28 de junio de 2018.- Tardo como veinte minutos en la entrada al Tren Ligero. Lleno. Después viene lo complicado: ingresar al vagón. Aprieta la gente y suben los más que pueden, los matemáticamente posibles. Ahí voy adentro, hombro con hombro. Llega un momento en que no preciso las manos para detenerme: hay cuerpos que lo hacen. Venimos como cerillos en una cajita bien cerrada.
Yo pienso, cuando me bajo del vagón, que superé lo difícil. Estoy equivocado.
Lo complicado es entrar al Estadio Azteca. Bajar de la rampa que viene del Tren Ligero ya es tardado. ¿Por qué puerta? ¿Dónde está la fila? Hay tantas filas que desaparecen porque todas están juntas. Es un mar de gente. Nuevamente apretado. Caminar lentamente: demasiado lentamente.
Uno escucha conversaciones:
-Y ustedes, ¿de dónde vienen? –le dice un señor a dos ancianos–
-De Azcapotzalco.
-Ah, pues está lejos. Yo vengo de Neza.
Lo que sucede a continuación es una discusión interesantísima sobre la política mexicana y la participación social. Los ancianos mencionan que los gobiernos han robado mucho, que son corruptos, que no se preocupan por la gente del pueblo, que hay muchas carencias, que hay mucha violencia, que hay mucha tristeza por tantas faltas de oportunidades.
El señor menciona que falta organización de la gente, que Morena es una apuesta a cambiar las cosas, que la forma en cómo Andrés Manuel se ha comportado siempre es digna de encomiar, que las próximas elecciones deben ser ejemplares, que AMLO precisa ganar por mucho para que no hagan fraude.
Aquí, en este estacionamiento humano, las conversaciones son de política. Hay dos tipos que van juntos, que empujan de más, que traen en su brazo uno una bolsa y una chamarra, que se miran sospechosos. Cuando, después de media hora avanzando poquito, ya casi llegamos a los torniquetes, los dos tipos que no se han saludado ni se hablado en todo el trayecto, se comienzan a regresar. La gente detecta lo que estaban haciendo “esos son ladrones”, “no se vale”, “váyanse a robar a otro lado”.
Por fin entro. Es el Estadio Azteca. Aquí no debió haber sido el cierre de campaña de Andrés Manuel, pero aquí es y punto.
II
Cuando entras al estadio, piensas: “ya la hice”. Pero eso no del todo correcto. El túnel por donde debía ingresar: lleno. Ya nadie pasa. Pero, ¿cómo es eso posible? Ya nadie pasa. ¿Por qué? Ya nadie pasa.
Caminata a otro túnel. Igual, nadie pasa. A uno más: aquí sí, uno puede pasar. Y paso junto a cientos de personas.
Desde la cancha, el estadio Azteca luce espectacular: la gente lo llena todo, brutalmente todo. O casi: hay zonas donde recientemente se hicieron adecuaciones y ahí las personas que ingresan son pocas. Incluso, los nuevos palcos del Estado Azteca (al cual suelen ir puras personas fifís) no se abrieron.
El espectáculo en sí es ver a la gente bailar. Bailan en las tribunas, en las canchas, en todos lados están bailando. Hay quienes bailan más y quienes graban en sus celulares a quienes están bailando. Es la dinámica.
Después, aparece Belinda. Yo la verdad es que no la ubico. Y todo indica que mucha gente tampoco. Un señor, cuarentón, me pregunta: “oiga, joven, ¿y esa muchacha con tan buen cuerpo quién es?” Con duda, pero pareciendo seguro, le respondo: “Belinda”.
III
Me quedé exactamente en la zona por donde saldrá Andrés Manuel López Obrador a la cancha del Estadio Azteca. Están los fotógrafos, y junto a las vallas, cientos de personas que esperan. Todo indica que ya saldrá, pero hay una canción de Belinda. Todo indica que ya saldrá, pero Belinda vuelve a comenzar una canción. Ahora sí, seguro que ya saldrá, pero Belinda invita a Espinoza Paz a cantar. ¿Saldrá ahora? Belinda sigue cantando.
Por fin, Belinda se despide, y pronto está subiendo a la cancha del Estadio Azteca Andrés Manuel López Obrador. Este es uno de los momentos más memorables y que tiene ventaja con un acto en el zócalo: el sonido de las consignas “Es un honor estar con Obrador” es, por ser un lugar cerrado, tan radicalmente fuerte que a uno se le pone la carne chinita.
De repente, de unos cañones sale un montón de confeti gigante que cae encima de Andrés Manuel y de todos quienes estamos tomando o fotografías o videos. Es una entrada triunfal. El “Presidente, presidente, presidente” se escucha enorme. La acústica del Estadio Azteca, que no es buena, parece una obra maestra con tantas gargantas gritando y coreando el apellido de su líder.
