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Trinchera

Verónica de Gyvés: la jueza chaira que quiere vigilar al Poder Judicial

Eva Verónica de Gyvés Zárate no es una candidata común. No reparte promesas vacías ni regala despensas. Tampoco se presenta con frases de marketing. Se sienta, mira a los ojos y dice: “Tu firma, como juez, te puede llevar a la cárcel. Por eso hay que firmar con responsabilidad.” La frase, seca y directa, resume su filosofía de justicia. Una justicia que, según ella, debe recuperar el sentido común, la empatía y la templanza.

Esta mujer oaxaqueña, nacida en el corazón del Istmo de Tehuantepec, es actualmente consejera del Poder Judicial de la Federación. Pero ahora quiere dar el siguiente paso: convertirse en magistrada del Tribunal de Disciplina Judicial, el nuevo órgano que tendrá la responsabilidad de sancionar a jueces, magistrados y funcionarios judiciales que actúen con corrupción, negligencia o abuso de poder.

De las calles con AMLO al Tribunal de Disciplina

No es casual que Eva de Gyvés esté hoy en campaña. Su camino se ha construido desde abajo, desde los juzgados hasta las oficinas del Consejo de la Judicatura. Comenzó como defensora de oficio, después fue agente del Ministerio Público, jueza penal, magistrada y consejera.

Pero también ha sido una mujer de marchas en las calles, de convicciones políticas claras. Hay algo que distingue a Eva Verónica de muchos en el Poder Judicial: su cercanía política y afectiva con el movimiento fundado por el expresidente Andrés Manuel López Obrador. Ella misma lo dice sin rodeos:

“Soy amlista de corazón y si me dicen chaira, pues soy chaira también. Sí lo soy”.

Su relación con el presidente viene de lejos. De Gyvés fue activista en las marchas del desafuero, en el plantón del Zócalo, en las jornadas del voto por voto. Regalaba pulseritas tricolores hechas por personas privadas de la libertad para apoyar al movimiento.

“Cada mitin que había del desafuero, yo llegaba con mis pulseritas y en 10 minutos me quedaba sin nada (…) En alguna ocasión, en un mitin, me encontré con unas personas cercanas a él (López Obrador) y me dijeron: “No te expongas. Tú eres juez, no te expongas. Ponte en lugares donde no te vea tanto la gente.” Y yo dije: “Pues no.” Pero era mi día libre, ¿no? Así fui”, relata la consejera.

En 2018, recibió un mensaje inesperado: López Obrador, siendo aún precandidato presidencial, le preguntaba si estaría dispuesta a formar parte de su gabinete.

“Me salieron interrogaciones por todos lados, sudor, alegría, mil cosas en un minuto”. Al final, contestó: ‘Claro que sí, con mucho gusto’.”

Esa respuesta la llevó a ser propuesta en una terna para la Fiscalía General de la República, y más adelante como ministra de la Suprema Corte. No fue electa, pero su nombre quedó inscrito como una figura confiable dentro del proyecto de la Cuarta Transformación.

La templanza de quien ha firmado sentencias

Eva Verónica de Gyvés no habla de oídas. Habla con conocimiento de causa, desde la silla donde se decide la libertad o la cárcel. Desde el escritorio donde una firma puede cambiar el destino de una familia o de un país.

He sido juez 15 años en materia penal. Entonces sé qué necesidades puede tener un juzgador, sé cuándo un expediente puede pesar, un expediente chiquito puede pesar mucho y un expediente grande no puede pesar. Sé cuándo el expediente grande también pesa y cuándo también pesa la opinión pública, porque la opinión pública se mete a resolver los asuntos, y la verdad, ahí uno tiene que tener la templanza para poder resolver lo que uno considera que debe ser”.

Por eso insiste: la templanza no se enseña en los libros, se forma en el estrado, frente al miedo, la presión y el escrutinio.

“Muchos creen que ser juez es fácil y es casi casi ver números, y que otro me va a hacer el trabajo y yo nada más voy a venir a firmar. No, no. Yo siempre he considerado que el valor de la firma es lo más importante. ¿Por qué? Porque ahí es donde tú vas a demostrar que eres responsable de este asunto y todo lo que es de este asunto recae en ti. No hay nadie más”.

Y en tiempos donde se cuestiona la legitimidad del Poder Judicial, de Gyvés lanza un mensaje claro: el Tribunal de Disciplina no puede estar en manos de improvisados, ni de tecnócratas sin calle ni toga.

“De repente creo que se está tomando también en esta elección un poco a la ligera, sin tomar en consideración que los jueces y magistrados realmente tienen un trabajo técnico y delicado. Es importantísimo el trabajo que se hace, porque es un trabajo que tiene conocimiento, pero tiene que tener templanza para poder decidir sin que te influya ni un jefe, ni ninguna persona que sea tu amiga, ni nadie. Dicen ahora: ‘Es que el otro poder se va a meter, venir para acá’. No, nadie se va a poder meter, ¿por qué? Porque tú sabes lo que vas a firmar. Y tú sabrás si firmas contra constancias o no. Y tú sabrás si firmas algo que es indebido o no, ¿por qué? Porque tu firma te puede llevar a la cárcel”.

Así, desde su experiencia como consejera, conoce el engranaje institucional. Desde su experiencia como jueza, entiende la soledad y la importancia del cargo de juzgador.

No más jueces intocables

Eva Verónica de Gyvés tiene muy claro cuál es su objetivo en el Tribunal de Disciplina: vigilar a los jueces y romper con la cultura de la impunidad dentro del sistema judicial. Reconoce que existen problemas graves: acoso laboral, acoso sexual, nepotismo y una cultura interna que encubre en vez de corregir.

