Desfiladero

¿Caos en el imperio? ¡Que no cunda el pánico! |DESFILADERO

*** BESTPIX *** ORLANDO, FL - MARCH 05: Republican presidential candidate Donald Trump speaks at the CFE Arena during a campaign stop on the campus of the University of Central Florida on March 5, 2016 in Orlando, Florida. Primary voters head to the polls on March 15th in Florida. (Photo by Joe Raedle/Getty Images) *** BESTPIX ***

Uno de los temas favoritos de la súper clase media mundial —ésa que pasando por encima de hemisferios, fronteras y países se fundió en la cultura main stream que emana de Estados Unidos— es el tema de los zombis: los muertos vivientes que salen de la cripta, invaden los espacios de la aparente normalidad y todo lo destruyen.

Diez días después de la victoria de Trump, la torre del magnate en Nueva York parece el escenario de una película de zombis, donde las peores pesadillas de ultratumba —el supremacismo blanco, los creacionistas, las fobias sexuales, los neonazis, el KKK— se reparten, sin entender bien a bien para qué sirven, los cargos del gobierno más poderoso y destructivo del orbe.

Horripilante, sin duda alguna. Pero estos zombis patéticos que apestan a carne podrida, contienen gusanos que les brotan de la piel, van con los ojos en blanco, echan espuma y matan con sus garras, son consecuencia directa de las políticas públicas aplicadas en los últimos treinta años por las ideas zombis del neoliberalismo: ideas muertas, porque no sirven, y al mismo tiempo vivas, porque las mantienen vigentes a fuerzas los gobiernos del Fondo Monetario Internacional (Alicia Puyana dixit).

Protesta contra Donald Trump. Foto: AFP

La derrota de Killary Clinton —provocada por el fracaso de Obama (el Vicente Fox de allá, el que, al igual que de aquí, ganó por ser “distinto” para que todo siguiera igual, es decir, empeorando— suspendió una hoja de ruta que apuntaba a la confrontación directa con Rusia. El Partido Demócrata, promotor incansable del complejo industrial militar, no sólo desató guerras en medio mundo durante los ocho años pasados, sino que se disponía a invadir Siria, donde hay una dictadura tan asesina y corrupta como la del Estado de México, pero que pertenece al ámbito de influencia de Moscú, así como la de Peña Nieto es patrimonio geopolítico de Washington.

Dígase lo que se diga, Putin apostó a Trump confiando en que éste lo ayudará a destruir el Estado Islámico y devolverá la paz (de los torturadores y la censura) al Estado sirio. Si los intereses vitales de los demócratas dependen de la industria de la guerra, los  republicanos se centran en el petróleo. Armas e hidrocarburos determinan los polos del bipartidismo estadunidense. Durante la era Obama, las armas capitalizaron los avances que los republicanos lograron durante la era Bush y, en consecuencia, Estados Unidos posee las mayores reservas petroleras de su historia y los precios internacionales del crudo andan por los suelos.

Bernie Sanders.

Rusia, en tanto máxima potencia en reservas de gas natural, cifra sus expectativas en el mercado de los petroprecios. No es gratuita su presencia militar en Venezuela, ni su simpatía para Ecuador, ni su buena relación con Bolivia. Bernie Sanders fue muy claro al respecto, cuando habló de que Estados Unidos debía aumentar su fortaleza dejando de tratar como patio trasero a los países de América Latina. Por soberbia, los Clinton lo eliminaron por la vía del fraude electoral y, en respuesta, seis millones que votaron por Obama, en esta ocasión se abstuvieron dejándole vía libre a Trump.

Los bandazos de Michael Moore a lo largo de la campaña —primero a favor de Bernie, después, sin dar su respaldo a Killary pero lanzándose contra Donald— ilustran muy bien algo que no se ha dicho: en las filas demócratas al final había tanta confusión como en las republicanas. ¿Moraleja? El imperio más joven del mundo perdió la brújula en ambos polos del bipartidismo.

Donald Trump y sus simpatizantes

No es la primera vez que sucede

En 1808, el imperio que nos dominaba perdió la brújula cuando España fue invadida por Francia. Dos años más tarde, todas las colonias hispanoamericanas se declararon independientes y, para 1826, con excepción de Cuba, todas se habían convertido en países autónomos en teoría, con pretensiones soberanas y con largas décadas de guerras intestinas por delante, entre liberales y conservadores, para consolidarse como estados.

México, en este sentido, gracias a la generación liberal encabezada por Benito Juárez, logró los avances más importantes: tras liberarse definitivamente de España, consumó su segunda independencia al desembarazarse del Vaticano mediante las leyes de reforma. Francia, sin embargo, decidió invadirnos y envió a nuestras costas del Golfo de México las tropas del ejército más poderoso del mundo.

Benito Juárez contra los intereses franceses. Mural de Antonio González Orozco. 1972

Juárez las detuvo en Puebla, las obligó a pedir refuerzos a Europa y, cuando éstos llegaron, los sometió al juego del gato y el ratón. Cuando los franceses tomaban Culiacán, los mexicanos ocupaban Mazatlán, y cuando los invasores recuperaban Mazatlán, los juaristas volvían a apoderarse de Culiacán, como lo narra Fernando del Paso en Noticias del Imperio.

La guerra de desgaste podría haberse prolongado mucho tiempo más. Sin embargo, en 1865 Prusia se dispuso a declararle la guerra a Francia. En consecuencia, Francia sacó sus tropas de México y en 1867, con el triunfo de Juárez, el Estado nacional mexicano se convirtió en realidad, y se fortaleció tras la caída de la dictadura de Díaz, hasta que entre 1983 y 1988 lo secuestró, para saquearlo, desmantelarlo y reducirlo a su mínima expresión hasta hoy, la dictadura de Salinas de Gortari.

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México obtuvo su independencia cuando el caos se apoderó de España. México evitó ser colonizado nuevamente cuando el caos de apoderó de Francia. Hoy, destrozado por el salinismo, México puede superar esta espantosa etapa histórica porque el caos se está apoderando de Estados Unidos.

Margarita Zavala en la Convención Demócrata apoyando a Hillary Clinton. Foto: Especial

La derrota de Killary dejó sin efecto el dedazo imperial a favor de Margarita Zavala. En el PRI no puede ser mayor el desprestigio. El neoliberalismo a la mexicana carece de proyectos y programas para conseguir que el país deje de expulsar trabajadores al otro lado de la frontera. El movimiento antisalinista, como lo explicará López Obrador este fin de semana durante el segundo congreso extraordinario de Morena, cuenta con un proyecto que rodará como un coche sobre dos ejes: cerrar las grietas de la corrupción por donde se evapora el dinero destinado a los gastos públicos y financiar, con esos recursos, el desarrollo intensivo del país.

Para conservar el poder, la dictadura salinista solamente puede apelar a la violencia, expresada en nuevos fraudes electorales. Esta fórmula, no lo olvidemos, funcionó mientras había calma en los centros de decisión de Washington. Para 2018 —viva y gobierne, haya sido asesinado, o se esté tambaleando Trump— las cosas serán muy distintas. La hora de poner en marcha una nueva revolución mexicana, y que por primera vez sea civil y pacífica, está a punto de sonar en nuestros relojes despertadores.

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