Trinchera

Laura Imelda Pérez, la maestra que repartía el Regeneración y se convirtió en alcaldesa de Tlaquepaque

Laura Imelda Pérez, alcaldesa de Tlaquepaque. Foto: Raymundo González / Polemón

La historia de Laura Imelda Pérez Segura es para contarse. Pasó de ser una maestra a diputada federal y, después, presidenta municipal Tlaquepaque. Pasó de no interesarse mucho en la política a ser parte de ella, vivir en ella y estar todos los días hablando de ella. Estas historias son comunes en Morena más que en otros partidos: gente que viene de abajo accede a espacios de poder para transformar el entorno de la sociedad en donde vive.

Laura Imelda no nació con pedrigree político. No es hija de un papá funcionario público o un político de raigambre que heredó a su hija los contactos, las relaciones y el -como dicen los académicos- “capital político”. No, la historia de Laura Imelda es simple y, de tan simple, a veces parece increíble.

I

El municipio de Tlaquepaque es parte de la mancha urbana que ya es gigante y que se llama Área Metropolitana de Guadalajara. Tiene, según el censo de 2020, poco más de 600 mil habitantes. Hasta 2024, había sido gobernado sólo por tres partidos políticos: el PRI, el PAN y Movimiento Ciudadano.

Tlaquepaque fue bastión del PRI. Bastión del PAN y después municipio “naranja”. Es famoso por sus artesanías y por lo lindo de su centro histórico. Y es que, cuando uno llega, parece que arriba a un lugar donde el tiempo se detuvo: las calles son angostas, lindas y coloridas. Huele a pueblo, aunque esté bien metido en una mancha urbana que crece a pasos agigantados.

Llegar a Tlaquepaque es como llegar, digamos, al centro de Tlalpan en la Ciudad de México. Es urbe, es ciudad, es metrópoli, pero se siente como si fuera un pueblo de hace setenta años, donde hay costumbres que no son las habituales de las grandes ciudades. Es, digamos, un remanso de la cotidianidad citadina.

Me gustar venir a Tlaquepaque. Me siento bien. Parezco turista. Recorro sus calles, compro un helado, me como unos elotes (que en la Ciudad de México les llaman esquites), camino, siento paz, calma, armonía.

Tlaquepaque. Foto: Juan Pablo Martínez / Flickr

II

Laura Imelda nació en Guadalajara, pero desde muy pequeñita vivió en Tlaquepaque. Primero en la colonia el Sauz y, después, en Miravalle. Estudió la educación media superior en la prepa 5 (cuatro semestres) y en la 6 (dos), ambas de la Universidad de Guadalajara, y esta última, ubicada en Tlaquepaque. De ahí, hizo trámites a la carrera en Psicología. Salió en listas, dice ella en broma, “de panzazo”.

Cuando estaba estudiando en la universidad, nació su hijo. No dejó los estudios y en cambio sí comenzó a trabajar:

“yo me dedicaba a trabajar, estudiar, mi hijo, trabajar, estudiar, mi hijo”.

Fueron tiempos complicados, pues el dinero era escaso y siempre había cosas por pagar: que el médico de su hijo, que los camiones, que la comida, que algún gusto (siempre muy limitado).

Cuando salió de la Facultad de Psicología, Laura Imelda comenzó a buscar trabajo. No era fácil. Siempre, para quienes son recién egresados, eso de encontrar un trabajo bien remunerado y en temas relacionados con lo que se estudia, es algo complicado. Y en el caso de Laura Imelda más, porque había que compaginar todo con el cuidado de su hijo.

¿Dónde se puede encontrar trabajo en esa situación? Laura Imelda lo cuenta así:

“yo fui a pedir trabajo en el servicio nacional de empleo, ahí en la plaza tapatía. Tenían como un programa de capacitación. Primero me mandaron a una carnicería a trabajar, luego me mandaron como a una discoteca y, al final, me mandaron a una escuela. Entonces yo ahí estuve como tres meses capacitándome, pero básicamente era trabajo en computadora”.

En dicha escuela, un día pasó algo que afectó la perspectiva laboral de Laura Imelda:

“Yo ya tenía mi grado de Psicología. Entonces, en una ocasión que falta una maestra, el director, que sabía que yo había estudiado, me dice, ‘oye, me cubres de emergencia la materia’, y yo le dije que sí”.

La maestra que cubrió Laura Imelda dejó de asistir a la escuela definitivamente y fue que ella se incorporó ya no como “la de la computadora”, sino como una profesora. La escuela donde laboró es la Preparatoria Azteca y está en el mero centro de la ciudad de Guadalajara.