“Hay una carga muy fuerte de quejas y denuncias respecto a juzgadores por acoso sexual y por acoso laboral. En laboral no te asusta porque el titular lo que quiere es sacar su chamba y entonces presiona para sacarla. Eso es lo que yo podría pensar como una justificación, pero el acoso sexual pues ya es muy grave, ¿por qué? Porque son funcionarios y están denigrando el papel que tienen como juez, como magistrado, como servidor público. Se ponen en un papel indigno, indigno para el Poder Judicial, porque el Poder Judicial debe ser el ejemplo del respeto que se le tiene que tener a toda la gente. Y eso es lo que ha fallado y es lo que nos lleva a esta reforma”.

Aun así, se niega a asumir un papel inquisidor. Plantea que el tribunal debe tener un doble enfoque: sancionar donde sea necesario, pero también comprender las condiciones reales en las que trabajan jueces y juezas, y apoyarlos cuando no cuentan con herramientas suficientes.

“Este tribunal no va a ser de inquisición. No, para nada.”

Su propuesta es equilibrada: vigilar con rigor, pero también con inteligencia y sin arrogancia. Aclara que el Tribunal de Disciplina no juzgará errores de criterio jurídico —eso lo hacen los tribunales colegiados—, pero sí intervendrá cuando haya negligencia, abuso o conducta indebida.

Aunque también lanza una advertencia contra quienes crean que podrán seguir actuando sin consecuencia:

“Si el juzgador dice: ‘Yo soy Juan Camaney, yo soy el que sabe, yo soy el que resuelve y no voy a hacer ningún caso.’ Nosotros veremos y, pues te advertimos, no lo hicimos existir, entonces ahora pues te sancionaremos. Ese será nuestro papel: aplicar una sanción que puede ser una amonestación, que puede ser una suspensión, que puede ser una inhabilitación”.

También marca los límites del poder del tribunal: no podrán actuar contra ministros ni magistrados de sala superior, pues solo el Congreso puede removerlos. Pero con el resto del aparato judicial, sí.

Así, Eva Verónica propone un tribunal que no abuse del poder, pero que tampoco le tiemble la mano cuando se trate de limpiar el sistema.

Del escritorio a la calle: el poder de mirar a los ojos

Eva Verónica de Gyvés ha estado en casi todas las oficinas posibles del Poder Judicial. Pero lo que realmente la transformó no ocurrió tras un escritorio. Ocurrió en la calle.

“Yo creo que el salir a la calle nos hace ser empáticos. Todos los que están saliendo a la calle están sintiendo un cambio en su vida. Todos los que están saliendo a la calle están sintiendo que en algo no han trabajado correctamente, en ver a quién le están dictando una resolución. Todos los que estamos saliendo a la calle estamos sintiendo una empatía con la gente. Yo estoy segura de que todas estas cosas nos harán mejores servidores públicos, que eso es lo que nos ha faltado”.

En campaña, ha caminado mercados, plazas, comunidades marginadas. Ha escuchado historias, ha visto rostros con miedo, con rabia, con hartazgo. Y esa experiencia, dice, le dejó una convicción que ya no suelta:

“La gente llega a los juzgados con miedo. No sabe qué va a pasar. Y eso no se puede permitir”.

Eva Verónica de Gyvés no niega que en el Poder Judicial haya talento. Al contrario. Reconoce que hay jueces y magistrados sumamente preparados, con años de estudio, títulos y credenciales académicas impecables. Sin embargo, tienen una desconexión emocional, ética y social con la gente.

“No hay que dejar de reconocer que los jueces se preparan mucho, toman cursos, maestrías, otra maestría, otro doctorado. Entonces nos vamos alejando y elaboramos resoluciones para que las lea mi compañero, para que las lea mi superior, para que vean que yo soy muy bueno, pero no lo aterrizamos para lo que siente la gente como ofendida, como inculpada en un caso o como contraparte en un asunto. Eso es lo que ha faltado. Esa es la sensibilidad que se busca.”

Para ella, ese es el corazón del problema judicial en México: se escribe desde arriba, se juzga hacia abajo, pero nadie mira al lado.

Y ahí aparece el papel que ella quiere asumir como magistrada del nuevo Tribunal de Disciplina Judicial: el de alguien que no solo evalúe tecnicismos, sino que valore con humanidad, con conocimiento, con perspectiva de campo.

“Ahora, como tribunal de disciplina, es una labor muy titánica la que se presenta. Es una labor fuerte porque vamos a estar bajo los reflectores todo el tiempo para ver cómo vamos caminando. Sí considero que los que deben llegar al Tribunal de Disciplina deben conocer la función como juzgador por lo menos para que sepan valorar. Para ponerse en los zapatos del que está juzgando.”

De Gyvés no habla desde el resentimiento, sino desde el espejo. Ha sido jueza. Ha firmado sentencias. Ha sentido la presión del expediente, de la víctima y del fallo. No busca aplausos ni reflectores. Pero sí quiere una oportunidad para poner en orden la casa. La suya: el Poder Judicial.

Escrito por

Reportero. Antropólogo en formación. Me gusta escuchar a las personas y contar sus historias. Interesado en los movimientos sociales, los derechos humanos y la investigación del futbol desde una perspectiva social.

1 Comentario

1 Comentario

  1. Israel jarquin

    26 mayo, 2025 at 10:35 pm

    Ya tenía contemplado mi voto para ella, ahora me convence más, con mi familia votaremos por ella, sin duda.

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