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Felipe Calderón y Enrique Krauze en Los Pinos. Foto: Especial

Crónicas

La democracia y las medias tintas de Enrique Krauze

En su artículo en Reforma del pasado día 13, Enrique Krauze vuelve a la carga con sus viejas descalificaciones a López Obrador. Las inició hace ya once años con su ensayo “El mesías tropical”, que es ya un texto canónico de la guerra en contra de AMLO. Ahora, con la soberbia de un Zeus inapelable en el entorno de intelectuales neoliberales y de derecha a secas que encabeza, exige terminantemente a Andrés Manuel que exprese su oposición a la “dictadura” venezolana, pues fuera de los parámetros establecidos por el mismo Krauze no hay posibilidad alguna de ser demócrata.

Es realmente curioso que alguien con una trayectoria política tan variable como la de Enrique Krauze en relación al poder en México establezca lineamientos para definir lo que es o no una dictadura o una democracia. Estamos ante el mismo historiador que ha hecho carrera (y fortuna económica acompañada de influencia política) a partir de su constante e infaltable cercanía con quienes han ejercido el poder en el neoporfiriato de las últimas décadas.

En las credenciales “democráticas” de Krauze aparece destacadamente el apoyo (y en muchas ocasiones las loas) a todos y cada uno de los presidentes mexicanos del México autoritario, desde Carlos Salinas de Gortari hasta nuestros días.

Cuando terminan su mandato, que es decir cuando ya no hay posibilidad de represalias, ha encontrado en casi todos ellos (la excepción es Ernesto Zedillo) la viga que no fue capaz de ver mientras estuvieron en la presidencia, como fue el caso del propio Carlos Salinas, de quien Krauze dice que lo invitó a Los Pinos en octubre de 1993 para nada menos que “sondear mi opinión sobre el proceso sucesorio”. Salinas le dijo entonces sobre los aspirantes priistas: “Todos son tus amigos” (“Los idus de marzo”, Letras Libres, marzo de 1999).

Carlos Salinas de Gortari. Foto: Especial

Este “amigo” de los poderosos, tan cercano que Salinas lo consultó sobre los aspirantes a sucederlo, no tuvo empacho, luego de que Salinas dejó la presidencia, en encontrar elementos que lo llevaron a darle el mote de “El hombre que quiso ser rey” en su libro “La presidencia imperial” de 1997, publicado, por supuesto, cuando este era ya expresidente.

A partir de ahí, Krauze ha buscado navegar con bandera de férreo opositor a Salinas, y no han faltado quienes se lo hayan creído, porque no son muchos los que han leído los elogiosos artículos que publicó durante su gobierno, como el de noviembre de 1993 sobre los mejores presidentes de México (días después de esa plática que luego sabríamos tuvo con él en Los Pinos), donde escribió:

“Si su programa permanece y se consolida, (Salinas) podrá alcanzar en este rubro a Porfirio Díaz. Los cambios estructurales que se han introducido en este sexenio son la dura medicina que requería un enfermo terminal de populismo económico… Si Salinas de Gortari propicia con el mismo denuedo de su reforma económica un sexto año de pulcritud electoral y madurez política, entrará a la antología presidencial con cartas fuertes: ser el único Presidente de México que ha logrado reformar a un tiempo la economía y la política”.

“Pulcritud electoral y madurez política”, tales son los “airados” reclamos críticos que Krauze le hacía a Salinas en materia democrática mientras este detentaba el poder.

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Enrique Krauze. Foto: especial

Convenientemente, insisto, la crítica que Krauze ha hecho a los presidentes en funciones del neoporfiriato ha estado envuelta en generalizaciones y silencios que no llegan nunca, en marcada diferencia con sus críticas a López Obrador (o a Venezuela, su chivo expiatorio de cabecera de los últimos tiempos), a los señalamientos directos y concretos, al distanciamiento realmente crítico con el poder. ¿Y para qué, si finalmente, como le dijo Salinas, “todos son tus amigos”?

Ese es Enrique Krauze, intelectual de “democráticas” coincidencias con los poderosos de México, cuyos fraudes electorales y políticas económicas neoliberales han hundido al país en la antidemocracia y la violenta descomposición social que hoy vivimos; tal es Krauze, quien hoy demanda a López Obrador una definición sobre su compromiso con la democracia en relación con Venezuela. Lo de Krauze ante AMLO es, simple y llanamente, un “que otros hagan lo que yo no hago”.

Compárese la exigencia que le hace hoy a López Obrador, también, con la posición que el mismo Krauze ha tenido frente a Felipe Calderón.

En 2010, al calor de las celebraciones del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución, Krauze participó en el libro colectivo “Historia de México”, editado por la Secretaría de Educación Pública y la Academia Mexicana de la Historia, con presentación del entonces presidente Calderón.

Ahí Enrique Krauze, responsable del capítulo sobre el México contemporáneo, escribió bajo el subtítulo “El narcotráfico: una guerra necesaria”, que “a pesar de las bajas”, los resultados de la guerra iniciada por Calderón en diciembre de 2006 eran “los mejores de la historia del combate al narcotráfico” (pág. 275).

Enrique Krauze, Alonso Lujambio y Felipe Calderón durante el lanzamiento del libro Historia de México en la Residencia Oficial de Los Pinos. Foto: Especial

Años después, sin mediar autocrítica (ni palabra alguna, de hecho), echó tierra silenciosamente sobre esas afirmaciones que, junto a las de otros intelectuales próximos al poder como él, fueron parte del mecanismo intelectual e ideológico que legitimó y justificó el baño de sangre con saldo de decenas de miles de muertos y desaparecidos en el que Felipe Calderón hundió desde 2006 a México.

