la ciudad de Culiacán Sinaloa se encuentra el cementerio Jardines de Humaya, donde abundan tumbas de dos pisos, equipadas con sala de estar, aire acondicionado y hasta vidrios a prueba de balas.

Se han cumplido 12 años desde que el ex presidente Felipe Calderón Hinojosa, lanzara a la Fuerzas Armadas de México para combatir a los capos en una guerra contra las drogas, que no ha disminuido ni el tráfico ilegal de estupefacientes, ni el creciente poder de los cárteles. El saldo han sido decenas de miles de muertos, muchos de ellos enterrados por el crimen organizado en fosas clandestinas, arrojados a la orilla de una carretera o colgados debajo de un puente.

Esa es la suerte que corrieron ellos, pero los capos de las drogas se procuraron un final más digno. En el panteón mencionado, una cripta se asemeja una pequeña capilla, con columnas blancas, vitrales con ángeles y una efigie de Jesucristo de pie en el techo. Sólo le faltan las bancas y reclinatorios para confesarse.

Mausoleo de un capo de las drogas. Foto: AFP/ Alfredo Estrella.

Otras, parecen apartamentos con puertas de vidrio, escaleras que conducen al segundo piso y salas de estar con sillones para los dolientes. Algunos de estos sitios cuestan hasta 350 mil dólares, (alrededor de siete millones de pesos mexicanos). A este panteón sólo pueden acceder los familiares y si algún extraño es sorprendido tomando fotos o video del lugar, puede ser arriesgado.

Al caer la noche, las luces se encienden de manera automática en varias tumbas; muchas de ellas tienen sistemas de alarma. La mayoría de las criptas tienen en sus muros fotografías o pinturas de los fallecidos, muchos de ellos de entre 20 y 30 años, pero sin nombre que los identifique.

“Es una expresión del poder del cual han sido ellos ostentosos y creo que también es una manifestación de su ánimo de eternidad, que eso es muy natural en cualquier ser humano”, dice al Chicago Tribune, Juan Carlos Ayala, profesor de filosofía de la Universidad Autónoma de Sinaloa y especialista en “narcocultura“.

“Es también una muestra para los que sobreviven que este hombre fue grande y queda a la posteridad”, añade.

Mausoleo en el Panteón Humaya. Foto: Especial.

La construcción de criptas no se detiene, otros mausoleos se erigen a la espera de la llegada de los nuevos líderes del narcotráfico.

Las lujosas tumbas son uno de los símbolos de la “narcocultura” que ha florecido en la última década, y le añade una faceta religiosa a un submundo que también ha servido de inspiración en la música, series de televisión, y películas.

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“El narcotráfico va permeándose con una comunidad, con una cultura tradicional (…) estamos prácticamente con dificultades de apreciar dónde termina una y dónde comienza la otra”, refiere Ayala.

Capilla donde el santo de los capos de la droga, Jesús Malverde, es venerado. Foto: Especial.

El culto a la Santa Muerte

La “narcocultura” también se ha mezclado con la religión. Los capos de la droga y millones de mexicanos dejaron atrás el culto exclusivo a la Virgen María, y al redentor Jesucristo, para rendirse ante un esqueleto conocido como la “Santa Muerte”, el cual es considerado blasfemo por la Iglesia Católica.

Otros, adoran al “santo” Jesús Malverde, quien según la leyenda fue una especie de Robin Hood, un bandido que robaba a los ricos para dar a los pobres hasta que fue colgado en Culiacán, en 1909.

En Culiacán existe una capilla en honor a Malverde a la que acuden sus fieles para arrodillarse. Cabello negro poblado, cejas gruesas, bigote tupido, tez morena clara, camisa blanca y pañuelo negro, así es el busto del santo al que le piden milagros.

Busto de Jesús Malverde. Foto: Especial.

Los devotos le dejan pesos mexicanos, pero también billetes de Estados Unidos, Canadá, Colombia y Cuba, además de fotografías y notas de agradecimiento.

Néstor Paul Torres, un vendedor de flores, dice que le rezó a Malverde luego de que lo encarcelaron injustamente acusado de robar un banco. Mientras estuvo en prisión, hizo un busto de Malverde en madera que ahora se puede observar junto a otros regalos dejados por devotos.

“Salí gracias a él”, dice Torres, un católico que lleva una cruz en el pecho y que rezó ante el altar a Malverde.

“Hay mucha gente pobre que viene. No es por eso que seamos narcos”, señala.

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