El camino al templete es largo: hay que saludar a cientos de personas, abrazar, sonreír para las fotos, abrazar niños y/o bebés para que los papás, con cara de sonrisa enorme, les tomen la foto “con el próximo presidente de México”.
Por fin llega. Habla Claudia Sheinbaum, quien presenta a todos los que disputarán una gubernatura en esta elección. Después de un discurso breve, Andrés Manuel habla. Es el clímax del cierre de campaña, de las consignas y de las emociones.
IV
En su discurso Andrés Manuel sorprende. Comienza con un agradecimiento a todas las personas que apoyaron a la construcción de un movimiento que está a punto de ganar las elecciones. A los que se fueron, a los que se “adelantaron”, a quienes no podrán mirar cómo es que se desmorona el régimen de privilegios del PRI y del PAN.
Pero no solamente hace honrar a esos que ya no están, sino que también muestra un enorme agradecimiento a todos los que, día a día desde 2006 o 2012, apoyan el proyecto de cambiar este país: a todos los que fueron casa por casa a repartir volantes o el periódico Regeneración o palabras. A todos.
La gente, cuando escucha estas palabras de agradecimiento, entra en júbilo y grita “presidente, presidente, presidente”. La relación que se establece entre Andrés Manuel y la gente es única. Hay miles de personas ahí, interesadas, completamente atentas a lo que menciona el tabasqueño.
El discurso de Andrés Manuel se asemeja mucho a sus alocuciones en 2006: menciona que se van a cambiar las cosas, y que se harán de forma radical, y que nadie, absolutamente nadie se debe asustar. Porque es lo necesario, lo justo, lo imprescindible. “Nadie gozará de impunidad”.
Andrés Manuel repite lo que ha mencionado muchas veces: que el gobierno con él no va a servir a una élite rapaz, sino que será una administración para la gente, para que haya justicia en este país, para que exista el bienestar.
En realidad, el mensaje es claro: no habrá una cacería de brujas, pero las cosas cambiarán, y ya no se usará al Estado para el enriquecimiento de unos cuantos y la pobreza de millones.
Andrés Manuel habla como presidente: comienza a mencionar todo lo que se hará durante su gestión, los caminos por donde irá, la forma en cómo lograr lo que ha prometido: es el bosquejo de un plan de gobierno.
La gente escucha, atenta.
Andrés Manuel, reconoce, tiene una “ambición legítima”: ser buen presidente. Hace años que he escuchado a candidatos a la presidencia que prometen mejoras, imágenes idílicas de nación y bienestar a partir de su triunfo. Pero nunca había escuchado a una persona que, con tanta convicción, se ponga como tarea (además de gobernar para todos y terminar un régimen de privilegios) ser un “buen presidente”. Eso vale, y es una ambición que puede ser muy benéfica para nuestro país.
V
A las nueve con 23 minutos comienzan a caer unas gotas de agua. ¿Se vendrá el aguacero? Miro atrás y hay tres mujeres: una que ya tendrá unos 60 años; otra, de unos 40, y una chica adolescente. Las tres están cubiertas con un toldo movible formado espontáneamente por una bolsa de plástico negra.
Las tres se ponen abajo, muy juntas, y no dejan de escuchar lo que menciona Andrés Manuel. Yo las veo de reojo, y me digo: aquí tres generaciones de lopezobradoristas.
Cuando Andrés Manuel menciona que, aunque se tiene mucha ventaja en las encuestas, hay que defender el voto y el 1 de julio no confiarse, es decir, hacer una elección histórica, las tres mujeres, las tres generaciones, asienten, y una de ellas, la más grande, le dice a la más chica: “sí, ya estamos organizadas, vamos a defender nuestro triunfo”.
Uno de los momentos más emotivos del cierre de campaña de Andrés Manuel es cuando Eugenia León, como en 2006, como en 2012, comienza a cantar “La Paloma”. Lo hace con la letra actualizada aumentando las desgracias sucedidas a partir de la llegada de Enrique Peña Nieto a la Presidencia de la República.
Yo me levanto y comienzo a caminar por la cancha del Estadio Azteca. Me topo con un chico, veinte años a lo mucho. Parece que va solo. Lleva la casaca de la selección mexicana y al escuchar la canción de Eugenia León, las lágrimas le salen a borbotones de los ojos. Seguramente él era un niño cuando 2006, y ahí está, este 2018, bien echado para adelante. Es bien interesante que en preferencias electorales, el “voto joven” no fuera para Ricardo Anaya (el casi joven fifí) ni para un administrador “con experiencia”, sino para un “viejito” con muchas canas.
El cierre de campaña terminó con el himno nacional, muchos “presidente/presidente/presidente”, muchos “es un honor estar con Obrador”. Se escucha la canción oficial de Morena, y la gente la canta. Se saben su letra de memoria.
A pesar de que el cierre de campaña de Andrés Manuel López Obrador no debió haber sido en el Estadio Azteca, no está demás decir que fue lindo que fuera ahí.
