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Crónicas

La modernidad o cómo Netflix devoró al videoclub mejor surtido de la ciudad

I

No recuerdo la fecha exacta. Debió ser ya hace más de diez años. Quizás quince. Las reminiscencias son débiles. Tímidas.

Me dijeron que había mucho surtido, que tenían “joyitas” que no las encontrabas en otro lugar. Que era algo espectacular. Que si lo conocías, te enamorabas.

Me presenté ahí. Era cosa normal en ese tiempo que debías llevar, para un asunto como al que enfrentaba, una copia de identificación oficial y un comprobante de domicilio. Nada de tarjeta de crédito ni de correos electrónicos ni de números de celular.

No recuerdo quién me atendió, ni su rostro ni un aproximado de sus años ni el color de su cabello ni sus sonrisas. Se me borró de la mente como miles de imágenes y momentos se me han olvidado en estos últimos lustros.

“Ya está, aquí tienes”, seguramente me dijo esa persona que no recuerdo.

En mi cartera guardo aún la credencial con el número que me asignaron: nueve uno cuatro. Desde ese momento fui el novecientos catorce en Video Diversión.

En ésa época, no recuerdo bien la fecha exacta, uno no solía mirar todo el día una pantalla de teléfono. En esa época uno no acostumbraba mandar mensajes que llegaban en menos de un segundo. En ésa época la vida aquí, en Guadalajara, era bien distinta. Al menos para mí.

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II

El sábado pasado llegué. Tenía un mes de no ir. Poco menos. Quizá poco más. Algo andaba mal: lo noté de inmediato.

            -Oye, ¿y qué pasa aquí?

            -Pues que nos vamos.

            -¿A dónde se van?

            -A ningún lado.

            -Es decir, ¿cierran?

            -Sí, cerramos.

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Quizá es que soy exagerado, pero como que me dolió. Como que me dieron ganas de sentir congoja. ¿Y ahora qué voy a hacer? ¿Y ahora qué sigue?

III

Mi cuñado emocionado me contó que había contratado Netflix. Me preguntó si le quería entrar. “Renta compartida”, me dijo mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa que parecía afirmar ahorro: “pagamos menos y disfrutamos lo mismo”.

De eso hará cosa de dos años. Me convenció: “sí, sí, sí, claro, le entro”. Me pasó el nombre de usuario y la contraseña (XXXXXX). ¡Qué costumbres tan extrañas tienen las personas para seleccionar sus contraseñas!

Primer día de Netflix: oye, qué maravilla, qué cosa eso de estar sentado enfrente de la televisión y tener un montón de películas a tu disposición. Mira, de acción, de drama y series de televisión. Oye, búscale esa película de ese actor que se llama. ¿Cómo se llama? Ah sí, ése, búscale. Oh, mira, está ésa, y también ésa. A ver, apriétale. Oye, pero qué buena calidad. ¿Están en alta definición o en fu-ll-de-fi-ni-tion? Sí, sí, se ve muy bien. Poca madre. A ver, párale, busca mejor una película que se llama. ¿Cómo era que se llamaba esa película donde salía tal actriz? Sí, sí, la de la trama complicada donde ella se enamora de él y él de ella? ¡Sí está! ¡Pero qué maravilla!

IV

Están empacando. Cajas y más cajas de cartón. Y también están vendiendo. Un DVD puede que lo consigas en 20 pesos. O en 30. O si es complicado de encontrar en las pocas tiendas de discos que aún sobreviven, quizás hasta en 50. O si es estreno, puede que llegue a los 60 o 70. O si es de Europa, puede que en ciento veinte pesos.

Ya no hay alquiler. Todo se está vendiendo. DVD y Blu-ray. Éstos segundos son más “caros”. Los encuentras desde los 30 y hasta los cien cincuenta pesos.

Paseo por sus pasillos. ¿Cuántas veces estuve aquí, indeciso, sin saber cuál película alquilar? ¿Cuántas veces leía la sinopsis y contaba las moneditas en mi bolsillo y reflexionaba sobre qué me iba mejor, si alquilar una de estreno o dos de catálogo? ¿Cuántas veces?

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¿Cómo defino esto que siento? ¿Congoja, nostalgia, tristeza? Miro sus estantes que antes estaban llenos de estuches de DVD. Ahora están vacíos. O semivacíos. Es un páramo y huele a desierto. Es como la soledad.

Captura de pantalla 2016-03-28 a las 11.47.42

Es raro que sienta una relación sentimental con una empresa, con la iniciativa privada. No voy a llorar cuando cierren un Starbucks. Ni tampoco si quiebra un Aurrera o un Soriana o las pastelería que vende únicamente “pasteles y galletas finos”. No me importan. Pero con esta empresa es distinto. Me entra un algo que me incomoda. Digamos que me duele. Que siento un no sé qué que me da aflicción.