La alcaldesa de Tlaquepaque, Laura Imelda Pérez. Foto: Raymundo González / Polemón

A partir de esa fecha, que fue en algún día del 2008, comenzó a hacerse de horas clases. Pero no era una preparatoria que contratara a personas especializadas en cada materia, sino que le tocaba dar de muchos temas. Lo cuenta así Laura Imelda:

“Empecé a dar un montón de clases. En ese ambiente las materias que tú das más bien obedecen a la necesidad de la institución. No pueden contratar a un maestro para cada materia, especialista. Por ejemplo, a mí de psicóloga me mandaban a dar ciencias sociales. Y luego biología. Nada más no di química, matemáticas, inglés ni física. Todas las demás las di. Historia, geografía, di literatura…”

Cada materia era un reto para Laura Imelda. Se preparaba mucho. Estudiaba los contenidos de las clases y buscaba en la biblioteca libros relacionados con los temas a exponer. Ella aprendía y enseñaba. Es decir, lo que hace un buen maestro.

Laura Imelda, durante la preparatoria y la licenciatura no se interesaba mucho en los problemas sociales. Pero fue en esa preparatoria donde comenzó a dar clases que se interesó. En principio, por el estudio de las materias de áreas sociales. Y en segundo, por los alumnos:

“convivir diariamente con tantas realidades o tantas personas que viven realidades distintas y que a lo mejor su contexto les era o no favorable, de alguna manera como que hizo clic con lo que yo observaba en el terreno de la Psicología”.

Laura Imelda no quiso ser desde pequeña una activista ni una representante popular ni una gobernante. No, ella experimentó eso como parte de su labor cotidiana en lo laboral. Era estudiar, era conocer a la gente, era sensibilizarse ante las realidades que vivían sus alumnos y sus tutorados.

Esa forma de politizarse es la más efectiva que hay, porque no se adquiere en un periódico o en un libro o en una universidad, sino en la realidad. Y eso hace bien distinta a Laura Imelda de muchas figuras políticas que estudiaron para ser eso, o que desde muy temprana edad sabían que querían ser “gobernantes”. En el caso de Laura Imelda, la politización viene de lo cotidiano. Su perfil, pues, es muy distinto al de muchos políticos.

III

Laura Imelda es lopezobradorista. De eso no cabe la menor duda. Pero ella no participó en las movilizaciones de 2004, cuando el desafuero de Andrés Manuel López Obrador. Ni tampoco se involucró mucho en la elección de 2006, cuando Felipe Calderón cometió un fraude electoral y se convirtió en un presidente ilegítimo, espurio.

La política, o más bien, la participación política de Laura Imelda, le llegó después. Ella, en esos años, cuenta, “yo no estaba involucrada, yo estaba en mis temas, mi escuela, mi trabajo, ms propios conflictos personales”. Pero en 2012, algo cambió.

Ya se había sensibilizado en los años de dar clases y de ser tutora, y tenía en la elección de ese año ganas de participar, de “poner mi granito de arena” para apoyar a Andrés Manuel López Obrador, con quien simpatizaba. Y cuenta:

“me acuerdo que en la estación Juárez estaba una mesita registrando para cuidar casillas, y yo llegué y me registré, pero nunca me llamaron, nunca me buscaron”.

Pensó que no se precisaba gente para apoyar y, aunque no se dio por vencida ni se le quitaron esas ganas de apoyar, pues no le habían hablado. Pero el destino tenía otros planes para ella. Un día que estaba en la casa de su mamá, llegó gente del entonces PRD (partido que postulaba a AMLO en 2012) para invitar a la gente a cuidar casillas: “cuando llegaron dije, pues sí, quiero participar”.

Así pues, Laura Imelda se convirtió en 2012 en cuidadora de una casilla.

IV

Cuidar una casilla no significa, por supuesto, que se abra enteramente el camino para la participación política. Es quizás el comienzo, pero un comienzo que muchos no deciden tomar. Pero Laura Imelda quiso ir más allá. Ella estaba consciente que no entendía muchas cosas de la política, que no era su ambiente y que no aspiraba a un cargo o algo así. Ella sólo tenía la “espinita” de hacer algo por el país.

En 2012, la gente observó la elección presidencial como fraudulenta. Enrique Peña Nieto, el supuesto ganador, fue rechazado en las calles por miles y miles de personas. Entre ellas estaba Laura Imelda. Fue precisamente en una marcha cuando sucedió algo que de cierta forma cambió mucho su vida:

“En una marcha que fui con mi hermana nomás así por participar, me encontré un compañero que conocí en el cuidado de las casillas. Lo vi de lejos y se acercó. Le escribí en un periódico mi correo electrónico y me empezó a mandar correos”.

