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Crónicas

Motín en el Hospital Psiquiátrico de Mérida: la burocracia castiga a los pacientes

Por: Jaime Avilés (@Desfiladero132)

20 de enero de 2016. Mérida, Yucatán.-. Sin darme cuenta me quedé en el patio. Se habían ido los uniformados, no el ejército, no la marina, sino las enfermeras de blanco, las trabajadoras sociales de verde, y también se habían ido, como abejas a sus celdas en el panal, casi todos los pacientes crónicos –los condenados a cadena perpetua– del manicomio.

Diana Balbina Pérez Vera –una belleza que invierte en sus apellidos los de Nadia Vera Pérez, asesinada en Narvarte por un protegido de Miguel Angel Mancera Espinosa Villarreal– me dice con despreocupación mundana que lleva 22 años encerrada aquí. Ya estoy curada, ya estoy lista para salir. Sólo estoy esperando que venga por mí el el hombre que amo –me dice y no se lo creo pero tampoco la refuto.

Ella es con mucho la mente más lúcida y mejor articulada que vive aquí, detrás de este patio, en una cama donde duerme como un cadáver en espera de que venga la carroza del Semefo.

–¿Te gusta leer?

–Lo que más me gusta.

–¿Qué tal está la biblioteca? –le digo señalando un tendajón cerrado–. ¿La consultas?

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–Son novelas –me dijo y tragué saliva–. Quiero libros de Eric Fromm, de Savater.

Cuando le pregunto en dónde aprendió esos nombres –se da por hecho que los locos de los manicomios públicos son analfabetas como rasgo inherente a su miseria– dice que estudió Medicina, que hizo la carrera de cirujana, pero no pudo ejercer. “Yo sí me doy cuenta”, volvió a decirme por enésima vez. “Los doctores no curan, las enfermeras castigan. A Víctor Ancona lo amarran”, denunció insistentemente. Seguro había leído a Foucault.

En el Hospital Psiquiátrico Yucatán –título oficial del manicomio de Mérida, así, a secas, sin nombre de sabio o prócer adjunto– hasta hace algunas semanas los pacientes eran sometidos a sesiones de electrochoques, un procedimiento que a lo largo de los siglos ha cambiado de prestigio: denunciado antes como bestialidad del sadismo, reconocido hoy como terapia eficaz contra la depresión profunda, aquí era –y quizá pronto vuelva a ser– usado como castigo brutal para reducir a los rebeldes.

El doctor Felipe de Jesús Triay Peniche, un psiquiatra que en 2001 tuvo a su cargo precisamente el pabellón de los crónicos –término que abarca a mujeres y hombres que padecen encarcelamiento para siempre– fue asesinado y descuartizado, presuntamente, por el ex presidente del Colegio de Psiquiatras de Yucatán, Enrique Lara González, y un colega y “amigo” de ambos, Pablo Santos García Gutiérrez, el 15 de agosto de 2014.

Entre los móviles del crimen seguidos por las autoridades locales –que desde el 22 de agosto de 2014 tienen tras las rejas a los psiquiatras acusados por este homicidio– el más inquietante señala que Triay Peniche estaba a punto de vender a una empresa farmacéutica trasnacional una investigación sobre los efectos de los electrochoques (o terapia electro convulsiva, TEC), que realizó en los pacientes crónicos de este manicomio.

“¿Y tú por qué te quedaste?”, me dijo de pronto un muchacho que traía muy adentro una gran inquietud, pues cuando le informé que ya me iba, me acompañó hasta la reja pero a medio camino se detuvo y preguntó con angustia: “¿Y cómo le vamos a hacer el miércoles?”. De eso, y no del asesinato del doctor Triay Peniche, trata este reportaje.

El doctor Felipe de Jesús Triay Peniche, quien fue asesinado y descuartizado en agosto de 2014.

El doctor Felipe de Jesús Triay Peniche, quien fue asesinado y descuartizado en agosto de 2014.

De burócratas, de pazguatos y de rebeldes

Virginia González Torres, directora general del Centro Integral de Salud Mental, una dependencia de la Secretaría de Salud que debe garantizar el buen funcionamiento de los hospitales psiquiátricos públicos en México, me invitó a Mérida para que la acompañara a ponerle fin a uno de los muchos abusos que el secretario de Salud del gobierno de Yucatán, Jorge Eduardo Mendoza Mézquita, perpetra por desidia, por insensibilidad y porque quiere ser el próximo gobernador del estado, contra los usuarios del Modelo Hidalgo.

El Modelo Hidalgo de Salud Mental, creado por Virginia, adoptado por el gobierno del estado de Hidalgo durante la administración de Manuel Ángel Núñez Soto (1999-2005) y reconocido en múltiples países por su caracter humanitario y progresista, dispone que los pacientes crónicos reciban un conjunto de terapias que les permitan reinsertarse en la sociedad y vivir en condiciones dignas, sin castigos ni medicamentos incapacitantes que los reduzcan a gusanos, a caracoles, a babosas.

