Hoy empieza la cuarta visita de Andrés Manuel López Obrador a Estados Unidos desde que Trump puso en marcha su catálogo de medidas racistas y discriminatorias contra los mexicanos que viven en aquel país. Lorenzo Meyer, el pasado jueves en Reforma, citó datos de un artículo especializado en el tema, que demuestra cuán esquiva es la política de odio impulsada por el animal de la Casa Blanca.
De los 11 millones de migrantes ilegales que hay en EU, 6.5 son mexicanos y 1.5 de Guatemala, El Salvador y Honduras. En este universo, 7.5 por ciento han cometido faltas leves (infracción de tránsito y por el estilo) y 2.7 por ciento delitos graves. Al mismo tiempo, de una población de 300 millones de gringos (datos de 2014), 6 por ciento es culpable de crímenes mayores.
Así, de los 8 millones de ilegales procedentes del norte de América Latina, 460 mil se pasaron un alto y 216 mil son asesinos, narcos, violadores, etcétera, mientras 16 millones de hijos del Tío Sam incurrieron en este segundo orden de faltas a los códigos penales (Vivian Yee, Kenan Davis y Jugal K. Patel, NYT, 6 de marzo 2017).
En Nueva York, entre hoy y mañana, López Obrador denunciará a Trump ante la ONU y se reunirá con paisanos que viven allá, la mayoría de los cuales trabaja en los más famosos restaurantes y son especialmente apreciados por sus habilidades culinarias. El miércoles, AMLO irá a Washington y presentará una demanda legal contra el magnate rupestre de origen alemán ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Desde que Trump finalizó su primer discurso de insultos y amenazas contra México y los mexicanos, el dirigente nacional de Morena le respondió, vía Facebook, diciendo que el nuestro es un país soberano, no una colonia, y que se sabría defender conforme a derecho. No había acabado de colgar en la red ese video, cuando Denise Dresser y Juan Ignacio Zavala, hermano de Margarita, ya estaban burlándose del mensaje de AMLO con el mismo odio que Trump había pronunciado el suyo. (Y con la misma fobia racista: este pinche prieto tabasqueño viene con todo.)
Después, mientras Peña Nieto regresaba al baño de la Ibero y Videgaray ponía cara de que la Santísima Virgen le hablaba (por teléfono), López Obrador se les adelantó al diseñar un conjunto de medidas, no menos ejecutivas que las órdenes de Trump, para proteger a los paisanos. Dos días más tarde Peña hizo suyas varias de ellas y esta vez Dresser y el cuñado de Felipe Calderón ya no se burlaron.
Con visitas relámpago a diversas poblaciones de la unión americana, donde reunió a miles de mexicanos y les ofreció su respaldo, AMLO ha desarrollado por primera vez en su larga trayectoria de lucha, un conjunto de iniciativas de política exterior, materia en la que por principio no se había metido. Pero desde la pesadillesca irrupción de Trump ha debido multiplicar sus actividades, manteniendo un ritmo de trabajo incesante, dentro y fuera del país, sin perder de vista las elecciones locales de junio en el Estado de México, donde Morena cuenta con comités de defensa del voto, integrado por ocho personas cada uno, en casi todas las secciones electorales.
El Estado de México no es sólo el nombre de una organización criminal tan destructiva como el Estado Islámico. Es también el territorio que contiene el mayor número de votantes de todo el país por estado (11 millones 23 mil a junio de 2015) y mantiene viva la más vergonzosa y abusiva tradición de fraudes electorales en la historia de nuestra supuesta república. Ahí nos impusieron a Peña Nieto en 2012 y demostraron de qué está hecho y a quiénes sirve el Instituto Nacional Electoral.
Una página de Wikipedia, sin la menor seriedad ni validez, pone ahora mismo a Josefina Vázquez Mota, la candidata del PAN, como ganadora en cuatro de cinco encuestas, a Delfina Gómez Álvarez, candidata de Morena, en segundo lugar en dos de esas encuestas, y a Alfredo del Mazo, primo de Peña Nieto, derrotado en todas las encuestas, pero empatado en tres con Delfina.
¿Dónde se perpetra el mayor número de feminicidios? En el Estado de México. ¿Dónde está la policía más corrupta? En el Estado de México. ¿Dónde hay más violencia? ¿Más inseguridad? ¿Más asaltos en vehículos de transporte público? ¿Dónde son peores todos los rubros de la descomposición social? En el Estado de México. El Estado de México es el espejo de la devastación del país.
La organización criminal Estado de México, incrustada en el Partido Revolucionario Institucional y en el gobierno de la res pública, ya está repartiendo tarjetas de débito para que sus fieles vayan al súper y compren coca cola, maíz, frijoles y tortillas. ¿A cuántos muertos de hambre controla aún el PRI por este conducto? Recuérdese que tras las elecciones de 2012, ya declarado ganador Peña Nieto, muchas de esas tarjetas de débito fueron rechazadas en las tiendas Soriana porque no valían un centavo.
¿Cuánta gente que recibió su tarjeta para comprar en Soriana, votó por Peña y fue timada, venderá su alma al Estado de México otra vez? Pero quizá todavía sea más importante: ¿cuántos cochineros avalará el Instituto Nacional Electoral sin temor a enmierdarse, qué tan bajo está dispuesto a caer, en cuánto piensa vender su “prestigio” para que el 4 de junio el PRI se robe la victoria, “haiga sido como haiga sido”?
¿De qué tamaño será el compromiso de Lorenzo Córdova con la historia, con la estabilidad política, con la gobernabilidad? ¿Qué tensará más las cosas? ¿Una arrolladora victoria de Delfina Gómez? ¿Un nuevo fraude electoral que nos diga: ustedes no pasarán en 2018 ni nunca? ¿O un proceso competido, liso y terso, que muestre signos de entendimiento en las cúpulas de la patria? ¿O un sálvese quién pueda, en donde televisos por un lado y teveaztecos por el otro, se deschonguen, mientras Peña y Cienfuegos apuestan al golpe militar?
López Obrador llega hoy a Estados Unidos, con un proyecto de gobierno que expondrá ante los paisanos, pero también con un discurso que echará por tierra, las falacias de Trump. Desde la crisis de 2008 —vuelvo a Lorenzo Meyer— la migración de mexicanos a EU se redujo —se habían ido 500 mil durante cada año del gobierno de Fox— y aumentó el número de los que regresaron. Por otra parte, la robotización de las fábricas ha favorecido la disminución de puestos de trabajo, pero no los índices de productividad.
Quizá todavía no se entiende que el proyecto de Morena —detrás del cual hay miles y miles de cerebros conectados por la red— busca nuevas formas de relación entre las fuerzas productivas y los medios de producción para que el trabajo humano sea más humano, y los frutos del trabajo humano, menos mortíferos para los humanos.