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Firma del Pacto de Unidad de Morena en la Ciudad de México. Foto: Especial

Desfiladero

Morena: éxodo, migración o fuga |SEGUNDA PARTE

Coincidencia o no, desde que cierto sinaloense ilustre reside en un edificio de máxima seguridad en Nueva York, los narcopolíticos mexicanos capturados por la policía de otros países son, cada vez, de mayor envergadura. Aunque sólo han sido atrapados dos peces realmente gordos —Edgar Veytia, ex procurador de Nayarit y Tomás Yarrington, ex gobernador de Tamaulipas— su detención revela cosas muy interesantes.

Veytia, por ejemplo, aliado del cártel Jalisco Nueva Generación, trabajaba de manera estrecha con el gabinete de seguridad que coordina el secretario de Gobernachong, pero lo atrapó el FBI en California. Yarrington tenía una casa en el sur de Italia, donde reina la N´dranghetta (la mafia de Calabria) pero contaba con guaruras que le proporcionó el anterior gobierno de Tamaulipas, encabezado por Egidio Torre Cantú, otro “colaborador” de Chong.

A Yarrington lo cazó la policía italiana: la PGR empezó a intervenir cuando supo que habían agarrado a su protegido y ahora solicita su extradición a México. Un libro reportaje de Cinthia Rodríguez, periodista mexicana residente en Milán, documentó hace pocos años los vínculos entre la N´dranghetta y el cártel de los Zetas, particularmente en Playa del Carmen, de donde los calabreses importan metanfetaminas para distribuirlas en Europa.

El ex gobernador Tomás Yarrigton con Enrique Peña Nieto en su campaña. Foto: Especial

Si Egidio Torre conocía el paradero de Yarrington y le proporcionaba escoltas hasta que el nuevo gobierno (ahora panista) de Tamaulipas se los quitó, ¿por qué la PGR no lo ha detenido? Hay que tener corazón de piedra y mente criminal como la de Osorio Chong para no inmutarse ante la violencia genocida que azota a esa entidad fronteriza, donde las narcofosas compiten con los negocios de fracking.

Puesto en fuga por el gobierno de Peña, el ex gobernador de Chihuahua, César Duarte —informó Proceso ayer— pasó su sexenio construyendo un cuartel en Guachochi, zona de la sierra Tarahumara donde el crimen organizado hace y deshace, pero la obra, cuya edificación supervisó en diversas etapas el secretario de Defensa, general Salvador Cienfuegos, se inundó y quedó inservible tres meses después de entrar en servicio. ¿El Congreso llamará a cuentas a Cienfuegos para que explique este robo en despoblado?

Que un ilustre sinaloense viva en Nueva York mientras caen peces más y más gordos sin intervención del gobierno de Peña, es algo del todo ajeno a la obra de teatro que fue puesta en escena el pasado viernes, cuando Joaquín López Dóriga soltó un tuit que lo cubrió de ignominia en redes sociales: “¡Urgente! Javier Duarte fue visto en Canadá”.

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 La supuesta primicia, ahora se entiende, fue una finta para engañar a los suegros y a la cuñada de Duarte, que se preparaban a volar, de Toluca a Guatemala, con los hijos del sátrapa que saqueó a Veracruz y convirtió esa entidad en otra narcofosa, quizá la más grande, la peor de todas.

A la mejor Mónica Macías Tubilla (hermana de Karime, esposa de Duarte), su marido, José Armando Rodríguez Ayache (que le llevaba dinero en euros, dólares y pesos), su mamá, María Virginia Yasmín Tubillas (suegra de Duarte), los niños Emilio, Carolina y Javier (hijos de Duarte y Karime), sus primitos, Paula y Santiago Rodríguez Macías (hijos de Mónica y José Armando) se estaban echando para atrás en su decisión de ir a visitarlo en Guatemala —pretexto que usaría la PGR para explicar la detención— y Joaquín López Dóriga, siempre servicial del poder, siempre lacayo, los “tranquilizó” con la falsa noticia canadiense.

Tampoco contribuyeron a la entrega (obviamente negociada por Duarte y Peña) las supuestas filtraciones que el publicista neofranquista Antonio Sola y su discípulo, el neopanista Fer Belaunzarán, habrían hecho en las últimas semana a través del autor de estas líneas, para fortalecer la hipótesis de que Duarte y su esposa estaban muertos, pues habrían sido asesinados cuando la PGR los ayudaba a escapar de México porque “le sabían muchas cosas a Peña Nieto”. (De este extraño asunto hablaré en los próximos días.)

El ex Gobernador de Veracruz, Javier Duarte y Enrique Peña Nieto. Foto: Especial

Javier Duarte conoce muy bien los delitos que cometió, primero en complicidad con Fidel Herrera Beltrán, su maestro, ex gobernador veracruzano también, quien durante su sexenio consolidó la presencia y el terror de los Zetas en el estado con la complacencia de Felipe Calderón y Genaro García Luna, pero sobre todo Javier Duarte conoce mejor los delitos que cometió en favor de Peña, cuando éste era candidato a la Presidencia, y lo ayudó a financiar —¿con dinero del narcotráfico lavado por el PRI mediante las tarjetas prepagadas de Monex y Soriana?— su ascenso a Los Pinos.

