México, siempre en crisis, vive hoy una crisis inédita: al presidente de la República se le acabó el sexenio al cumplir —la semana pasada— tres años con ocho meses en el cargo. ¿Qué va a hacer con el resto del tiempo que le queda? En todos los ámbitos, desde las redes sociales hasta las fuerzas armadas, voces indignadas piden su renuncia. Peña Nieto ya es desechable. Tenemos que hilar muy fino.
Hay hechos que no deben pasar desapercibidos. Uno es la repentina entrevista que Carlos Marín le hizo a Peña en Alaska, durante una escala del viaje a China, después de la visita de Trump y con los columnistas de Reforma tachándolo, al unísono, de “estúpido”. Otro hecho que no se puede soslayar es el misterio de las banderas nacionales colgadas de cabeza en tres zonas militares del país.
Que uno de los sirvientes más arrastrados del aparato de propaganda de la dictadura, como lo es Carlos Marín, le hable a Peña como le habló en Alaska, resulta muy sospechoso, considerando que el director de Milenio está emparentado con las fuerzas armadas (todos los periodistas del país sabemos que su hermano, el capitán Marín, participó en la Brigada Blanca, gracias a lo cual manejó información privilegiada al respecto).
Si en las redes sociales, pero sobre todo en las calles, hay indignación contra Peña Nieto, la entrevista de Marín y las banderas al revés se suman a la rabia de los obispos que declararon, en la revista Desde la fe, sentirse “traicionados por el presidente”. A nombre de los círculos académicos, el tótem Enrique Krauze, vocero de la derecha exquisita, externó severas manifestaciones de repugnancia ante el descubrimiento de la tesis de licenciatura, plagiada por “el representante de las instituciones”, como le dijo Marín a Peña, lambisconeando, aunque lo hubieran enviado a mostrarse muy “molesto”.
Lo que superó, sin embargo, los límites de lo insólito en materia de abyección, fue la declaración del secretario de Educación Pública, el enemigo público de los maestros, en cuanto a que copiar en la escuela, robarse las calificaciones, comprar títulos profesionales ¡no es importante!
Peña Nieto, reitero —como sostuve en el Desfiladero anterior— no cometió “traición a la patria” por haber traído al candidato republicano, y recibirlo como jefe de Estado, sin decir ni pío cuando, ya en Arizona, al hablar de su visita a México, Trump se refirió a él como “presidente, ex presidente, lo que sea, eso no importa”.
Eso no fue una traición, aunque lo parezca. Fue la torpeza de un inútil que echó a perder la segunda parte del espectáculo: la visita de Clinton, la hermana gemela de Trump. No seamos frívolos. Peña Nieto cometió traición a la patria cuando desmanteló, remató y privatizó la industria petrolera, y malbarató, entre sus amistades y socios, nuestros yacimientos de petróleo y gas natural.
Desde que asumió el poder, Peña Nieto se ha comportado como el peor enemigo de México. Ahora, ya no le sirve a quienes lo pusieron. Insisto, ya es desechable. Carlitos Marín, con lo pendejo que era cuando se ponía a contar chistes en las comidas de Monsiváis, nunca se habría atrevido a “humillarlo” con esos cachetes de cuyo con paperas, ni a mirarlo con esos ojos perdonavidas, ni a alzarle la voz por momentos en que dizque le ganaba la “muina”, si no lo hubieran mandado a Alaska para hacer ese teatrito, o como quien dice, si no hubiera mar de fondo.
Gobierno de transición
Ojalá que el doctor John Ackerman, jurista de afilado colmillo, intervenga si me equivoco en lo que voy a plantear. El artículo 84 de la Constitución señala: [si Peña cae] el Congreso nombrará un presidente interino en un plazo máximo de 60 días. En ese lapso, el secretario de Gobernación “asumirá provisionalmente” el cargo, pero “no podrá remover o designar a los secretarios de Estado sin autorización previa de la Cámara de Senadores”, ni volver a ser presidente.
Esto —por favor, seamos realistas— al país no le conviene. Si Peña se va solamente habría un cambio de marionetas, no de fondo, ni siquiera de forma. El escueto artículo 86 constitucional detalla que “el cargo de presidente de la República sólo es renunciable por falta grave, que calificará el Congreso de la Unión”. Si Peña renuncia, entiéndase, nada aliviaría nuestros problemas.