A Laura la invitaban a reuniones, pero ella no solía ir. Siempre eran lejos y ella trabajaba. Y muchas veces no tenía dinero para el camión. Pero en una ocasión la reunión fue cerca de la casa de su mamá, y aprovechó para ir. Ella cuenta:

“yo creo que ese fue un punto importante, porque cuando conoces mucha gente u otras personas tienen mucho tiempo participando en actividades políticas y tratando de transformar al país, pues me emocioné y comencé a participar. Es que me enamoré de esas historias”.

Pero Laura Imelda participaba porque quería ayudar, no por querer un cargo. Comenzó a repartir el periódico Regeneración. Y a partir de ahí comenzó a involucrarse más. Eran los tiempos en que se tomó la decisión de hacer Morena partido político o continuar como movimiento. Ella se resistía a participar más porque tenía que trabajar y porque el salario que percibía era modesto y no podía trasladarse mucho a reuniones y concentraciones. Pero, como no había tantas mujeres, la suerte hizo que fuera electa como secretaria de formación política del primer comité de Morena en Tlaquepaque. Y, como ella lo cuenta, “una cosa fue llevando a la otra”.

V

A partir de esas funciones que comenzó a desempeñar, Laura Imelda fue aprendiendo a hacer política. Participó en actividades partidistas, en marchas, en traslados a la Ciudad de México para los mítines de Andrés Manuel López Obrador y en la organización de Morena.

2015 fue el año en que Morena participó por primera vez en unas elecciones, y muy al contrario de lo que es ahora, mucha gente no quería postularse. Pocos conocían al nuevo partido y las posibilidades de ganar era muy pocas. Laura Imelda, que siempre ha pensado que todo es posible, decidió postularse a una candidatura a diputación federal. Obtuvo el apoyo de muchos integrantes del partido y fue electa candidata.

En esa elección Laura Imelda perdió. Obtuvo sólo 4040 votos, pero no se desilusionó. Después del proceso electoral, se convirtió en enlace distrital. Ella sabía que Morena debía consolidarse y que, haciéndolo, vendrían el apoyo de la gente y los triunfos electorales.

El periodo de 2015 a 2018 fue muy complicado para Laura Imelda, porque compaginaba sus actividades como enlace distrital de Morena con su labor de profesora. Era mucho trabajo, pero lo hacía con energía. Repartía el Regeneración, afiliaba personas, hablaba con la gente, iba de casa en casa para que la población conociera a Morena y supiera que era una opción política viable ante el neoiberalismo y la corrupción de los gobiernos del PRIAN.

En 2017, Andrés Manuel López Obrador visitó Tlaquepaque y escuchó en un mitin un discurso de Laura Imelda. Al finalizar el acto, comentó que a él le gustaría que ella fuera de nueva cuenta la candidata a la diputación federal. El distrito de Tlaquepaque había sido destinado ya al PT, pero la gente se inconformó y apoyó a Laura Imelda para que fuera la candidata desde Morena. Y fue así, con ese impulso popular, que ella se convirtió de nueva cuenta en candidata en Tlaquepaque. Y ahora sí ganó.

VI

En 2018, en Jalisco, Morena ganó pocos distritos. Uno de ellos fue el de Laura Imelda. Esto tiene una explicación: durante más de tres años, ella hizo trabajo en territorio. Comenzó como brigadista sola, y después fue creciendo su equipo a cinco, a diez, a más de 20 personas. El trabajo en territorio fue fundamental para que se ganara el distrito de Tlaquepaque: sin esa labor, se hubiera perdido.

Laura Imelda se convirtió así en diputada federal. Ella cuenta una historia que describe muy bien cómo en Morena el pueblo se empoderó:

“Yo me acuerdo que en 2012, justo en esa época en que yo me quería involucrar en la política, hubo un mitin de cierre de campaña de Andrés Manuel en la Plaza Juárez. Yo fui, me acuerdo que llegué en el macrobús, en la estación Agua Azul, y por alguna razón iba tarde. Entonces cuando yo me voy bajando del Macrobús escucho que se está despidiendo AMLO. Me da tanta risa por recordar que yo fui y quería que me regalaran una gorra con el nombre de AMLO y me puse a llorar porque no alcancé a ver al presidente, y seis años después ahí mismo fue el cierre de campaña de López Obrador, y yo estaba en el templete”.

VII

Como diputada federal, Laura Imelda se involucró en otro ambiente. Y cuando comenzó su gestión, le costaba mucho trabajo acostumbrarse a los protocolos. No le gustaban y siguen sin gustarle.

Observaba muchas intervenciones de los del PAN y de los PRI como falsas, muy actuadas. Eso no le gustaba. Fue difícil acostumbrarse a ello. Hoy incluso no se ha acostumbrado. No le gusta mucho acudir a ciertos actos protocolarios, y aunque va, no le agradan.

Tampoco le gustó el trato en la Cámara de Diputados: eso de diferenciar a la gente y tratar con mucho afecto a los legisladores, como si fueran algo distinto a personas comunes y corrientes.

