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Cultura

Destape en Cuba: publican “1984”, de George Orwell… 68 años después

Por: Redacción (@revistapolemon)

31 de marzo 2016.- Como reflejo del clima de “apertura” que se respira actualmente en la isla caribeña, la Editorial Arte y Cultura, adscrita al Instituto Cubano del Libro, organismo del gobierno central, acaba de publicar 1984, la novela que el escritor inglés Eric Blair, mejor conocido como George Orwell, dio a conocer en 1948 para denunciar al régimen estalinista, no sólo de la Unión Soviética, sino de la Europa oriental, donde la burocracia asesina del Kremlin, antes, durante y después de la segunda gran guerra, había exterminado a sus opositores internos y a los dirigentes revolucionarios de los países sometidos al imperio del Este.

Pedro Pablo Rodríguez, un alto cuadro de la burocracia cultural cubana (nacido en La Habana en 1946), especializado en el pensamiento de José Martí, es el autor del prólogo de esta obra. Su texto es un delicioso ejercicio de retórica caribeña que, a la manera de las hojitas parroquiales de los católicos, previene al ingenuo lector para que no caiga en las trampas ideológicas de un libro (“no sabemos si novela, ensayo o qué”) mundialmente reconocido como una burla feroz del totalitarismo y que, por extensión, pintó de cuerpo entero, y con dos décadas de anticipación, al régimen estalinista que prevalece en Cuba desde los años sesenta.

Si Orwell previó atinadamente que la Tierra, después de 1945, quedaría dividida en tres grandes superpotencias —Oceanía, compuesta por Inglaterra, Irlanda, Estados Unidos, Canadá, América Latina, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica; Eurasia, integrada por la URSS y sus satélites, y Asia Oriental, valga decir China, Japón y Corea–  Pedro Pablo Rodríguez “descubre” que en realidad 1984 vislumbró, desde 1948, el advenimiento del neoliberalismo. Que lo disfruten y si en algún momento creen identificar a Fidel Castro con el Gran Hermano acudan por su propia voluntad a la zafra y vivan seis meses en el bohío para que se reeduquen…

En la presentación de 1984 en La Habana, Fabricio González, traductor del libro, y Pedro Pablo Rodríguez. Foto: Cubanet

En la presentación de 1984 en La Habana, Fabricio González, traductor del libro, y Pedro Pablo Rodríguez. Foto: Cubanet

PRÓLOGO

La Editorial Arte y Literatura, al publicar esta novela, se ha metido en una empresa editorial seguramente polémica en la sociedad cubana actual, pero que estoy seguro activará un debate intelectual que ojalá fuera público y que, al menos, cada lector sostendrá consigo mismo.

Si ello ocurriere así, en modo alguno sería raro. Desde su aparición en inglés el 8 de junio de 1948, esta pieza del británico George Orwell ha suscitado las más encontradas opiniones y al mismo tiempo ha sido siempre un éxito editorial, al punto que muchos la consideran un clásico de la literatura del siglo XX.

Otra novela anterior de Orwell, Rebelión en la granja, inicialmente impresa en 1945, ya había mostrado la fina y a la vez dura ironía del autor, al relatar cómo un grupo de animales de una granja establecida sobre principios colectivistas se enfrentan a los que han establecidos un omnímodo poder personal.

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Ambas obras, al publicarse, fueron consideradas por muchos como críticas al estalinismo y a las ideas y prácticas socialistas y comunistas en general, sobre todo Rebelión en la granja. Sin excluir tal intención en Orwell, semejantes juicios, aun repetidos en nuestros días, no parecen, sin embargo, suficientes para explicar 1984. Ciertamente el ambiente anticomunista y antisoviético propio de la Guerra Fría, por un lado, y la propia experiencia de la militancia socialista de Orwell durante su juventud, además de su paso por la guerra de España, fueron elementos sin duda que explican bastante la tesis central de la novela: el control de la sociedad y de los individuos, hasta sus mentes y deseos, por una institución imposible de identificar con persona o intereses algunos llamada el Partido.

George Orwell

George Orwell

Al respecto, no deja de llamar la atención que algunas de las ediciones de 1984 en lengua inglesa tuvieran en sus cubiertas la imagen de Hitler, y no de Stalin, en clara alusión al líder del nazismo como Gran Hermano, la cabeza que rige la vida de los protagonistas mientras que en la novela se señala expresamente la relación de tal sistema ficticio con el nazismo y el socialismo soviético, y la acción transcurre en un estado relacionado por el autor y por los estudiosos con el del socialismo británico.

