La OTAN, el Mar Negro y la geopolítica

Para actuar en geopolítica, o para tener un análisis claro de la geopolítica, es necesario saber geografía: sea física, étnica, económica, es decir: de recursos naturales, de producción y de flujos y rutas comerciales.

Ucrania no está en el Atlántico Norte, ni en el Mar de China. Esta en el Mar Negro, o sea: al lado del Mediterráneo. Ucrania y Rusia son naciones hermanas: por el origen étnico, por las lenguas eslavas, por el mismo alfabeto cirílico, por la historia compartida.

Durante la Segunda Guerra Mundial, paradójicamente, Ucrania representó para el régimen nazi alemán la primer gran jugada audaz, por ser región optima de cereales, y a continuación: el comienzo sólido de su derrota estrepitosa desde su franco oriental; no está de más recordar que fueron las tropas soviéticas las que tomaron Berlín y derrumbaron el poder nazi.

Ahora: en pleno siglo XXI y consolidada la Unión Europea, el punto básico de la geopolítica de Europa no es ya la caduca Guerra Fría, sino el abasto directo, natural, permanente y garantizado de hidrocarburos por el ducto desde los Urales, que no sólo representan combustible vehícular (y doméstico) por los próximos decenios, sino, con visión de mediano plazo, suponen indiscutible materia prima para miles de productos de uso humano. No olvidar el origen orgánico de los hidrocarburos.

Por eso mismo, resulta absurdo pretender aplicar criterios caducos geopolíticos de Guerra Fría, hundidos hace 40 años, para la realidad permanente euroasiática. De mutua y pacífica conveniencia y cercanía natural entre el origen de las materias primas y la zona industrial del núcleo europeo.

Para la OTAN la motivación no es otra que la de obstaculizar esta conexión natural de mutua conveniencia entre la Federación de Rusia y la Europa industrial. Sí, es estorbar la cooperación internacional para el desarrollo, que es uno de los principios básicos de las Naciones Unidas.