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Tanto en el hospital psiquiátrico “Villa Ocaranza”, de Pachuca, Hidalgo, como en el “José Sáyago” del estado de México, este modelo ha logrado construir búngalos para 12 personas, que comparten cuatro habitaciones con tres camas cada una, así como un baño, una cocina y una sala de estar, y de lunes a viernes trabajan, a razón de dos horas diarias, en talleres donde hacen artesanías y cobran un salario simbólico de 200 pesos a la semana.

Aquí, en el psiquiátrico de Mérida, el Modelo Hidalgo no ha ido tan lejos como para dotar de búngalos a los usuarios, pero éstos cuentan con talleres donde hacen piñatas, cultivan una hortaliza o modelan objetos de barro, y de lunes a viernes reciben un pago de 40 pesos al día, que les permite comprar golosinas en una tiendita donde todo se vende a precio de costo. Es como un jardín de niños para niños especiales.

En el último trimestre de 2015, durante una gira por los diversos manicomios del país que tiene la obligación de supervisar, Virginia González Torres descubrió grandes muestras de insensibilidad en el psiquiátrico de Mérida, empezando por la abominable práctica de los electrochoques para castigar, porque sí, a quienes no quieren bañarse, o repelan de la comida, o de las enfermeras, o de lo que sea.

El secretario de Salud del gobierno de Yucatán, Jorge Eduardo Mendoza Mézquita

El secretario de Salud del gobierno de Yucatán, Jorge Eduardo Mendoza Mézquita

Con el antecedente de que los electrochoques también pueden ser motivo de negocios por debajo del agua para los burócratas en turno, Virginia se hizo eco de quienes en el dormitorio de las “crónicas” le explicaron que vivían dentro de un horno: siendo Mérida una de las ciudades más calurosas del país –en verano, a la sombra, las temperaturas sobrepasan los 40 grados– los ventiladores de ese pabellón estaban (y siguen) descompuestos, por lo menos, desde que el actual secretario de Salud asumió su cargo.

Como era imposible repararlos o sustituirlos, Virginia decidió tumbar, ella misma, a martillazo limpio, la parte superior de dos muros inútiles que impedían la circulación del aire. Superado ese obstáculo –todavía urge que instalen ventiladores nuevos porque en febrero volverá el calorón, que en sí mismo es un suplicio–, un nuevo problema surgió desde el primer día de 2016…

Jorge Mendoza, secretario de Salud de Yucatán, en su rapaz holgazanería, no sólo no utilizó 2.5 de los 6 millones de pesos que el Cisame le dio el año pasado –con los cuales bien habría podido comprar ventiladores flamantes e instalar celdas de energía solar para alimentarlos– sino que se sentó a esperar los recursos etiquetados para este año y dejó de pagar el sueldito de los usuarios del Modelo Hidalgo.

Fue por eso que anteayer, lunes, Virginia salió del aeropuerto Benito Juárez en el primer vuelo comercial con destino a Mérida, llegó al psiquiátrico e improvisó un extraño motín con abundancia de abrazos, besos, sonrisas y aplausos, en el pabellón de los crónicos, les informó que el gobierno estatal estaba violando sus derechos humanos, y entregó a cada uno cuatro billetes azules de 20 pesos, para cubrirles el salario de ese día, así como el del día siguiente (ayer, martes) lo que al final de la amorosa batahola (o batallita) cuando todo el mundo se había ido, suscitó la angustiada pregunta del muchacho que me dijo en medio del desamparo: “¿Y el miércoles cómo le vamos a hacer?”.

(Esta crónica mañana continuará…)

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Jaime Avilés †
Escrito por

Director fundador de Polemón. Dramaturgo, periodista, narrador y cronista. Fue marinero, actor de carpa, activista político y criador de conejos. Desde 1995 publicó una columna política semanal en el diario La Jornada titulada Desfiladero. Dos de sus crónicas forman parte de la antología A ustedes les consta de Carlos Monsiváis. Su obra ha sido traducida al francés y al italiano.

2 Comentarios

2 Comentarios

  1. Avatar

    victor monroy

    20 enero, 2016 at 11:05 pm

    Como siempre sr aviles excelente reportaje como solo usted lo sabe hacer,le mando un saludo afectuoso.

  2. Avatar

    candelario gurrola crespo

    5 marzo, 2016 at 12:29 am

    hola señor aviles desde que lo conosco siempre a tenido comentarios propios los cuales nunca an tenido linea y es muy importante escribir sobre la problematica de mexico se preguntara quien soy pues bien mi nombre es candelario gurrola crespo yo participe en aquella legendaria campaña politica donde por primera ves un partido de izquierda ya unificado como lo fue el partido socialista unificado de mexico y su coordinador de campaña lo fue el profesor sabino hernandez telles y usted como reportero de un periodico que en este momento no recuerdo al termino de esta campaña que nos fue muy bien con un candidato como lo fue arnoldo martinez verdugo se continuo unificado el partido yo en lo personal me fui a estudiar mi carrere profecional a cuba de 1982-1987 y termine ingenieria mecanica actualmente trabajo en el ingenio el molino en tepic nay lo saludo y espero pronto verlo

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