Vivimos en una casa infestada de ratas: que una se aleje, no afecta a las demás. Hoy tenemos la oportunidad histórica de hacer las cosas muy otras, como dicen en Chiapas. Para que Peña renuncie, todavía falta una megamovilización popular que lo estrangule: en ese gran esfuerzo, ni duda cabe, algunos cientos de miles estamos dispuestos a participar, convocar a otros y convertirnos en una fuerza de millones, pero nuestra hipotética victoria no dejaría de ser un simple desahogo, una agradable catarsis.
Salgamos a exigir la renuncia de todos los miembros del gabinete, después de promover un acuerdo político de gran alcance, para imponerle a Peña Nieto un equipo de trabajo, coordinado por un nuevo secretario de Gobernación, que se desempeñaría, dentro de la ley, como si fuese un primer ministro, un capitán de equipo en la cancha, un director de orquesta en el concierto de las naciones.
¿La propuesta es clara? Se queda Peña Nieto, acotado por el movimiento popular, y se van los demás. Como el tema que más angustia a la ciudadanía es el de la inseguridad, que va aparejado al de la corrupción, la Procuraduría General de la República procedería de inmediato a poner a disposición de los jueces a los siguientes ex gobernadores:
Javier Duarte y Fidel Herrera, de Veracruz; César Duarte, de Chihuahua, Roberto Borge, de Quintana Roo; Eduardo Bours y Guillermo Padrés, de Sonora, Humberto Moreira, de Coahuila, Ángel Aguirre y Rubén Figueroa, de Guerrero, Egidio Torre y Tomás Yárrington, de Tamaulipas, Ulises Ruiz y Gabino Cué, de Oaxaca, y los que más adelante caigan, como Graco Ramírez por ejemplo.
Hay, por lo demás, una montaña de razones jurídicas, morales y éticas, para proceder en el mismo sentido contra el ex procurador Jesús Murillo Karam, su sucesora, Arely Gómez, y Tomás Zerón de Lucio, director de la Agencia de Investigación Criminal, responsables todos ellos por el delito de desaparición forzada de personas en el caso de los 43 normalistas de Ayotzinapa, por no hablar del comisionado nacional del deporte, Alfredo Castillo, primerísimo culpable de las matanzas de Apatzingán y Tanhuato. En rigor, la justicia debería proceder también —ya debería haber procedido— contra Osorio Chong, por la matanza de Nochixtlán.
Temas para componer un pliego petitorio —que sea el punto de convergencia de las personas que lo reivindiquen horizontalmente— no faltan. Algunos ejemplos…
El movimiento exige la renuncia de los ciudadanos que ocupen las secretarías de Estado, exclusivamente, en el ramo civil. El nombre de la persona que asuma la Secretaría de Gobernación será definido por los órganos de decisión del movimiento, consensado por el conjunto de las fuerzas políticas del Congreso y aceptado, sin derecho de veto, por el presidente.
El nuevo gabinete pondrá en marcha programas de emergencia para impedir que los precios de las gasolinas continúen mermando el poder adquisitivo de los consumidores; reorientará el gasto público a la creación de empleos de emergencia, la educación y la salud; establecerá mecanismos para impedir que los programas sociales se destinen a la compra de votos. Y declarará la alerta de género para proteger a las mujeres en cada uno de los metros cuadrados del país…
El movimiento exige, al parejo de la renuncia del gabinete saliente, la dimisión de los consejeros ciudadanos de INE, que fueron cómplices del fraude electoral a favor de Peña Nieto en 2012, toleraron los atropellos del Verde en 2015 y demostraron que no tienen probidad ni honradez para garantizar que en 2018 las elecciones sean libres y transparentes.
“Condón de plutócratas” como lo calificó el doctor Edgardo Buscaglia, Peña Nieto ha sido un robot manejado por la dueñocracia y por los intereses estratégicos de Estados Unidos. Pero su gobierno se agotó y le faltan dos años que, si prevalece la inercia serán inevitablemente caóticos, incluso aunque renuncie. Por favor, no lo comenten, pero tenemos que hilar muy fino…
jose ynes zenteno
8 septiembre, 2016 at 5:57 pm
Jaime Aviles, te concedo la razon y estoy de acuerdo contigo en tu apreciacion, tu exposicion me parece sensata y acertada, eliminando el cuerpo la cabeza cae por si sola, pero en este caso, la cabeza esta eliminada falta acabar con el cuerpo. Tambien es muy cierto que hay infinidad de ex funcionarios publicos que tienen cuentas pendientes con la justicia y con el pueblo de Mexico, se hace necesario buscarlos y traerlos a que paguen por sus fechorias, sobre yodo a lo ex gobernadores de cualquir partido politico y los ex presidentes de la Republica, con fuero o sin el son delincuentes y tienen que pagar. Saludos