Por: Jorge Gómez Naredo (@jgnaredo)
09 de julio 2015.- Llegar a ser un candidato independiente implica siempre estar en desventaja con los candidatos que postulan los partidos políticos. Primero que nada, se debe registrar la candidatura. Esto no es tan fácil, pues hay que recolectar “firmas”. Dependiendo del cargo es la cantidad: para candidato a diputado, un montón de firmas; para alcalde, muchas más; para gobernador, muchas, muchas más.
Las firmas no deben ser sólo garabatos que las personas pongan en una hoja de papel, sino que deben ir acompañadas de copias de la credencial del INE (para que no se falsifiquen, según eso). Así, llegar a ser candidato independiente implica mucho trabajo. Una sola persona no puede realizarlo todo. Hay que ir casa por casa, tocar, pedir la firma, llevar un escáner para sacar la imagen de la credencial, y estar muy atento de los tiempos, porque si te pasas un minuto en la entrega de algo, ya no pudiste ser candidato. No cualquiera lo logra.
Ahora bien, le pusiste muchas ganas y ya eres candidato. Ya estás en la contienda, ya tu nombre aparecerá en la boleta electoral. Si piensas que la inequidad termina ahí, te equivocas. Ahí es cuando empieza lo peor.
Los partidos políticos reciben, además de sus prerrogativas, recursos públicos para épocas de elecciones. Esto hace más fácil la campaña para ellos: que necesito espectaculares, ahí hay dinero; que hay que poner pendones, ahí hay dinero; que habrá que sacar spots de radio y televisión, ahí hay dinero; que hay que pagar entrevistas, ahí hay dinero; que hay que imprimir volantes, ahí hay dinero; que hay que pasarle una lana al dueño de tal periódico para que hable bien del candidato o del partido, ahí hay dinero. Todo se paga vía el partido político.
¿Y si faltan recursos porque la contienda está muy reñida? Se puede gastar también el dinero que llega de las “contribuciones ciudadanas”. ¿Y si realmente está muy peleada la elección? Siempre hay formas de rebasar los topes de campaña juntando recursos, ya sean del propio gobierno que se quiere conquistar, o de algún empresario que espera “regreso de favores”, o del crimen organizado que espera, también, “regreso de favores”.
Algunos dirán que en los partidos tampoco es que se reparten muy equitativamente el dinero en tiempos de elecciones. Sí, sí, hay razón en eso, porque todos los candidatos partidistas quieren mucho y no alcanza para todos. Pero de que hay, hay, y juntar una “lanita” dentro del partido siempre es más fácil que hacerlo por fuera.
En cambio, los candidatos independientes tienen ellos mismos que conseguir el dinero. Aunque las autoridades electorales les suelen dar una cantidad, ésta es mucho menor que la recibida por los candidatos postulados por partidos políticos. Claro está que el candidato independiente puede volverse no tan independiente, y recibir dinero de empresarios o de grupos de poder o incluso, en los oscurito, de gobiernos y partidos políticos, pero esto, hasta ahora, no ha sido la norma.
Pocos éxitos y reacción inmediata
Las candidaturas independientes se aprobaron no hace mucho. En el pasado proceso electoral se pusieron en marcha por primera vez, y aunque hubo casos de éxito muy rimbombantes (el gobernador electo de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, alias el Bronco, y el diputado local electo de Jalisco, Pedro Kumamoto), en los hechos, para quienes un día deciden que están hartos de todos “los políticos” y quieren cambiar el mundo, es más difícil llegar al poder.
Ahora bien, por muy difícil que sea convertirse en un candidato independiente exitoso (léase, ganador), muchos partidos políticos están como temblando. O como con miedo. Tan es así que han decidido ponerle más candados a los candados que ya tienen las candidaturas independientes. Sí, más.
En Chihuahua, diputados del PRI, PRD, MC, Panal y PT, establecieron que las personas que busquen registrarse como candidatos independientes, tienen que pasar una prueba de pureza, es decir, tienen que comprobar que de tres años al día de la elección no militaron en ningún partido político ni hicieron alianzas, ni simpatizaron con ellos ni nada de nada de nada. Si son independientes, dicen los diputados que aprobaron esta propuesta, que sean unos independientes verdaderos, nada de independientes piratas.
Por su parte, en Veracruz, los del PRI aprobaron en el Congreso local que la persona que quiera registrarse como candidato independiente al gobierno del estado, deberá juntar 172 mil 863 firmas (3% del padrón, no 3% de los votos que se emitieron en las elecciones inmediatamente pasadas). Cosas de la vida: para registrar a un partido político en ese estado se precisan 52 mil firmas. Para ser candidato independiente, más de 172 mil.
¿Por qué el miedo?
Estas modificaciones legislativas realizadas en Chihuahua y Veracruz no necesariamente van en contra de los candidatos independientes, o no sólo contra ellos. Están dirigidas, especialmente, contra la fuga de liderazgos de los mismos partidos. Tienen muy presente lo sucedido con El Bronco, quien militó 33 años en el PRI, fue diputado local por el PRI, diputado federal por el PRI y alcalde por el PRI, pero cuando quiso ser gobernador por el PRI, los del PRI no le dieron la candidatura, y por eso se fue “por la libre” y ganó así, por la libre.
La cuestión ahora es que, para asegurar que sus militantes no anden de independientes (una palabra que conserva y conservará cierto matiz de pureza y de simpatía en amplios sectores sociales), surgen más y más trabas contra quienes desean hacer algo distinto, o le apuestan a cambiar el mundo desde algún cargo público y sin el apoyo de los partidos.
Y no es que los candidatos independientes sean garantía de eficacia o de que acabarán con la corrupción, y quienes militan en partidos políticos sean lo peor de lo peor. No. Decir eso es una falacia, un absurdo. Sin embargo, hay quienes no entran en las ideologías (si es que quedan ahí) de los partidos políticos, y también quienes no quieren seguir las disciplinas partidistas, ni comparten lo que votan los diputados de “su partido”, ni les apetece “ganar cargos” por “llevar gente” al mitin. Hay quienes no quieren eso, y estas trabas, aunque no van dirigidas a ellos solamente, los afectan y los joden. Y de cierta manera se jode la pluralidad que hay en México, una pluralidad que apenas se comenzaba a mirar en eso de las elecciones.