Iba por la carretera, allá, en Sinaloa. Vio un campo, lleno de tierra, donde estaban jugando béisbol. Se bajó. Pidió que le dieran oportunidad de un “turnito” para batear. Primera bola. Segunda. Tercera. Batazo.
Después se retiró.
La gente, pronto, le pidió una foto. Él se regresó “a ver, vénganse”. Todos fueron corriendo. Todos querían tomarse una foto con él. No es un actor de cine ni de telenovela. Tampoco un deportista famoso. No es un cantante. No, es el presidente del país.
Los adversarios de Andrés Manuel López Obrador nunca han comprendido bien por qué la gente lo quiere tanto. No entienden su relación con el pueblo. Piensan que es una “pantalla”, un “show”, un algo que se construye desde oficinas de marketing y no desde el contacto cotidiano con la gente.
Ayer, cuando AMLO se bajó a batear a un campo de béisbol, no es que se haya planeado ni que haya estado todo bien “planeado”. No, es parte del contacto de AMLO con la gente, de esa relación tan fuerte que hace que hoy, política y electoralmente, sea prácticamente imbatible.
Muchos hoy quieren ser como AMLO. Se toman tacos en un puesto de la calle. Bailan. Abrazan a la gente para la foto. Pero lo hacen, la mayoría, como una estrategia para ganar votos. Lo que hace diferente a AMLO es que él lo hace con la sencillez de quien no ha dejado de ser pueblo. Siempre lo ha hecho; no es para una campaña.
Hoy en México tenemos a un presidente del pueblo, que viene desde abajo. Y eso es lo que más enoja a los conservadores. Y lo que más gusta a los del pueblo.