Lo primero, la Guerra Fría, a todas luces influyó más sobre los lectores de entonces que sobre el mismo Orwell. Éste, nacido en la India en 1903 con el nombre de Eric Arthur Blair, hijo de un funcionario colonial, tuvo una vida adolescente y juvenil en los marcos imperiales. Se educó en Inglaterra, ganó una beca en el exclusivo Colegio de Eaton, renunció a seguir estudios universitarios y sirvió durante cinco años en la policía imperial británica en Birmania, donde conoció las atrocidades del colonialismo. Al abandonar ese puesto se dedicó a una vida humilde y al periodismo social y a la escritura bajo el seudónimo de George Orwell, época que narró en su primer libro, Sin blanca en París y Londres (1933). Le siguió El camino de Wigan Pier (1936), un relato acerca de los mineros y los obreros desempleados de una región industrial atrasada de la Gran Bretaña. Para ese momento ya había descubierto la teoría socialista y, ganado por esa ideología, se enroló en la guerra de España contra el fascismo.

De esa experiencia salió su libro Homenaje a Cataluña (1938), para algunos su obra maestra. Allí se afilió a la milicia del Partido Obrero Unificado Marxista (POUM) de raíz trotskista. El cruento aplastamiento de la rebelión del POUM en Barcelona y la consiguiente persecución contra anarquistas y trostskistas, que debilitó la capacidad de resistencia de la República española fue, según todos los indicios, lo que condicionó su mirada en adelante. La escisión dentro de los revolucionarios rusos y del movimiento comunista internacional afectaron así seriamente las convicciones de Orwell: consideró al proceso soviético como una dictadura contraria a la clase trabajadora, al igual que el nazismo. De hecho, pues, la perspectiva ideológica de Orwell estaba básicamente formada antes de la Segunda Guerra Mundial: le eran inaceptables tanto el liberalismo burgués, como el fascismo y el estalinismo.

1984 recoge y sintetiza esa traumática experiencia de vida, de ideas y de sentimientos de quien se fue quedando sin asideros paradigmáticos para la acción práctica y para su pensamiento. Es lógica su postura durante el conflicto mundial cuando Orwell se incorporó a la Home Guard, colaboró en la radio BBC y fue director literario del periódico Tribune. Y en medio de la guerra redactó Rebelión en la granja, según algunas opiniones terminada desde 1943. Es probable que sin mucho esfuerzo previera la importancia que adquiriría la Unión Soviética como potencia mundial al término de la contienda, y que por ello, a plena conciencia, escribiera esa fábula en que describe la pérdida de la revolución social rusa desde dentro como una alerta ante el lógico prestigio, para los nuevos contestatarios del capitalismo, de la URSS, y particularmente de Stalin, con motivo del heroico y victorioso enfrentamiento del pueblo soviético al nazismo.

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Caracterizada a menudo como una utopía o distopía y también como novela de ciencia ficción, puede coincidirse con las dos apreciaciones, pero debo advertir al lector cubano que 1984 es un caso muy especial a la hora de ser etiquetada. Un examen curioso del texto revela, para mí, que tras el frustrante final en que el protagonista parece quedar atrapado por el agobiante y alienante sistema en que vive, el autor no quiere admitir la justicia, ni la racionalidad, ni la verdadera necesidad humana del mismo, y que, de alguna manera seguía soñando con o previendo una sociedad más altruista, digna y más equilibrada. Es decir, que, a mi ver, por su cabeza continuaba rondando la utopía que el siglo XIX bautizó como socialismo. Y todo lector creo que tenderá a coincidir conmigo en que lo que pudiera considerarse distópico en Orwell no implica que la novela cante a favor del capitalismo, ni siquiera hacia la democracia liberal, lo que para tantos es todavía el sistema político más deseable.

Por tal razón, la acción transcurre en Londres, sus personajes son británicos, se está creando un idioma neoinglés y el país forma parte de un estado unificado con las Américas. De este modo, Orwell preveía la subordinación de la imperial Gran Bretaña de posguerra a Estados Unidos, a la vez que situar el escenario en ese lugar es factor decisivo para comprender que el estado totalitario que describe no es la URSS, aunque ese estado se conciba como otra de las tres grandes superpotencias en guerra permanente por el dominio del mundo y de los pocos espacios de éste que los conflictos bélicos hacen pasarse de uno a otro.