En 2014, el Fondo de Cultura Económica reeditó el libro “Historia de México”, por supuesto ya sin el texto introductorio de Calderón, pues la presidencia la ocupaba ya, vía la construcción del engaño televisivo, el fraude y la compra de votos, Enrique Peña Nieto. Krauze, bajita la mano, modificó su capítulo sobre el México contemporáneo. El título del subcapítulo “El narcotráfico: una guerra necesaria” había desaparecido, así como sus referencias a “los mejores resultados en la historia del combate al narcotráfico” y el “a pesar de las bajas”.

No hubo ninguna explicación ni nota de Enrique Krauze a sus lectores en esa reedición sobre el abandono de las alabanzas que hizo en la edición original a la guerra de Calderón. Ya sin la protección de la sombrilla de los miles de millones de pesos en publicidad que el gobierno reparte sexenalmente entre los medios de comunicación para proteger al presidente en turno de críticas de fondo, la criminalidad, corrupción y perversión de la guerra calderonista estaban a la vista de todos.

Enrique Krauze. Foto: Especial

Habrá que agregar aquí que las empresas del propio Krauze han sido, tanto con Calderón como con Peña Nieto, beneficiarias de esos apoyos por publicidad, que no son más que la traducción moderna del “chayote”, o la expresión contemporánea de la respuesta que se le atribuye a Porfirio Díaz cuando le hablaban de sus críticos: “Ese gallo quiere máiz”.

En un pudoroso ensayo publicado en su revista Letras Libres, sin embargo, Krauze tuvo a bien brindarnos su nueva tonada al respecto:

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“La apresurada reacción del gobierno de Felipe Calderón, a fines de 2006, fue lanzar una ofensiva casi desesperada por recuperar territorios en manos del narco, lo cual contribuyó fatalmente a elevar los enfrentamientos de los grupos criminales, entre sí y contra las fuerzas federales o las policías locales, a veces coludidas con los propios delincuentes. Desde entonces, la incesante ola de violencia se expandió del comercio de drogas a todos los negocios criminales: secuestros, extorsiones, asaltos, asesinatos, robo directo de combustible en oleoductos, tráfico de personas (“El desaliento de México”, Letras Libres, mayo de 2016).

De “una guerra necesaria” a “una ofensiva casi desesperada”: tal es la variación de Enrique Krauze, otra vez, ante un presidente mexicano en turno, con poder político y chequera del erario en mano, y un expresidente ya sin el mismo poder de antes (ni la chequera del erario).

Estas son las medias tintas de Enrique Krauze ante el poder; estas son sus medias tintas ante la democracia en México.

Es este personaje, quien ahora se monta en el cajón de la superioridad moral para exigirle (sí, exigirle) a López Obrador que diga lo que a él (Krauze) se le da la gana que diga sobre Venezuela; el mismo Krauze tibio y medroso para juzgar en lo concreto a los presidentes de México (salvo cuando ya dejaron el cargo); el mismo que hoy nos define lo que es una “democracia” y una “dictadura” (y lo que López Obrador debe decir, faltaba menos, para ser un “demócrata” como él).

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4 Comentarios

4 Comentarios

  1. Avatar

    Luis

    21 agosto, 2017 at 9:46 pm

    Es la radiógrafía de un impostor que se hace pasar por intelectual, y que permite ver esqueleto de víbora sionista… Siempre ha escrito con ponzoña contra las causas y líderes sociales que lucgan contra la oligarquía.

  2. Avatar

    Nils Coutiño

    21 agosto, 2017 at 11:13 pm

    si no existiera Obrador no tendría sus croquetas, este tinterillo de pacotilla. Pasquines que pagan a cerebros de cacahuate.

  3. Avatar

    JOSE J MORALES

    23 agosto, 2017 at 8:29 pm

    Triste en Mexico, que los “intelectuales”….trabajen para una “dictadura”…..que segun “ellos”….es “DEMOCRACIA”….!!!….ya despertamos y los estamos “OBSERVANDO”….”LACAYOS”…!!!…PERO “”intelectuales”….JAJAJAJAJAJA !!!

  4. Avatar

    Abel Salgado

    20 febrero, 2018 at 4:23 am

    ABEL SALGADO
    20—FEBRERO—2018
    ¿Enrique Krauze Kleinbort, integro?
    A nivel económico, los conservadores de antaño eran proteccionistas, aunque en la actualidad suelen involucrarse con la defensa del libre mercado.
    Me siento obligado a fijar mi posición y siento el deber de reiterar mis discrepancias con usted. Todas se concentran en una palabra: Integridad.
    Encaramado en el púlpito de tus “letras libres” catequizas y exorsisas al inerme pueblo de demonios como AMLO.
    Has bendecido las campañas, ejercicio del poder y el gasto público de los candidatos y presidentes en su momento más ruines de la historia contemporánea del país que te vio nacer. Tal como un “campaigne surrogates” defiendes a figuras ligadas al prianismo y sus programas con labia, fiereza y, en algunos casos con intolerancia. Disfrazado de experto imparcial, en realidad fungiendo desde ya como un intelectual orgánico de los gobiernos neoliberales de los últimos lustros, antes acólito de candidatos y proyectos conservadores que analista independiente.
    Sumamente favorecido con la redituable y lucrativa actividad contractual con entidades que manejan importantes recursos de un pueblo tan ávido de tú doctrina e interpretación de los hechos históricos. El que paga manda.
    Mañosamente por tú formación académica juegas con el manejo de los términos liberal y conservador, sacándolos de temporalidad para apantallar a los parroquianos con tus sermones llenos de inanidad.

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