Por: Harold Folder
14 de noviembre 2015.- París sufrió anoche el peor ataque de su historia desde que terminó la segunda guerra mundial. Comandos terroristas actuaron simultanemente en siete puntos de la capital de Francia: detonaron tres bombas afuera del Estadio Nacional, secuestraron a los jóvenes que disfrutaban un concierto dentro del teatro Bataclán y mataron a cien de ellos, en tanto otras células ametrallaban a los clientes del restaurante Le Petite Cambodge y de los cafés con terraza al aire libre, Le Belle Équipe y Le Carillon, así como a peatones que transitaban por la Plaza de la República.
Tras la estupefacción que provocaron tantas malas noticias al mismo tiempo, un grupo de racistas prendió fuego al campamento de refugiados sirios que se encuentra en el puerto de Calais, sobre el Canal de la Mancha, junto al Eurotúnel que une las costas de Francia y de Inglaterra. Pero la reacción más desmesurada –y por ello sospechosa– fue la del presidente François Hollande, quien luego de abandonar el estadio donde jugaban Alemania y Francia, se reunió con su gabinete de crisis para anunciar, poco más tarde, prácticamente que invadirá Siria.
¿Se puede tomar una decisión de esta naturaleza en dos horas? La dinámica de los acontecimientos es muy similar a la que pusieron en marcha los ataques contra las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Con planeación perfecta, coordinación perfecta y ejecución perfecta, supuestos miembros de Al Qaeda estrellaron aviones contra los simbólicos edificios, a la vez que “otro” chocaba con el Pentágono.
Con los años hemos venido a saber que este último “avión” jamás existió: lo que destruyó un ala del Pentágono fue una bomba colocada dentro de las instalaciones. También hemos corroborado que las oficinas de la inteligencia israelí en las Torres Gemelas de Nueva York estaban vacías antes que las naves las destrozaran.
Bush leía un cuento a los niños de un colegio de párvulos, componiendo un cuadro idílico, para empezar a disimular que todo aquel horror lo había organizado su propio gobierno como pretexto para emprender la invasión de Irak.
En los hechos de ayer, Hollande participaba en una actividad tan inocente como la de Bush: miraba un partido de fútbol cuando de pronto estallaron las bomba afuera del estadio, por lo que su esquema de seguridad lo sacó de la cancha pero no lo resguardó en un búnker, como a Bush, sino que lo condujo al Ministerio del Interior, donde poco después prometería que su respuesta al Estado Islámico sería “despiadada”.
Algo sugiere que en los próximos días deberemos estar atentos para descubrir lo que hay en “el reverso de la trama”, por invocar de algún modo aquella novela de Graham Greene. ¿A qué viene tanta desconfianza?
El Estado Islámico heredó el título de Peor Enemigo de Occidente (PEO) que dejara vacante Al Qaeda. Tras el 11-S de 2001, periodistas como Robert Fisk nos explicaron las buenas relaciones que Bush mantenía con la familia de Osama Bin Laden, un aristócrata saudita al que Estados Unidos adiestró y financió para que combatiera en Afganistán contra la invasión soviética de los años setenta.
Bin Laden siempre contó con las simpatías de la familia Bush hasta que George WC lo consagró como PEO. Hoy son abrumadoras las evidencias de que el Estado Islámico es una creación de Barack Obama, Hillary Clinton y Benjamín Netanyahu, el carnicero de Israel, contra los musulmanes de Medio Oriente.
Dado que Estados Unidos, en sus frecuentes bombardeos contra Siria hace como que pelea contra el Estado Islámico pero en realidad se concentra en derrocar al dictador Bashán Al Assad, Rusia aprovechó la coyuntura para encajarle durísimos golpes a las instalaciones militares de los terroristas apoyados por Obama y apoyar al esposo de Asma Ashan.
¿No es pues sospechosa la incursión del Estado Islámico ayer en Francia? Obama se puso a la altura de Hollande, en términos de tremendismo, y declaró que los asesinatos masivos en París “son un ataque contra toda la humanidad”. Ergo, si lo que estamos viendo fue prefabricado, Hollande intervendrá en Siria para frenar a Rusia.
Apenas el pasado 7 de septiembre el propio Hollande dijo: “Pedí que se realicen desde mañana vuelos de reconocimiento sobre Siria. Estos permitirán planear bombardeos” contra el Estado Islámico”, y agregó: “Lo que queremos en Siria es saber lo que se prepara contra nosotros”.
Si Estados Unidos, Israel, Francia y el Estado Islámico montaron el espectáculo del horror parisino como pretexto para ponerle un hasta aquí a Vladimir Putin en Siria, lo sabremos más tarde, pero desde ya podemos tener certeza de que destaparon una caja de Pandora, cuyas consecuencias sociales para los emigrantes que viven en las calles de Europa serán tremebundas, particularmente para las mujeres musulmanas, que sufrirán la violencia sexual de los vengadores xenófobos.
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