Desfiladero

El periodismo desde la mirada de Jaime Avilés

Soy reportero. Tengo 59 años y siempre he sido reportero y como reportero fui a Chiapas enviado por El Financiero para cubrir el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Soy reportero y sé que ayude a moldear al mítico personaje llamado Marcos. Si me lo peguntas debo responder con un lacónico: sí.

Hasta que los medios de comunicación se fijasen en él, el subcomandante era un líder natural para los indígenas de Chiapas, pero con su masificación a través de los medios se convirtió en un personaje de interés global.

El subcomandante Marcos, durante un mitin en Ciudad de México, en el 2011. Foto: AFP / Jorge Uzon.

Como reportero, fui “testigo participante” de los hechos. En mi tarea periodística era a la vez simpatizante del movimiento y no sólo eso, apoye la estrategia mediática de Marcos.

Soy reportero y escribí de los principales combates entre el EZLN y el ejército mexicano de enero de 1994; luego cubrí los diálogos por la paz realizados en la catedral de San Cristóbal. Enseguida, al analizar la situación y ver las cusas de la lucha, somatice con ésta y tomé partido por el EZLN. Así de claro.

Respaldé de manera particular la estrategia de medios que tenía el propósito de disminuir los actos de represión del gobierno y eso se logró entre 1994 y el año 2000, fue una estrategia exitosa.

Por eso, como reportero que soy, sé bien que resulta irrelevante hablar de qué tipo de género informativo utilizaba en esa estrategia informativa. El reportero sabe que se escribe de acuerdo con el material informativo que tiene a la mano. Así he reporteado siempre.

A fin de cuentas sabía bien de que se trataba. La figura del Marcos líder era una cosa y las causas del movimiento otra. Mi percepción de Marcos era simple: se trataba de un tipo que tenía la virtud de hacerle creer a cada quien que era su alma gemela y que pensaba lo mismo que uno.

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Para no andar por las ramas: si yo escribía un artículo de opinión y después lo entrevistaba, él declaraba lo mismo que yo había escrito, como si mis ideas fueran también las suyas.

¿Me sigues o me detengo?

Bien. Luego a otro periodista que había escrito lo contrario que yo, Marcos le repetía la dosis.

O sea: la teoría de Marcos de que el EZLN era “un espejo” la aplicaba en su construcción de relaciones personales con este muy habilidoso truco; eso le permitió obtener todo lo que esperaba de cada uno de sus “amigos”.

Así era Marcos cuando era mi fuente de información en Chiapas, pero ¿qué pienso de él ahora mismo? ¡Ah vaya! pues creo que es “un pobre diablo” que está pagando el precio de su descrédito.

Permítame contarlo de este modo:

Cuando el gran actor que había detrás de la máscara decidió que era el momento de echar por la borda todo el lastre que representaba “la señora sociedad civil” que entraba y salía de la selva a toda hora, se dedicó a insultar y calumniar a toda la gente que ya no le servía. Este cambio de actitud se da a partir de la llegada de Fox, cuando pacta no meterse con el gobierno del PAN y a cambio se suma a la campaña permanente de la oligarquía en contra de Andrés Manuel López Obrador.

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Dicho lo anterior, queda claro que Marcos alcanzó relevancia por los medios de comunicación y por el momento político en que emergió, lo demás ya es historia y se lo cuento a manera de síntesis apretada así:

Con la perspectiva que dan los años, Marcos resultó sumamente funcional a los planes del gobierno. En 94, el PRI y Televisa montaron una campaña basada en el rechazo a la “violencia” para infundir temor en la población y facilitar el triunfo de Zedillo.

A finales de 94, con la llamada ofensiva del 19 de diciembre, Marcos ayudó a Zedillo a justificar la devaluación del peso y el estallido de la crisis económica de 1995. Por eso cuando Zedillo lanza al ejército contra él en febrero del 95, Marcos lo llama traidor.

En 1999, Marcos traicionó a los estudiantes del Frente Zapatista de Liberación Nacional que impulsaban la huelga en la UNAM contra la privatización de la enseñanza, apoyó al Mosh y profundizó el conflicto alargándolo hasta febrero de 2000 para golpear incesantemente al gobierno del DF y destruir políticamente lo poco que quedaba del ingeniero Cárdenas, lo que por supuesto redundó en beneficio del triunfo de Fox.