V

Podría decirse que estoy emocionado. Facebook me informó (ahora casi todo lo que sé lo sé vía Facebook) que pronto saldrá la nueva temporada de Orange Is The New Black.

Ah, qué producciones tan buenas tiene Netflix. Me estoy aventando todos los lunes la de Better Call Saul: ¡qué buena serie! Se parece a la Breaking Bad. Uno puede ver un montón de películas y series y documentales en Netflix. Que de comedia. Que de acción. Que de terror. Que estúpidas. Que inteligentes. Que absurdas. Y todas ahí, a un clic de distancia. A un clic de esfuerzo.

¿Te acuerdas mi amor cuando teníamos que salir a alquilar las películas? Parece que fue en otra vida. Parece que no era yo: que no éramos nosotros.

VI

Lleva trabajando ahí varios años. Digamos que más de seis. Suele trasladarse en bicicleta. Lo he visto muchas veces. Vive por el barrio de Mexicaltzingo. Sé que por ahí habita porque cuando yo habitaba por allá varias veces me lo topé: “mira, ahí va el del videoclub”, me decía en silencio a mí mismo. También lo vi en marchas en contra de injusticias y gobiernos corruptos y en contra de la violencia en contra de las mujeres. Me imagino, pienso, que tendrá algo de izquierda. Algo de abajo el mal gobierno y de El pueblo unido jamás será vencido.

Su nombre es Juan Carlos Flores. Pelo corto, muy corto. Es una de las cuatro personas que están empleadas en Video Diversión. Al menos hasta fin de mes. Después vendrá el desempleo.

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Antes (hace dos meses) llegaba y le daba a Juan Carlos los estuches de las películas que había escogido. Y él seguía un sistema simple y maquinal: a) iba a los estantes donde estaban los discos con sus respectivos estuches en color blanco. B) las sacaba de su lugar; c) las llevaba a donde estaba la computadora; d) los consignaba en la computadora; e) abría el estuche; f) revisaba los discos, si iban rayados o no, si estaban nuevos, si se veían gastados; g) apuntaba la fecha de la renta en un papel en la parte interna del estuche; h) cerraba el estuche; i) me daba una hoja color azul (el comprobante de la renta) que salía de una impresora que yo, como cliente, nunca veía pero siempre escuchaba j) yo firmaba el comprobante; k) me daba los discos con los estuches blancos de las películas que había alquilado; l) él sonreía (a veces no) y yo sonreía (a veces sí) y me iba y él se quedaba.

Así era eso. Un sistema: algo maquinal que podríamos llamar ritual.

Hoy ese sistema-ritual desapareció. Ya no le entregaré el estuche de las películas, él ya no irá al anaquel donde tiene todas los discos en estuches blancos, no revisará si están bien tratados o no los discos ni usará la computadora. La impresora que nunca vi no comenzará a hacer su ruido indicando que trabaja. No firmaré el comprobante ni me llevaré a mi casa, por 24 o 48 horas, películas para ver en un reproductor de DVD o de Blu-Ray.

VII

Enciendo el televisor. Pongo Netflix. Tengo poco tiempo. Qué maravilla esto de no salir de casa para ver el cine que uno quiere ver (no lo que le ponen los canales de la televisión). Uno aquí es activo, no pasivo.

Captura de pantalla 2016-03-28 a las 12.17.25

Quiero ver una película. A ver, a ver, cuál. Veamos. Mmmm, no, ésa no, ésa no, ésta tampoco. Dime Netflix, ¿qué escojo? ¿“Populares en Netflix”? ¿“Aclamadas por la crítica”? ¿“Series estadounidenses dramáticas dignas de maratón”? ¿“Tendencias”? ¿“Selección de películas para ti que tienes el control”? ¿“De terror y asesinos en serie”? ¿“Programas para niños disparatados [no alcanzo a distinguir si son los niños o los programas los disparatados]? ¿“Nuevos lanzamientos”? ¿“Añadidas recientemente”?

Ninguna me llena.

Pasan diez minutos.

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Van veinte.

Llega a la media hora.

¿Y si mejor en lugar de una película veo una serie? ¿Un capítulo de una serie de veintitantos minutos? Se me acaba el tiempo.

A ver, a ver, a ver, series de comedia, de drama….

¿Ésta? Muy estúpida.

¿Ésta? Muy fresa.

¿Ésta? Muy sabe qué.

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Diez minutos. Veinte minutos. Media hora.

Llevo más de sesenta minutos buscando una película en Netflix. Maldita sea. No me decido. Son tantas. Unas tan sin chiste y unas tan interesantes.

Ring, ring, ring. Alarma, calla, calla, calla. Discreción. Ya voy. Ya voy. Debo ponerme a trabajar.

Me quedé nuevamente sin ver película. Ni serie. Nada.

VIII

 ¿Por qué nos cierran Video Diversión?