A la luz de los hechos, así como Egidio Torre cuidaba a Yarrington con guaruras en Italia, Peña y Chong y la PGR siempre supieron que Duarte estaba en Guatemala, pero como dijo ayer la policía de ese país, “México nunca pidió que lo detuviéramos”. ¿Y la ficha roja de Interpol, apá?

Moraleja: a Duarte lo llamaron desde la oficina de Chong con dos propósitos: uno, desviar la atención sobre el escándalo de Odebrecht, la empresa petrolera que sobornó a cinco ex presidentes brasileños, al mexicano Felipe Calderón, a Emilio Lozoya Austin, quien fuera director de Pemex de 2012 a 2016, y ahora, en plena batalla por la gubernatura del Edomex, arroja una nueva y enorme sospecha de corrupción sobre Peña Nieto.

Javier Duarte después de su detención. Foto: Especial

El segundo objetivo del “arresto” de Duarte es prepararlo para que “declare” que su gobierno entregó dinero a Andrés Manuel López Obrador y Morena en el pasado proceso electoral veracruzano, como han venido repitiendo, sin pruebas de ninguna índole, Fer Belauzarán y sobre todo Miguel Ángel Yunes, el gobernador panista en funciones.

Valgan los párrafos anteriores para reactualizar la serie que comencé a publicar, en vísperas de Semana Santa, sobre el fenómeno que está protagonizando Morena con los eventos masivos, en las más importantes ciudades del país, donde militantes o ex militantes de todos los partidos —pero significativamente del PRI, del PRD y del Verde— han firmado un acuerdo, no para afiliarse a la organización presidida por AMLO, sino para ayudar, desde abajo, con organización en las colonias y en los barrios, a que Morena gane las elecciones de 2018.

No se trata, hay que repetirlo, de una cargada al viejo estilo priísta, cuando el dedazo indicaba quién sería el próximo en sentarse en la silla del águila; quienes firman no son “chapulines” que saltan de un partido a otro, sin convicciones ni escrúpulos, porque nada más quieren seguir mamando de la ubre del erario, como los pinta con supuesta repulsión moral la ultracorrupta prensa de la derecha.

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Firma del Pacto de Unidad de Morena en la Ciudad de México. Foto: Especial

 Las cosas no son como las insinúa la antigua y profundamente arraigada cultura conservadora —la de ese panista que todos, también, llevamos dentro—, ni corrobora que “todos los políticos son iguales”, que “nada va a cambiar”, que no hay que apostarle a la esperanza, pues más vale malo, canalla, asesino, ladrón de siete suelas, genocida, y odiador de pobres, que darle la oportunidad a una propuesta alternativa, antisistémica y antisalinista.

Para decirlo con mayor claridad, la propuesta de López Obrador y Morena ofrece un proyecto de trabajo colectivo a seis años y no es socialista, no es de izquierda, no es Chávez, ni Evo, ni Lula, y no responde a las antigüedades ideológicas que veneran los alumnos de la escuelita de Chiapas y usan como fobia para justificar su violencia, y conservar impunidad y privilegios, los dueños de todo, hoy divididos en la cúpula, porque la catástrofe económica del modelo impuesto por Salinas y gestionado de la peor manera posible por Zedillo, Fox, Calderón y Peña, determinó que esos dueños de todo sigan siendo la “clase dominante” pero ya no la “clase dirigente”.

Abundaré al respecto mañana…

Jaime Avilés †
Escrito por

Director fundador de Polemón. Dramaturgo, periodista, narrador y cronista. Fue marinero, actor de carpa, activista político y criador de conejos. Desde 1995 publicó una columna política semanal en el diario La Jornada titulada Desfiladero. Dos de sus crónicas forman parte de la antología A ustedes les consta de Carlos Monsiváis. Su obra ha sido traducida al francés y al italiano.

1 Comentario

1 Comentario

  1. Avatar

    Régulo

    18 abril, 2017 at 11:11 am

    Jaime, esperaremos con ansias tus distinciones entre clase dominante y clase dirigente y que, además, “y no responde a las antigüedades ideológicas que veneran los alumnos de la escuelita de Chiapas y usan como fobia para justificar su violencia, y conservar impunidad y privilegios”. Aprovecho para fijar mi posición Jaime: voy a votar por Andrés Manuel López Obrador porque jamás lo haría por cualquier otro partido político, pero sólo lo haré por eso, porque no me queda de otra, es decir, lo haré no por las grandes propuestas de AMLO, como las que señalas, programa político que no es de izquierda, no es socialista y no responde a antigüedades ideológicas. Imagínate, es contundente tu exégesis de AMLO, ahora quiero leerlo.

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