VI
Espero para salir: que se vaya yendo la gente para que la salida no sea como la entrada. Me espero una media hora y después a buscar un transporte para retornar al centro de la ciudad. Fracaso: hay muchísima gente, más que cuando llegué.
Entro al Tren Ligero, y la gente es mucha. Duro alrededor de media hora en llegar al andén. Llueve. Me mojo junto con miles de personas, pero todo es alegría: la gente, cuando mira algo lindo, echa la consigna “Es un honor estar con Obrador”. Por ejemplo, alguien saca un paraguas y cubre a unas tres o cuatro personas, y suena la consigna; alguien, cuando llega a una zona cubierta, dona el plástico con el que se cubrió para los que todavía se están mojando, y suena la consigna; cuando llega un tren, suena consigna; cuando alguien se acuerda de algo que dijo AMLO en el estadio, suena la consigna.
Ya dentro, en el vagón del Tren ligero, la gente discute acerca de política: hay quienes presumen que están con AMLO desde 2000 y que estarán con él siempre; unos más hablan de lo importante que es cuidar la elección. Y todas estas pláticas se hacen mientras mucha gente grita consignas a favor de Andrés Manuel y en contra del PAN y del PRI.
El vagón del Tren Ligero es una fiesta. Llego al Metro, estación Tasqueña rumbo a Cuatro Caminos, y nuevamente los pasillos son gritos de “Es un honor estar con Obrador” y de “presidente”.
Sin duda, ha sido un día de fiesta. El 1 de julio también lo será. Hay un mar de sueños que no caben en ningún lado.
Andrés Yáñez
28 junio, 2018 at 4:17 pm
Pues sí, tal como reseña Gómez Naredo, fue un día de grandes emociones. Allí estuvimos, hicimos el recorrido metro -tren ligero-, ni sentimos lo mueganeado del viaje, la gente, contrariamente a las vivencias cotidianas en ese tipo de transportes, era súmamente amable y respetuosa, quizás hasta “amorosa” como diría AMLO. El mismo ambiente se respiraba afuera como al interior del estadio, la mayoría era inusulmente amable, risueña, extrovertida; identificados por la convocatoria de un gran hombre, para hacer de México y de su población una gran nación. Titánica tarea que, sin tintes de un mesianismo, que absurdamente le atribuyen los chayoteros oficiales y oficiosos, del clan de los Krauces, sólo alguien con los atributos de AMLO, podía tener la fortaleza y la determinacón de realizar. Remando a contracorriente, con la generosa, pero enérgica tozudés que suelen tener los elegidos por la historia. No hay duda de que será nuestro próximo presidente…pero con presidencia o sin ella, la historia de principios del siglo XXI, registrará a Andrés Manuel López Obrador, como uno de los más egregios personajes del mundo.
En otro orden, es de agradecer la solidaridad de todos quienes, con su arte, contribuyeron a hacer más amena y regicijada la espera: Caña Brava, el Decimero, Margarita, “la diosa de la cumbia”, Espinoza Paz y, especialmente Belinda. A quien la gente le pedía que cantara otras más, cuando menos en el extremo en que me ubicaba, hasta arriba de frente al foro, esas eran las voces que se escuchaban. Honor a quien honor merece.
Y ahora, A. VOTAR. COMO. NUNCA!!! Superemos el 70 u 80% de la votación. TEMPRANO, para vigilar la instalación de la casilla, tener cuida de cuzar bien los espacios ya sea de Morena, PT, O ENCUENTRO SOCIAL, para que no nos anulen boletas.
Permanecer cerca, vigilando, y cualquir anomalía que observemos tomar foto o video y reportar a FEPADE y a MORENA.
Este es el momento de cambiar este sistema. Tal vez no haya otra oprtunidad de que sea pacíficamente,en muchos años.
No le dejemos esa carga a las nuevas generaciones!!!
AMLO. PRESIDENTE!!! Por el bien de todos!!!
Salvador Bermudez
30 junio, 2018 at 1:02 am
Súper, he leído varias de tus crónicas de la campaña de AMLO y todas me fascinan. Me parece importante que incluyas tus fotos y videos de lo que vas viendo y escribiendo, así me parece estar en el lugar y disfrutar el momento. Gracias y muchas felicidades Jorge Gómez Naredo.
Jorge Reynoso
28 junio, 2019 at 8:36 pm
En HONOR a todos aquellos que lucharon por años, por decadas para que esto fuera posible.
En honor a esos que se nos adelantaron, y mientras vivieron lucharon dia a dia por DESAPENDEJAR a una sociedad muerta (hasta ese entonces) por ir de casa en casa, por apoyar en las manifestaciones, por estar ahi al lado de Amlo, gritando consignas, y que no pudieron verlo con sus propios ojos como PRESIDENTE.
Aqui no vale el “perdon por mi estupida esperanza” ni el “hay perdon ya no te apoyo”.
ES UN HONOR ESTAR CON OBRADOR.