Por otra parte, se ha de tomar con extremo tacto eso de llamarla una novela de ciencia ficción. Lo ficcional es indudable es este texto que acude al relato narrativo, pero el valerse de los avances de la ciencia para fundamentar la trama narrativa, la acción y la psicología de sus personajes es algo francamente cuestionable, al menos desde el ángulo de lo que habitualmente se considera es su momento ciencia ficción, y menos aun en este siglo XXI.

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Sin pretender un análisis a fondo de qué es la literatura de ciencia ficción, cualquier lector avisado no dejará de observar la ingenuidad de los elementos “científicos” y de sus aplicaciones tecnológicas mencionados en la obra: en mi criterio son meros recursos del escritor para sostener el desenvolvimiento de su relato y entregarnos su postura de rechazo a ese mundo deshumanizado.

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 En verdad, son una institución como el Partido, desprovista de representantes concretos –cuando más, los personajes que trabajan para él constituyen una especie de meros ejecutores, de empleados que cumplen con lo orientado y nada más–, y el desconocido y nunca corporizado Gran Hermano –sobre quien el autor nos deja con la duda de si es un simple eslogan o consigna– los responsables de este sistema opresor.

Por último, aunque se siga hablando y al parecer imprimiendo el libro con frecuencia, no sé hasta qué punto la obra ha logrado pasar la prueba del tiempo. Como han dicho algunos lectores en comentarios por Internet, la novela puede resultar cansona, de escasa amenidad para el lector contemporáneo si atendemos a lo que caracteriza la novelística mundial e hispanoamericana de estos tiempos, y a sus complejidades y riqueza narrativa.

Quizá lo que explique sus constantes reediciones en muchas lenguas, al igual que esta cubana, sea su tema, inquietante, aterrador y hasta perverso, y el hecho de que ahora es más palpable que a finales de la Segunda Guerra Mundial ese dominio y control sobre los seres humanos, su psicología, sus deseos y sus anhelos. La crisis civilizatoria por la que atraviesa la humanidad actual, asentada entre otras cosas en la subordinación de las personas al mercado y en el control de todos los aspectos de la vida y de la mente por ese mismo mercado (es decir, por el gran capital cada vez más concentrado) y por los estados, nos ofrece en nuestra cotidianidad un variado y totalizador muestrario –más sutil. refinado y efectivo–, de formas y mecanismos de esos controles sociales e individuales.

 Un estudioso de 1984 ha dicho que esta pieza es más un ensayo que una novela justamente por la importancia de sus tesis, tan actuales. Hay tino en esa apreciación, por más que Orwell se valga de una narración ficcional. Prueba de ello es quizás el predominio, según todos los indicios, de la creciente recepción más de sus tesis que del propio relato y sus personajes.

Un joven lee 1984 en La Habana. Foto: 14 y medio

Un joven lee 1984 en La Habana. Foto: 14 y medio

En resumen, la novela, el ensayo o lo que fuere este texto, es, sin dudas, una denuncia de los caminos andados durante la primera mitad del siglo XX y un atisbo premonitorio y tristemente cumplido en buena medida, de lo que sería el mundo varios decenios después, en fecha que le parecía lejana al autor.

No sé cómo se sentiría Orwell ante su creación al morir de tuberculosis el 21 de mayo de 1950. Lo que sí creo es que quizás hoy no estaría feliz de ver cómo sus predicciones se han cumplido a escala mucho mayor que hace treinta y un años, en 1984: el odio, la guerra constante, el Estado cada vez más desposeído de derechos ciudadanos y la mentira sistemática a través de los medios de comunicación para ocultar la verdad son prácticas promovidas por los gobiernos en buena parte del orbe, en particular por aquellas potencias y bloques que se reparten aquel. Claro que no son ahora los problemas como los presenta Orwell en su novela, pero esos cuatro rasgos en que él asienta el estado en que tiene lugar la acción se despliegan ante nuestros ojos de un modo u otro.

El lector cubano disfruta con esta de una traducción realizada especialmente para este sello editorial. Ojalá que su lectura nos amplíe la visión de este mundo, de nuestro particular presente y de nuestros destinos como nación, que ya nos estamos labrando.

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                                                          Pedro Pablo Rodríguez, La Habana, 22 de noviembre de 2015

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