Lamento llegar tarde al debate, pero seguí las elecciones en tuiter más o menos a todo lo largo del proceso y cuando me senté a escribir no se me ocurrió nada que no fuera obvio. Nada nuevo sobre el INE, el PREP, “nuestra joven democracia” (compra masiva de votos, dinero del narco, despilfarro de recursos y programas sociales, violencia directa, intimidación psicológica por teléfono y rumores de puerta en puerta y de balcón a balcón, difamaciones y calumnias en redes sociales, parcialidad en los medios (todos) a favor del binomio PRI-VerdePAN-Amarillo), o sobre los conflictos poselectorales que se gestan, el colapso letal de Beltrones, los avances temibles de Peña Chong, ni mucho menos sobre la carrera al 2018.
Lamento la tardanza, repito, pero me quedé dando vueltas y vueltas, a tontas y a locas, tratando de entender qué sigue. Siempre he sostenido que el periodismo, cuando es verdadero, sirve como un mapa, una brújula y un espejo. De acuerdo con el mapa estamos entrando en tiempos de lucha parlamentaria, ya no de elecciones. Según la brújula, vamos a debatir el destino de la capital del país en la humillante y golpista asamblea privatizadora del DF.
El espejo nos pregunta cuál es nuestro aspecto. ¿Vamos a movilizarnos, a marchar por las calles, a exponer nuestra libertad y nuestros huesos a la furia policiaca de Mancera? ¿Vamos a recoger las experiencias de 2008 cuando fuimos cientos de miles y entorpecimos las maniobras del Senado en defensa de Pemex?
¿Vamos a caminar junto a los maestros de la CNTE, vamos a llamar a los profesores de las escuelas privadas, vamos a abrazar a los padres de la guardería de Hermosillo y de la normal de Ayotzinapa? ¿Vamos a unificar las luchas nacidas de todos los agravios? ¿Vamos a lograr que este antipático “antipacto” social con que pretenden aplastarnos garantice la revocación de mandato, el referéndum y la consulta con efectos vinculantes?
El Mancerazo y las resistencias que genere —la más saludable reclamaría que el proyecto aborte— van a construir una cortina de humo, tejida con un sinfín de flatulencias mediáticas, para encubrir la aprobación simultánea del Tratado del Pacífico. Algo tan nocivo como la constitución panameña de Mancera pero mil veces más amplia, más honda, más devastadora.
