Por: Jorge Gómez Naredo (@jgnaredo)
14 de marzo de 2018.- Dice Ricardo Anaya que llegó a la ciudad de México a las 3 de la mañana. Venía de Alemania. Aterrizó y, al salir de la sala de recoger las maletas, vio a unas quince personas con pancartas en contra de él que le comenzaron a decir cosas así como muy feas. Él grabó a las personas y les pidió que le dijera “de dónde venían” o “quién los mandaba”. Dice Anaya que nadie le respondió (qué mala educación). Fue todo. Los manifestantes se retiraron rápido y Anaya se fue. Esto a las tres de la mañana.
Anaya, poco después, grabó un video donde dijo que esas personas habían sido enviadas por el “PRI”, pues que era la “guerra sucia del PRI” contra él porque él sí iba a castigar al PRI. El video, que está editado (hubo gente especializada a las tres de la mañana para editarlo y sacarlo en la mañana, a eso de las siete, para que circulara o fuera retomado en los noticieros matutinos), mezcla el mensaje de Anaya y las “protestas” en su contra en el aeropuerto.
Anaya ha estado siguiendo una muy clara línea discursiva a raíz de las acusaciones en su contra de corrupción: el PRI me persigue. Así pues, que unas quince personas vayan a las tres de la mañana (cuando no hay prensa ni reporteros que puedan hacer preguntas a los manifestantes) a protestar contra Anaya, más que una estrategia “genial” del PRI, parece un show montado por el propio Ricardo Anaya para continuar con la línea discursiva (solamente discursiva) de que el PRI lo persigue.
Todo indica, pues, que este “affaire” en el aeropuerto, más que una genial estrategia del PRI, fue un show montado por el propio Ricardo Anaya para continuar victimizándose, y así ocupar el lugar de “perseguido del sistema”. Ésta es, en realidad, la apuesta de Anaya para este proceso electoral. Pero su éxito es muy complicado. Muy improbable. Y es que, la etiqueta de corrupto y lavador de dinero (más cercanas a la realidad que la de “enemigo del sistema”) son tan abrumadoras que es complicado que se las quite algún día…