El reto más grande, cuenta Laura Imelda, fue aprender a ser legisladora y a luchar ahí mismo por sus convicciones. Al principio, por ejemplo, al ser mujer, quisieron colocarla en comisiones relacionadas con la familia, y ella exigió que fuera en comisiones relacionadas con la economía, y es que ella dice:

“yo creo que es justamente la estructura más difícil de cambiar, la que tiene más resistencia y la que te permite hacer políticas públicas, la que te permite posibilidades de redistribución de la riqueza, entonces me metí a presupuesto, me metí a vigilancia para combatir la corrupción”.

En esas comisiones, Laura Imelda tuvo que aprender como lo hizo cuando preparaba sus clases de maestra en la escuela ubicada en el centro de Guadalajara. Le gustaron esos temas. Y tenía una convicción: “cuando subía a tribuna o presentaba algo, quería que la gente que me había elegido se sintiera orgullosa de mí, de la representación que me había dado”. Por eso se capacitaba, se formaba y se interesaba profundamente en los temas a tratar.

VIII

En 2021, Laura Imelda quiso ser candidata a la Presidencia municipal de Tlaquepaque, pero ese espacio fue otorgado a otra persona. Fue entonces que volvió a contender por la diputación y de nueva cuenta ganó. Ya con la experiencia que le habían dado tres años, se convirtió en una de las legisladoras más productivas no sólo de Morena, sino de todos los diputados. Incluso le dieron un reconocimiento como la legisladora con más iniciativas aprobadas.

Para poner en perspectiva, las iniciativas aprobadas de Laura Imelda fueron más que las de un grupo parlamentario completo.

Durante este segundo período, fue ella quien propuso la Ley Ingrid, en la cual se castiga a los funcionarios públicos que difundan imágenes o información de carpetas de investigación. Además de eso, propuso iniciativas en temas económicos, de justicia social, de combate a la corrupción, etcétera.

IX

En 2021, Laura Imelda comenzó a apoyar a Claudia Sheinbaum, como una posible precandidata de Morena a la Presidencia de la República. Organizó grupos de apoyo en distintos estados del Occidente y Norte del país. Hacía asambleas, convencía a la gente y todos los fines de semana realizaba trabajo en territorio.

Dicho trabajo le permitió convertirse en responsable del apoyo a Claudia Sheinbaum en siete estados del país. Fue un trabajo muy demandante y pesado, pero dio sus resultados, pues Claudia Sheinbaum se convirtió en la candidata de Morena a la presidencia de la República.

Después de esa labor, Laura Imelda reflexionó sobre lo que seguía para ella. Al principio pensó en obtener la candidatura al Senado. Fue entonces que surgió la oportunidad de contender por la Presidencia municipal de Tlaquepaque. Fue complicado conseguirla, pues había muchas personas interesadas en ella. Pero a pesar de todo, logró obtenerla.

La campaña fue complicada, pero lo hizo como siempre lo ha sabido hacer: recorriendo el territorio, tocando casa por casa, repartiendo el periódico Regeneración y teniendo contacto con la gente. Ganó la elección, pero la candidata de Movimiento Ciudadano impugnó todo el proceso.

Sospechó de las autoridades judiciales electorales, pero éstas no pudieron encontrar un argumento jurídico para echar abajo la elección y, así, Laura Imelda, aquella maestra que a veces no tenía dinero para los camiones ni para ir a las reuniones de Morena, se convirtió en Presidenta municipal de Tlaquepaque.

X

Laura Imelda tiene muchas ganas de hacer cosas. Quiere cambiarle el rostro a Tlaquepaque. Es complicado, porque hay muchas inercias y muchas carencias. El municipio ha sido olvidado tanto por los gobiernos estatales como por las anteriores administraciones municipales. Pero Laura Imelda lo tiene claro:

“La transformación no sólo es pavimentar calles, la transformación tiene un trasfondo mucho más profundo. Para mí es, de alguna manera, comenzar a involucrar a toda la población y hacer que se sientan actores o protagonistas de la realidad en la que se vive. Al final todas y todos formamos y transformamos esa realidad”.

Es decir, la apuesta de Laura Imelda no sólo es hacer una buena administración, sino encabezar un gobierno que transforme conciencias. Exactamente lo que a ella le pasó: a partir del liderazgo de Andrés Manuel López Obrador, ella sufrió una revolución de su conciencia, y así puedo aportar a la transformación del país. Eso es lo que quiere para todas y todos los que habitan en Tlaquepaque.

La tarea es complicada, pero Laura Imelda nunca ha tenido miedo de lo complicado. Siempre ha sabido vencer, y lo ha hecho porque ha trabajado desde abajo, con la gente, con el pueblo.

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