La tregua que pactó con Fox en 2001 todavía le permitió mantener cierta credibilidad, pero ésta la hizo trizas cuando en 2006 dijo que López Obrador “es un peligro para la izquierda”, fórmula que los propagandistas de Calderón convirtieron en “un peligro para México”.

Perdida toda autoridad moral, de 2006 a 2012 se volvió un monigote, al que sólo seguían estimando algunos grupos en Italia y España, y los jóvenes más jóvenes que hacían sus pininos políticos en México.

Pero cuando reaparece en los medios tras la imposición de Peña Nieto, descubre que ya es un hazmerreír y entonces renuncia al cargo de vocero del EZLN, que deja en manos de Moisés, y suelta una andanada de rumores para “avisar” que se está “muriendo”.

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Eso es lo que creo de Marcos ahora, pero en 1994 era diferente.

En ese sentido, recuerdo, en El Financiero nunca me marcaron una línea a seguir con el asunto de Marcos. Las cosas cambiaron a mediados de 1995 con el presidente Ernesto Zedillo. Supongo que el periódico pactó con el presidente y varió la línea editorial y a mí me dieron las gracias. Me indemnizaron y me fui a La Jornada.

Jaime Avilés tomando notas, en tiempos del proceso de desafuero contra AMLO. Foto: Pedro Cote.

Pese a eso salí bien de El Financiero pues estaba seguro de que lo que escribí acerca del EZLN logró a cambiar la percepción que la sociedad tenía de ese movimiento.

No estuvo mal. En 1994 El Financiero era contrario al gobierno de Carlos Salinas de Gortari del que era un férreo opositor, por eso a Marcos y al EZLN se les daba todo el espacio que fuera necesario.

Por eso no tengo empacho en asegurar que los medios construimos la realidad zapatista del 94.

Con toda la modestia que pueda caber en este aspecto, así. Fui un albañil que ayudó a construir la imagen del héroe blanco entre los indios y a visibilizar la miseria absoluta de las comunidades rebeldes.

Jaime Avilés, director de la Revista Polemón. Foto: César Octavio Huerta

Para eso había que manejar las emociones como reportero, pero creo que puedo ser sarcástico para decirlo de este modo:

Es muy afortunada la palabra “manejar” porque si algo hacíamos los periodistas en Chiapas era pasarnos la vida manejando entre la selva y el primer pueblo con teléfono para transmitir la información.

En cuanto a la emotividad que transmití en mis textos, ésta siempre dependió de las circunstancias concretas. Escribí con odio tras la matanza de Acteal, con ternura cuando me sentía conmovido, con temblor en las piernas cuando denunciaba al ejército.

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Jaime Avilés. Foto: Pedro Valtierra/Cuartoscuro

Por esa y otras razones más, me sentí y fui parte del movimiento del EZLN. Yo no creo en el periodismo “objetivo”, eso no existe y nadie lo practica.

Lo que yo hago es contrainformación”, para echar por tierra las falacias que sistemáticamente repiten los medios. No fui objetivo cuando cubrí la guerra de Nicaragua. Tampoco cuando apoyé la incorporación del Partido Comunista a la vida institucional, ni después cuando apoyé a Cárdenas, ni después cuando decidí deconstruir el mito de Marcos, ni después me puse del lado del AMLO, ni mientras combatí a Fox y a Calderón y ahora a Peña Nieto.

Ya mejor termino. Soy reportero y más que nadie, sé que siempre se toma partido frente a los acontecimientos.

*Palabras de Jaime Avilés durante la entrevista con la doctora Gloria María Guadalupe Serrato Sánchez, incluidas en la tesis doctoral “La construcción de personajes: El Subcomandante Marcos y la prensa en México 1994 a 1995”, del Departamento de Periodismo y Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona.

2 Comentarios

  1. Mauro Buendía Luna

    7 enero, 2024 at 8:19 am

    Admiro al periodista Jaime Avilés QEPD y me gustaba su columna d la Jornada!!!

  2. Karl Olaf

    16 marzo, 2024 at 6:22 pm

    Al inicio de la movilización neo zapatista, yo también llegué a tragarme algo del mito del Subcomandante Marcos. Pero soy muy intuitivo basado en los detalles y casi de inmediato, al igual que con Fox por quien no voté, intuí y me di cuenta de diversos detalles que me hicieron concluir que el Subcomandante Marcos solo era y es un patético farsante.

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