Juan Carlos se pone pensativo. Como quien está buscando una explicación lo más cercana a la realidad. Pero se da cuenta pronto, o lo sabe ya de antemano, que no hay una explicación. Sino varias. Sino muchas.

“Te podría decir que el motivo principal es Netflix y muchas otras páginas que te ofrecen películas gratis, y algunas más que te dan buenas cosas por un buen precio”. Ésa es la respuesta que yo espero. Pero él se detiene. Reflexiona. Habla.

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Pero, lo que yo veo es que ni siquiera están [los clientes] viendo ya películas. Están viendo series. Contratan Netflix por cien pesos, te ponen la serie completa de Breaking Bad, y la gente se clava. Todo el fin de semana, dos fines de semana, y más, y terminan Breaking Bad y quieren ver otra serie. Y de una se enganchan a otra y a otra y a otra.

Se da cuenta. No quiere dar a entender que ver series sea malo. “Hay muy series buenas”, me repite intensamente.

Juan Carlos reflexiona sobre lo que respecta a Video Diversión: “La gente comenzó a dejar de venir. Prefería ver los fines de semana una serie completa, o la mitad de una, o una temporada, en lugar de venir a alquilar una película”.

Me mira con ojos convencidos: “El sistema de renta de aquí comenzó a ser obsoleto”.

Captura de pantalla 2016-03-28 a las 11.47.51

IX

Solía ir los lunes temprano a dejar las películas al buzón. No quería retrasarme y que me pusieran una multa. Hoy ya no haré eso.

Juan Carlos me cuenta que mucha gente está como en shock: “sí le ha impactado que cerremos”. Me dice que le dicen: “¿y ahora qué voy a hacer?”

Y es que muchos de quienes alquilaban cine europeo, o latinoamericano, o estadounidense no comercial, venían a Video Diversión. En la ciudad no hay otro videoclub igual. Nunca lo hubo. Y seguramente nunca lo volverá a haber. Eso duele. Eso es triste. Eso pone a la gente en shock.

Video Diversión sobrevivió muchos años: desde 1991, cuando Ernesto Rodríguez, su dueño, estableció la primera sucursal en Plaza Amistad, hasta este 2016, en que cerró su último local en Niños Héroes #2684. La presencia de Video Diversión fue posible gracias a una mezcla eficaz: todo el cine comercial, más amplio surtido de cine de arte y extranjero. Me dice Juan Carlos:

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Sobrevivía porque la mitad del cine que había aquí era bien difícil de conseguir en cualquier parte, y la otra mitad era la comercial. Mitad y mitad. Lo malo fue que la mitad de la gente que consumía cine comercial dejó de venir. Los otros seguían viniendo.

Juan Carlos nunca pensó, cuando comenzó a trabajar en Video Diversión, que existieran tantas y tantas películas. Films complicadísimas de conseguir en el país. Películas que nunca llegaron aquí en formato de DVD o de cine o de nada.

Continúa Juan Carlos, “teníamos mucho cine español, yo creo que un español si viniera y viera la colección, diría “wow”. Se tenía la historia del cine español de los setenta para acá”.

 

X

Video Diversión era, en la década que inició en 2010, una anomalía: un videoclub en tiempos de streaming. Sobrevivó varios años. Sobrevivió donde no lo hicieron los gigantes Videocentro y Blockbuster.

Pero hoy, cuando todo lo llena Facebook, cuando la gente mira las redes sociales dos, tres, cuatro horas al día, cuando hay Netflix y ClaroVideo y Mubi y Cinépolis Click y FilminLatino y Cinémata, donde uno puede ver películas y series con un solo clic, Video Diversión no pudo. Y terminó cerrando.

Captura de pantalla 2016-03-28 a las 12.35.12

Quizás es que era algo inevitable: así como la evolución. Quizás es que el mundo cambia y nadie lo detiene. Quizás es que hay quienes van a sobrevivir a esta andanada tecnológica y quienes no. Quizás. Pero a pesar de todo, duele. Uno se siente como que ha perdido algo. Uno siente como que la ciudad de Guadalajara se volvió aún más ruin. Más sin chiste. Más sin algo.

Son los tiempos modernos: mucha información y poco tiempo; mucha interacción cibernética, muchas caritas de sonrisa con corazones saliendo de la boca y cada vez menos miradas mirándose mutuamente.

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XI

Me entero (gracias a internet) que del libro Joe Gould’s Secret del periodista estadounidense Joseph Mitchell hicieron una película. La dirigió Stanley Tucci. Entro en Netflix. Netflix me dice que en su amplio surtido de diversión no está esa película que busco. ¿La tendrá Claro Video? No lo creo. En Mubi solamente la mencionan: no está en su catálogo.

Estoy extrañando Video Diversión. Me imagino que muchos también ya lo hacen.

Jorge Gómez Naredo
Escrito por

Profesor en universidad pública. Fundador, junto con Jaime Avilés y César Huerta, de la Revista Polemón.

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