Es cierto que ya no está en la cumbre de su popularidad. Ya –comprensiblemente– no luce como en sus mejores épocas, su segundo esposo nunca destacó por su brillantez y ella no se interesa tanto por las actividades políticas. Pero, en esencia, sigue siendo una figura de relevancia pública, una mujer de origen y hábitos sencillos que cumplió con creces sus aspiraciones y que cuenta, por sobre todas las cosas, con el aprecio de su gente.
Estudiante en una escuela nocturna e inicialmente trabajadora en una fábrica, no necesitó más que su tenacidad para tocar, literalmente, el cielo con las manos.
Y es que Valentina Tereshkova, La Gaviota –que en ruso se escribe Чайка y se pronuncia más o menos “sheika”–, la primera cosmonauta que en junio de 1963 orbitó 70 horas y 50 minutos alrededor de la Tierra a bordo de la nave rusa Vostok 6, llegó días pasados, en plenitud, a su cumpleaños número 78.
Como los aterrizajes de las cápsulas espaciales no estaban, en su época, tan perfeccionados como ahora, Tereshkova tuvo que lanzarse en paracaídas desde más de 6,000 metros de altura, para caer sobre las minas de carbón que aún hoy se encuentran en las cercanías de Karagandy (República de Kazajstán). Por ese entonces estaba casada con el también cosmonauta Adrián Nikoláyev, del que se divorció en 1982, un lustro después de haberse doctorado en ingeniería espacial.
El año pasado, durante los Juegos de Invierno, paseó la bandera olímpica, tras haberse ofrecido como voluntaria para tripular un futuro viaje a Marte, alegando que aún conserva un gran estado físico. El apodo de “Gaviota” surgió cuando, terminado exitosamente el vuelo, se reveló el nombre en clave que le había asignado la RKA, Agencia Espacial y de Aviación Rusa.
octibrown
21 abril, 2015 at 3:00 pm
Me espantaron, jijos’ des… obedientes! 😀